AMOR A TRAVÉS DEL TACTO.

Indudablemente estos dos años en que la pandemia nos obligó al distanciamiento físico sentimos más que nunca la carencia de este contacto tan enriquecedor, experiencia que nos enseñó a valorarlo en su justa medida.

Tocar y ser tocado, estrecharse en un abrazo, tomarse las manos, aceptar una caricia…
Dar y recibir afecto, consuelo o reconocimiento es importante para nuestra salud física y psíquica. Existen  investigaciones importantes realizadas tanto en seres humanos como en animales que lo atestiguan como así también fue demostrado en medio hospitalario en pacientes de alto riesgo, cardíacos y terminales. Los niños que son suficientemente acariciados aumentan más rápidamente de peso y evolucionan como individuos más independientes y seguros de sí mismos. No olvidemos que durante los meses de gestación ellos son acariciados por las “olas amnióticas” en el vientre materno. Está demostrado el efecto beneficioso de la lactancia materna que no solo depende de los componentes de la leche humana sino también del contacto “piel a piel” del bebé con su madre.
El tacto es el más esencial y extenso de los sentidos y proporciona un placer inmediato. Es la “clave” de la humanización.
La piel, su órgano, se renueva constantemente; es sumamente versátil, protege del medio ambiente y tiene múltiples funciones.
Las manos son las mensajeras de la emoción.
Un masaje mejora tanto al destinatario como al que lo proporciona. Para ello solo se necesita calma, buena y respetuosa predisposición y deseos de ayudar para combatir el estrés.
Su poder curativo produce un estado de comunión con el otro ser, alivia el dolor de la soledad y sirve como auxiliar de cualquier tratamiento médico.

Delia Checa - D. A. R.
Mendoza, Argentina