I Acto
Se da la escena allá por el año 362 a de C. En una lujosa tienda de oficiales de un campamento militar tebano en el Peloponeso.
Los soldados, todos ellos oficiales de alta graduación, se divierten celebrando una reciente victoria conseguida contra el enemigo.
Bullicio y tal. Entra en la tienda Tarsístides, el anciano adivino. Viene sobresaltado, y tras contemplar el bullicio unos instante dice:
X X X
Tarsístides-------- ¡Salud hijos de Cadmo! Aquellos que habitáis en la llanura beocia y en la bien amurallada ciudad de Tebas, la de las siete puertas. Cesad en vuestro eufórico alboroto, motivado por la alegría de la victoria a la que una vez más nos ha llevado nuestro glorioso General,
y prestadme atención unos instantes.
Pues sólo así podréis escuchar el hilo de mi anciana voz, y conocer por ella el vaticinio de los dioses.
(Comentarios, cuchicheos)
Cleomonte--------¡Silencio! Dejemos que el augur hable. (a Tarsístides)
Habla, buen Tarsístides.
Tarsístides............Gracias, Cleomonte. No sabéis cuanto me place contemplar a tan hermosa juventud, la flor y nata de nuestra querida Tebas,
regocijarse en los placeres del vino y del amor después del feroz combate,
en el que una vez más; repito, nuestro glorioso General nos ha llevado a la victoria. No obstante, hijos míos, si mal no lo recuerdo, la batalla hace ya un mes que tuvo lugar... Y yo me pregunto ¿Si no es hora ya de deponer los festejos y prepararnos para la siguiente?
Porque sabed, hijos míos, lo que yo por mi edad, casi tengo olvidado; pero vosotros parecéis ignorar ¡Ganar una batalla no significa ganar la guerra!
Perdonad si me meto en asuntos que no son de mi incumbencia. Pero, todos sabemos; bueno, todos menos Epaminondas, según parece, en la difícil situación en que está ahora nuestro ejército, después de que esos traidores de atenienses hallan roto su alianza con nosotros.
Y no es que yo desconfíe de vuestro valor, que bien lo habéis demostrado.
Ni tampoco de la astucia de nuestro General, para resolver situaciones que ni el mismo Odiseo resolvería.
Es que esta vez es tan grande el peligro que se cierne sobre nosotros que, ni los propios dioses lograrían salvarnos de la destrucción; si como yo temo, y es su propósito el gran rey logra desembarcar sus tropas en el Peloponeso.
No quiero dar a mis palabras un sentido derrotista para sobrecoger vuestro ánimo y valor. Pero es que además...
(Murmullos de desaprobación)
Cleomonte--------¡Basta ya, Tarsístides! ¿Has venido cómo augur, o como ave del mal agüero? ¡Cómo osas criticar las decisiones de Epaminondas!
Si él dice que estemos un mes, o un año, o lo que haga falta inactivos es porque tendrá sus razones. Nosotros a callar y obedecer. ¡Esa es la principal obligación de un soldado! ¿O acaso pretendes tú ahora en erigirte en nuestro comandante en jefe? ¡Mide bien tus palabras Tarsístides, no abuses del privilegio que te dan las canas!...
Tarsístides---------¡Oh buen Cleomonte! No esperaba otra cosa de ti. No en vano eres el mejor soldado de Tebas; después de Epaminondas, se entiende... No obstante, he de decirte que, quizá llevado por el ímpetu de tu fogosa juventud, o por tu celo de buen soldado te has equivocado al interpretar mis palabras. ¿Cómo has podido sacar semejantes conclusiones de ellas? ¿Cómo ha podido esa robusta cabeza, que cuando yo entré reclinabas con fervoroso amor en el hermoso pecho de Prisístales, que mis palabras eran una crítica a las decisiones de nuestro glorioso General?
Te olvidas Cleomente, que fue por mi propia voluntad por lo que decidí tomar parte en esta guerra contra Esparta. Pues, que yo, por mi edad, ya no estaba obligado como lo estáis vosotros.
Prisístales------------¡Exactamente, viejo Tarsístides! Tu edad te exime, al parecer de muchas cosas. Muchas cosas en las que tú, no obstante, pretendes inmiscuirte con no sé que propósitos... Pues, mira lo que te digo viejo, quizá logres convencer a Cleomonte de tu buena voluntad, ya que Cleomente es de corazón noble y generoso, y por lo tanto, propenso a confiar en todo el mundo, pero yo vislumbro en la ironía de tus socráticas palabras algo más que esa buena voluntad de la que tanto presumes. Y te lo advierto, viejo, si un día llegara a confirmar mis sospechas ¡Por Zeus! Que ni las canas te libraran de probar el filo de mi espada.
