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    ALREDEDOR DE 200 TEXTOS CORTOS Y ULTRACORTOS, tercera parte

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    Aljamod


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    ALREDEDOR DE 200 TEXTOS CORTOS Y ULTRACORTOS, tercera parte Empty ALREDEDOR DE 200 TEXTOS CORTOS Y ULTRACORTOS, tercera parte

    Mensaje por Aljamod Vie Oct 26, 2012 8:41 pm

    AÑO 2007 - 2011

    PRIMERA PARTE


    El tigre y yo

    Se paseaba de un lado a otro, sus rayas negras parecían confundirse con los barrotes de la jaula. De tanto en tanto su mirada buscaba, fugazmente, la mía. A veces bostezaba largamente, abriendo su inmensa boca de largos y blanquísimos colmillos, maniobra que ejecutaba tan solo para hacerme ver cuán fácilmente podrían sus dientes cerrarse sobre mi garganta, aunque el tigre parecía olvidar algo muy importante: los barrotes de hierro que nos separaban.

    Luego de transcurridos unos minutos se aburrió y relamiéndose los bigotes se fue, dibujando con su cola graciosas figuras en el aire cálido de la tarde. Si bien su partida me tranquilizó un poco, quedé algo triste y un tanto abatido, en la abrumadora soledad de mi jaula.



    El mal genio de Dionisio

    Una tarde de setiembre compré una botella de vino tinto que se encontraba solitaria en un estante del Supermercado de la esquina. Por la gruesa capa de polvo que la recubría supuse que habían pasado varios años desde que fuera envasada, pero al ver que decía Tannat cosecha 2011, con gran perspicacia deduje que allí eran poco afectos a la limpieza.
    Al llegar a casa tomé una copa y me dispuse a descorchar la botella del preciado líquido, decidido, en primer término, a paladear esa marca que aún no conocía, y posteriormente, a comprobar si había mucha borra en el fondo de la misma. Apenas la destapé me invadió su aroma penetrante, aunque no conseguí distinguir los "aromas a frutos rojos y negros muy maduros, especias, chocolate amargo que se acentúan cuando se estaciona por algún tiempo", descripción que lucía la coqueta etiqueta plateada.
    Lo que sí pude notar fue un extraño y ligero vaho que salió de la botella, lo que luego se transformó en una densa humareda para posteriormente tomar una forma humanoide que resultó ser un Genio, con claros signos de estar completamente borracho.
    A continuación, me alentó a elegir tres favores que me concedería gustosamente, a condición de que bebiera solamente una copa de vino.
    Totalmente irritado y a la velocidad del rayo vacié en el fregadero el contenido íntegro de la botella, consiguiendo así la inmediata desaparición del insolente y malvado Genio.
    Presuroso volví al Supermercado y compré la botella del Tannat de siempre, la cual puede comprobar, contenía poca borra en el fondo.



    ¡No!

    Le digo ¡No! a la sensiblería barata que va de la boca para afuera, a los dóciles corderos siguiendo caminos trillados por los monos de Gibraltar, al amarillismo de ceguera que ofrecen prensa y TV, a los chismes de gente que no tiene vida propia (y a los chimenteros profesionales). Le digo ¡No! a quienes se dejan imponer el consumismo brutal tan solo para sentir que no son menos que los demás, a la hipocresía diaria de quien te sonríe de frente y te apuñala por la espalda, a los titiriteros de un mundo que entrega oro a cambio de espejitos de colores, a la oculta mano que mece las cunas y anestesia las mentes de nuestros niños. Le digo ¡No! a todas las mentiras que nos han contado a lo largo de la historia, a quienes nos empachan con entretenimientos porque no es conveniente que pensemos, a los que intentan convencer a los modernos esclavos de que el trabajo es salud, y por sobre todo, le digo ¡No! a esas personas criticonas y negativas que siempre tienen un no en la punta de la lengua.



    ¡Para qué carajo quiero una computadora!

    Cuando leí el comunicado de la gerencia, a través del cual la empresa nos ofrecía a todos los empleados computadoras a precio de costo y a pagar en cuotas con muy bajo interés, mascullé a mis compañeros...

    – ¿Computadora? ¿Y para qué carajo quiero una computadora? ¿Para estar todo el día como un tarado jugando jueguitos estúpidos?

    Algunos años más tarde alucinaba bajando canciones que amaba, y que no oía desde que era un niño; discos que sólo hubiera podido escuchar de haber sacado la lotería, y videos que no veía desde el día en que MTV había dejado de ser un canal musical para convertirse en una parodia grotesca.

    En estos momentos, mientras los diez dedos de mis manos presionan sus teclas, recuerdo que he llegado a estar aquejado de tendinitis en la mano del ratón, y vuelvo a repetirme a mí mismo que no es aconsejable escupir para arriba, porque el escupitajo podría caer en el teclado.



    La sed de Victoria

    Haciendo oídos sordos a la estruendosa algarabía con que las miles de personas festejaban la victoria de su equipo en la final, y no pudiendo evitar el recuerdo de que alguna vez también ella, supo exteriorizar su felicidad por esas batallas que se ganan en la vida pero que nos son más que pompas de jabón, gruño entre dientes que la derrota enseña, endurece el carácter, mantiene alerta los sentidos y aumenta la sed de victoria.
    Luego, haciendo sus pensamientos a un lado, se dispuso una vez más a hurgar en el tacho de la basura.



    Un regalo para Martín

    Cuando Martín perdió su canica preferida en un hoyo que había en el borde de la vereda fue tal su disgusto que su llanto se escuchó en toda la cuadra. No fueron suficientes la promesa de su padre de traerle una bolsa llena de nuevas canicas ni los esfuerzos de su madre para convencerlo de que dejase de llorar a cambio de comprarle el camioncito que había visto en la vidriera de la juguetería; tampoco que su abuela le prometiera una gran torta con mucho dulce de leche ni que su hermano mayor le asegurara que le prestaría la pelota de basket y que además jugaría con él. Martín lloró, gritó y pataleó hasta que el cansancio y el sueño le vencieron, y se fue a la cama mucho más temprano de lo acostumbrado.
    Los años pasaron y Martín se convirtió, primero en una persona adulta, y luego en un profesional, con lo cual consiguió trabajo en una dependencia del gobierno.
    En una ocasión en que debió elegir a una de las empresas que se habían presentado a licitación para la construcción de una obra, mirando nerviosamente a su alrededor, Martín tomó el cheque y disimuladamente lo guardó en el bolsillo de su reluciente saco.



    Viernes, 10:30 P.M.

    Enciende una vela y descorcha el Cabernet que compró en la mañana. Una Polonaise de Chopin suena.
    Sirve dos copas y se sienta a la mesa. La cena estará lista en breves instantes.
    Bebe un sorbo de vino, paladeándolo lentamente.
    Apaga el cigarrillo y queda absorto contemplando el oscilar de la llama.
    Descree en los rituales pero cada viernes ejecuta el suyo.
    Ya no importan los motivos. Solo cumple con el papel que le ha tocado en suerte.
    El ya no vive en este mundo.



    Algo

    No me faltan el pan y el vino.
    Cada tarde rindo tributo a Orfeo.
    Los días no me parecen ni más cortos ni más largos.
    De tanto en tanto río con los amigos.
    No me seduce ninguna religión.
    Estoy en el umbral de la madurez.
    Mis padres aun viven.
    Tengo la impresión de que algo me falta.



    Un brillante científico

    Hace cuatro años que Julián trabaja en una de las empresas farmacéuticas más grandes del mundo. Al principio le costó bastante acostumbrarse al ambiente y ritmo de trabajo. Las presiones eran muchas y en ciertos momentos se le tornó muy difícil adaptarse a la mentalidad de los dueños de la multinacional. Pero le bastó un descubrimiento importante para pasar a formar parte del mismísimo directorio de la empresa.
    Descubrió y aisló la mutación de séptima generación de un virus hasta entonces desconocido, el cual siendo fácil de esparcir y sumamente contagioso, podría acabar con la vida de millones de personas en todo el mundo.
    Y claro está, descubrió el principio activo que lo destruye.



    Un hombre y su hijo

    Un hombre caminaba con su hijo de 6 años por una plaza atestada de gente cuando vio que el niño tiraba al piso el envoltorio de una golosina que le había comprado segundos antes. Detuvo entonces la marcha y regañó severamente al pequeño, obligándolo a recoger el papel y depositarlo en un recipiente para residuos que por allí había.
    Algunos minutos más tarde, mientras caminaban de regreso a su casa por una calle poco transitada, el hombre arrojó a la vereda la caja de cigarrillos que había quedado vacía.