Tarsístides---------¡Oh dioses! ¿Es para esto para lo que me habéis permitido vivir tantos años? ¡Cuánto más me hubiera valido perecer en una de las múltiples batallas en las que a lo largo de mi vida he participado!
Siquiera de este modo se me hubieran rendido los honores que la patria debe a todo héroe caído en combate.
Sin embargo, no ha sido así. No plugo a los dioses que yo feneciera, pues,
hallándome en las más sangrientas lidez, rodeado de excelsos varones que mordieron el polvo de la madre tierra, atravesados por la broncínea lanza, o desmembrados por la cortante espada, jamás los ojos del furibundo Ares se posaron en mí para indicarme la senda del Hades. Y todo ¿para qué? Yo os lo diré ¡Oh Cadmeos! Para que este jovenzuelo, todavía imberbe, pueda alzar la voz, insultando las canas de un viejo descendiente de Layo, delante de los cadmeos, sin que ninguno de ellos tenga el coraje de levantar el brazo para impedírselo. ¡Oh dioses! ¿Es que ya no quedan entre la estirpe de los hombres sembrados ningún esforzado varón que reprenda a este efebo su desvergüenza?...
Cleomonte----------¡Ya vale, Tarsístides! Estás llevando este asunto demasiado lejos. Dinos de una vez a que has venido, y márchate después
a los altares donde realizas tus sacrificios. Pues es allí donde mejor puedes contribuir con tu ciencia a nuestra causa.
Tarsístides-----------¿Y vas a dejar sin castigo esta ofensa a mi persona buen Cleomonte?
Cleomonte-----------No te preocupes. Ya me encargaré más tarde de este joven. Ahora dime ¿ A qué has venido? En un principio te vi muy exaltado.
Tarsístides------------Puesto que así lo quieres, no detendré mi lengua por más tiempo.
Prisístales------------Quizá vino buscando un pecho joven, donde reclinar él también su cabeza. Pues, de todos es conocida la lascivia de este hombre.
Tarsístides-----------¡Oh joven irrespetuoso! Permitan los dioses que la flor de tu primavera se marchite antes de lo que ésta tiene por costumbre. Así luego, nada podrás ofrecer a los demás, y tu vida se hará larga en el desprecio. Ya sé que no hay mayor repulsión para unos ojos acostumbrados a contemplar la belleza, que la de un cuerpo ya decrépito y marchito, y no me importa que te mofes de mí; al fin y al cabo, tu serás mi espejo de aquí a no muchos años.
Pero, no voy a extenderme más amonestando tu irreverencia ¡Oh bello Prisístales! Porque a pesar de todo, quizá seas tú como una de las larvas que esta mañana he visto en las entrañas de una tórtola.
Sabedlo de una vez ¡Oh cadmeos! Esta mañana, y cuando ya había concluido de aderezar el fuego en los respectivos altares de los dioses y quemar en su honor olorosas grasas a cada uno con respecto su rango, me dispuse a sacrificar una tórtola de doradas alas en honor de Zeus cronión, padre de los dioses y de los hombres. Ya ardía con melodioso crepitar la leña que previamente había colocado sobre el pulido altar y al cielo levantaba sus flamas como impaciente por recibir en ellas las vísceras del ave que yo meticulosamente escudriñaba entre mis dedos.
Por suerte para mí, mis torpes ojos ya cansados por la edad, no me llevaron a cometer el más horrible de los sacrilegios; ya que en un principio, no atinaron a descubrir las impurezas que aquellas entrañas contenían.
Sólo cuando Zeus, como si con ello quisiera rechazar mi ofrenda, con horrísono grito tronó en las alturas, mis ojos descubrieron aquellas dos larvas, dos diminutos gusanos que junto a la hiel contenían las entrañas de aquel infeliz pájaro que yo me disponía a extender sobre las candentes brasas. Zeus apartó las nubes, y los rayos del naciente sol que ya se alzaba sobre el horizonte permitieron a mis ojos contemplar detenidamente a las dos horribles y diminutas criaturas. El cuerpo de una era tres veces mayor que el de la otra, y con repugnantes movimientos desformaba mil veces su cuerpo y movía su cabeza; que semejaba a la de una diminuta esfinge, con una voracidad tal, que incluso parecía querer devorar a su compañera.
Como dije, por suerte para mí y para los cadmeos, no hubo sacrilegio; ya que ni una sola gota de sangre cayó sobre el fuego sagrado. Pero, sobre nosotros pesa ahora el preocupante vaticinio que Zeus nos envía mediante aquel ave del mal agüero...