    La tarde que llega a su fin

    La tarde llega a su fin. Arriba, la luna y el lucero dominan el firmamento.
    Sentado en mi jardín, acompañado de termo y mate, contemplo la pequeña viña que se extiende, calle de por medio, frente a mi casa.
    El sonido de Marley no desentona con el canto de las aves posadas sobre el enorme ceibo y los cables del tendido eléctrico.
    ¿Es necesario algo más para sentirse dichoso?



    Molesto, pero necesario

    ¿Quién no ha tenido alguna vez problemas para encontrar ese objeto tan molesto pero necesario, que a través del tiempo ha ido reduciendo su tamaño y aumentando su complejidad e importancia?
    Hoy en día la tecnología ha llegado a modificar su fisonomía a tal extremo que en países avanzados ya ni siquiera es como antes, se ha transformado en una especie de símbolo, aunque aún se mantiene en uso la acción que con ese molesto pero necesario objeto se realiza. En los países subdesarrollados todavía existe, y es tan importante que su extravío complicaría la vida a más de uno.

    Casi desde los albores de la civilización, tiempo en el cual el hombre comenzó su utilización debido a la invención de la propiedad privada, las llaves han sido de uso común y diario.
    La primera llave que documenta la historia procede de Nínive, ciudad de la antigua Mesopotamia. En Egipto, hace 4.000 años, eran de madera y, como sucede con casi todo novedoso objeto que hoy se lanza al mercado, su uso era exclusivo de las personas adineradas. A través de Teodoro de Samos, siglo VII A.C., fueron los griegos quienes la perfeccionaron y pusieron a disposición del pueblo. En la época de las Cruzadas, y mediante los cinturones de castidad, fue de utilidad para gran número de Caballeros, quienes pudieron pelear sus guerras contra los fieles al Islam con la tranquilidad de que sus esposas no les fueran infieles.
    Después, con el transcurso del tiempo, nació la profesión de cerrajero.
    Y es precisamente eso lo que estoy esperando mientras escribo esto. Un cerrajero que me permita entrar a mi casa, ya que perdí las putas llaves.



    Fritjof Capra y las palomas

    Hace ya unos meses que un par de palomas rondan el techo de mi casa. Al principio no les presté mayor importancia, más allá del "uh uh, uh uh" que en ocasiones se escucha por la boca de la estufa, y el "uh uh, uh uh", que en el silencio casi absoluto de las mañanas de domingo, más de una vez me ha despertado. Pero hace un par de semanas atrás, al lanzar una piedra hacia el techo para espantar a la molesta pareja, resultó que salieron ocho palomas volando.

    Hace unos instantes terminé de lavar el piso de la sala y de la cocina-comedor. Luego de que se fueron los muchachos que vinieron a limpiar la estufa, aunque el piso de color gris oscuro no lo evidenciara, había quedado todo sucio. Para darme cuenta del grado de suciedad que había quedado me bastó con mirar la planta de uno de mis pies, ya que durante el verano suelo andar descalzo en mi casa, porque como dice Tabaré Rivero: "...por qué para andar un rato nos ponemos un par de zapatos...".
    Lo que más me molestó de la limpieza de la estufa no fue el hollín que quitaron del pulmón, sino la cantidad de tierra, pasto y, sobre todo, excremento de palomas que había depositado en él.

    – ¡Mierda! –dije–. ¡Qué cagada! ¡Resulta que el invierno pasado comí algún que otro asadito con aderezos especiales!

    Uno de los muchachos me sugirió que comprara un poco de maíz, que lo metiera en una botella a la que previa o posteriormente debía llenar con querosene, y que luego de un tiempo retirara el maíz y lo dejara secar al sol y lo esparciera sobre el techo.

    – Eso de seguro las matará –me dijo.

    Me pareció bastante cruel matar de esa forma a las palomas, y creía que utilizar una chumbera era un poco más civilizado.

    Según lo expresado por Fritjof Capra (físico austríaco que busca una integración sobre la visión mundial de la física moderna y la visión de Buda, Krishna y Lao Tzu) en su libro "El Tao de la Física", o mejor dicho, de acuerdo a lo que a mí me quedó luego de haberlo leído, no sin poco esfuerzo, es que aún no se ha encontrado el ladrillo básico de la existencia. Cada pequeña partícula de materia que se ha analizado está compuesta a su vez por otras partículas más pequeñas, y así presumiblemente hasta el infinito.
    Como siempre sucede en cada ocasión en que aparece el concepto de infinito, me vino a la mente el envase de pulidor Bao que solía mirar de niño, y en cuya etiqueta podía verse a unas personas sosteniendo en primer plano un pote de pulidor Bao en cuya etiqueta podía verse a un grupo de personas sosteniendo en primer plano un pote de pulidor Bao en cuya etiqueta podía verse...