(Murmullos de expectación)
Cleomonte--------Y según tú ¿Cómo debemos interpretar este mensaje del dios, Tarsístides?...
Tarsístides----------¡Oh buen Cleomonte! No sabes cuanto lamento no poseer los dones de Tirisias, para interpretar y valorar correctamente los mensajes de los dioses. Pero, tampoco soy un lerdo en esta materia, y puedo asegurar que el mensaje no puede ser más negativo para los cadmeos:
Yo veo en las dos larvas que devoraban a la tórtola; a la cual comparo con nuestro ejército, a otro mal que igualmente devora a éste por dentro.
Y, aunque éste aguante hasta el sacrificio, lo mismo que aguanto la tórtola, al final su sangre no será vertida en honor de los dioses; en los que yo veo a nuestra ciudad; sino que servirá de reclamo a los perros que comerán su carne, lo mismo que ocurrió con la del ave que esta mañana arrojé furioso fuera del sagrado recinto.
Prisístales-------(con ironía) ¿Y quién es la otra larva que devora a nuestro ejército, Tarsístides? Antes dijiste que una era yo... ¿Quién es la otra?...
Cleomonte---------¡Basta ya, Prisístales! No compliquemos aún más las cosas...
Prisístales-------------No ¡Por Zeus! Todos lo habéis oído. Este hombre me ha acusado de ser una desgracia para nuestro ejército. Y yo tengo derecho a defenderme.
(Rumores cuchicheos)
Una voz-------------¡Eso es verdad! Prisístales ha sido acusado de algo terrible, y yo creo que tiene todo el derecho a pedir una explicación por parte de este hombre.
Cleomonte---------¿Vais a hacer caso de las palabras de un viejo loco?
¿Quién de vosotros cree ya sinceramente en vaticinios? Hace mucho tiempo que murieron; si es que en realidad existieron alguna vez, los Tirisias y los Calcantes. ¿Desde cuando en toda Grecia no se realizan ya consultas a los oráculos? Estas cosas son hoy puro formalismo. Y el fuego
sagrado, si es que arde todavía en los altares, lo hace por tradición nada más. Que bien sabemos hoy que los dioses tienen cosas más importantes que hacer, que no estar constantemente preocupándose por lo que hacemos los míseros mortales.
(Comentarios de aprobación)
Tarsístides---------¡Oh buen Cleomente! Gracias por intentar defenderme aun a costa de hacerme pasar por loco.
Pero, en lo que no puedo estar de acuerdo contigo es en los otros argumentos que has esgrimido en mi defensa. Con ello has demostrado a las claras el tipo de educación recibida en ese antro de perversión que es hoy Atenas, a la que en mala hora te enviaron tus padres para completar tu formación. No, no puedo estar de acuerdo ni necesito palabras rayando en la blasfemia para defender mi nombre, como tampoco razonamientos aprendidos de esos locos filósofos atenienses, con los que tu pretendes demostrarme que estoy fuera de lugar y tiempo. Bien sé, Cleomente que los hombres hemos perdido el norte. Pero, que lo hallamos perdido ¿Acaso quiere decir que el norte no exista?...
Prisístales-----------(Con ironía) ¡Esta si que es buena!
Tarsístides-----------En cuanto a ti, joven, cuya soberbia iguala tu belleza, nada tengo que explicarte, puesto que de nada te he acusado. Si es que en tu cabeza hay lugar para la memoria y no la ocupan por entero los asuntos del placer; recordarás, bello Prisístales, que sólo dije “quizá” y esto no te acusa de nada, puesto que es un término de posibilidad en el que todos estamos inmersos.
Otra cosa hubiera sido que yo te acusara basándome solamente en mi intuición; que por ahora me reservo, y de la que por bien de los cadmeos ¡Juro por los dioses! Preferiría estar equivocado.
He dicho cuanto tenía que decir. No os molestéis en informar de esto a nuestro invicto General. Pues él, cree menos que vosotros en estas cosas.
Sólo confía en la fuerza de sus brazos y en la agudeza de su ingenio.
Veamos pues, cómo utiliza ahora ambas cosas contra los designios de los inmortales...
(sale)
Cleomonte-------------¡Por Zeus! Que este hombre ha venido a aguarnos el vino de la fiesta. Y me preocupa; pues a pesar de que yo no creo en vaticinios de ninguna clase, sí he notado en la amargura de sus palabras un razonamiento que va más allá de lo puramente religioso... ¡Creo que Epaminondas debe ser informado de este asunto! Parto enseguida para Megalópolis.
Prisístales---------(Con ironía) ¡Muy bien! Parte ahora mismo a turbarle el reposo a nuestro General, porque una tórtola enferma ha caído en las manos de un viejo chiflado que le ha seccionado las entrañas... Parte pues, Cleomonte, parte rápidamente a llevarle a Epaminondas esta importante noticia. Es lo único que podrás contarle; porque ¿Acaso crees que el razonamiento que nos ha expuesto el viejo, Epaminondas lo ignora?
¿Acaso, lo ignorábamos los aquí reunidos antes de que el viejo entrara?
¡Vamos, Cleomonte! Esto lo sabe ya hasta el último soldado de nuestro ejército. Lo que pasa es que él conserva todavía intacta la confianza en su General. ¿La conservas tú, Cleomonte?
(Tensión ambiental)
Cleomonte-----------¿Qué insinúas, bastardo afeminado?
(Crece la tensión)
Prisístales--------------Nada, Cleomonte. Después de oírte hablarme así, ya sobran las insinuaciones. Bastaron las palabras de un viejo chiflado para fundir las máscaras de cera...
Cleomonte-----------No he querido ofenderte, Perdona.
Prisístales-----------¿Puede restituir mi perdón la confianza en nuestra causa?
Cleomonte-----------Nunca perdí tal confianza.
Prisístales-------------Quizá, porque nunca la has tenido. ¿No es así?...
Cleomonte-----------Eres injusto conmigo, Prisístales. Y sabes como nadie hurgar en las heridas abiertas. Por eso, vamos a hablar claro de una vez por todas y sin recurrir a la argucia de la metáfora, a la que eres tan aficionado.
Cuando tú dices: “nuestra causa” ¿A qué causa te refieres, a la tuya y la mía en particular, o a la que ambos tenemos con la ciudad de Tebas?
Prisístales----------Acaso ¿No son la misma?
Cleomonte----------No, no lo son. Como tampoco son homosexuales todos los hombres de nuestro ejército. Aquí hay dos causas; aunque aparentemente parezcan una sola. Porque si sólo existiera la nuestra resultaría que los demás hombres no tendrían causa por la que luchar, ya que no prestaron el mismo juramento que prestamos nosotros. Y si, por el contrario, sólo existiera la de ellos ¿Qué se habría hecho entonces de la nuestra?...
Prisístales--------Nosotros luchamos por las dos. Si así lo quieres.
Cleomonte-------Entonces, Prisístales, no tengo inconveniente en aclararte que, una de ellas va perdiendo en mí la fuerza que la otra va ganando. Por eso, que no me obligues a elegir, porque llegado el caso como parece ser que se avecina, elegiré la causa común que defiende nuestra ciudad de Tebas, en detrimento de la otra que sólo defiende nuestra homosexualidad.
Prisístales--------¡Por Zeus! Que llegas a ser enrevesado cuando te lo propones. Parece que las palabras del viejo Tarsístides, han hecho mella en tu conciencia y ahora te avergüenzas de unos sentimientos que tú tenías por nobles.
Cleomonte----------¡Yo no me avergüenzo de nada! Sólo estoy diciendo que antepondría mi amor por Tebas a todo lo demás.
Prisístales----------Hasta hoy han sido compartidos en ti ambos amores, y nos han dado buenos resultados en esta guerra ¿Por qué ahora no pueden seguir siendo igual?
Cleomonte----------Quizá, porque hasta ahora no hemos tenido la ocasión de comprobar lo que interfiera un amor en perjuicio del otro. Es fácil regocijarse en la victoria. Pero, en la derrota ¿Qué pasará Prisístales, el día que nos alcance la derrota?
Prisístales--------¡Ni lo sé, ni me importa! ¿Has olvidado el juramento que hicimos ante Epaminondas? “Fidelidad hasta la victoria o la muerte”.
Con esto nos propusimos demostrar ante el mundo que nosotros, los homosexuales, éramos tan hombres como los demás. Muchos de los nuestros han muerto ya por esta causa.
Cleomonte---------Eso es verdad. Muchos hombres han muerto y seguramente morirán muchos más. Pero, no creo que sea para demostrar nada. Yo estoy seguro de ser un hombre como los demás; y por lo tanto, también con sus mismas virtudes, vicios y miserias ¿Tú no, Prisístales?
Prisístales-----------Yo...
Cleomonte---------No me respondas ahora; piénsatelo y hazlo a mi regreso de Megalópolis.
Prisístales----------¿Pero, es que te vas?
Cleomonte---------Sí. Voy a ver que pasa en nuestro cuartel General.
(Sale)
(Fin del primer Acto)
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