    La idea que me quedó del libro del buen Capra podría resumirse de la siguiente manera: todos estamos conectados, de alguna forma, con todos. Es decir, todos somos Uno.
    Así que aun no decido qué hacer con las palomas. Si todo y todos estamos conectados, creo que lo más humanitario sería comprar un par de metros de tejido de alambre para tapar la boca de la chimenea. Es preferible desalojarlas que matarlas porque, tal vez, estaría matando algo de mí mismo.



    ¡Ah!

    Notó que sus pulsaciones aumentaron, mientras su cuerpo se recargaba de una energía que hacía mucho no sentía, pero que conocía muy bien. Esa sensación de libertad y poder que lo invadía parecía convencerlo de que podría alcanzar cualquier meta que se propusiera.
    Desde un cielo despejado de nubes el sol daba vida a su sombra, que moviéndose a buen ritmo, se deslizaba sobre la hierba amarillenta que flanquea a la angosta carretera zigzagueante que termina perdiéndose entre el monte que anuncian los primeros eucaliptos, que ahora le ven pasar.
    ¿Cuánto hacía que no salía a correr? ¿Dos años? ¿Tres quizá? Eso ya no interesaba. Lo importante era que marchaba, consumiendo metros, quemando calorías, oxigenando la sangre, reactivando los músculos de sus piernas y las células de su cerebro. El airecito tibio de la tarde acariciaba su cuerpo perlado de transpiración.
    ¿Por qué motivo había dejado sus aeróbicos a un lado? ¿Falta de tiempo? ¿Cansancio? ¿Ausencia de motivaciones? ¿O por aquella lesión que nunca curó bien y que ahora le hacía pegar un grito y rodar por el asfalto?



    Las palabras mágicas

    Luego de varios años de estudiar ancestrales tradiciones, antiguos tratados de magia, hechicería, teología y cosmogonías varias, viviendo en la cabaña de mi Maestro, al pie de las montañas, retorné al mundo civilizado.
    Durante mi larga ausencia las cosas no habían mejorado demasiado, casi diría que estaban peor. El mundo seguía siendo aquel lugar hostil en donde pasé mi infancia y adolescencia, así que de inmediato, me aboqué a aplicar todas mis enseñanzas en el diario vivir, en especial lo aprendido en los tratados de Magia y Hechicería.
    Mi mejor arma fue la utilización de las Palabras Mágicas, gracias a las cuales se me abrieron infinidad de puertas, aunque debo decir, encontré una tenaz resistencia en muchísimas personas que al parecer, son totalmente inmunes a las palabras mágicas “permiso”, “por favor” y “muchas gracias”.



    La lucha de un guerrero

    Ser un guerrero fue su sueño durante mucho tiempo. No menor fue el tiempo que le llevó prepararse física y mentalmente para lograr la meta. Una vez alcanzado el objetivo, debió ponerse a la búsqueda de una batalla en la cual poner a prueba su destreza. No pudo hallar ninguna. Buscó luego algún combate, una pequeña escaramuza, pero nada encontró. Entonces inventó una guerra. Imaginó la época y el lugar. Entrevió el campo de batalla, los combatientes y sus armas. Sintió el olor de la sangre derramada, contempló las feroces llamas de la aniquilación y oyó los desgarradores lamentos de los heridos. Y cuando finalmente fue derrotado, apresado y torturado, maldijo la estupidez humana que llegó a inventar cosas tan atroces como la guerra.



    Un sorpresivo encuentro

    A medida que avanza con lentitud, siente la fresca humedad que flota en el aire. El espeso colchón de hojas que cubre el suelo del bosque aún no ha sido tocado por los primeros rayos del sol, que débilmente comienzan a asomar por sobre la línea de un horizonte que no alcanza a ver desde donde se encuentra.
    Los días han pasado, el otoño se ha marchado y pronto comenzarán a hacerse sentir los primeros fríos intensos.
    Aunque aún es muy temprano, los animales comienzan a despertar de la más larga noche del año, y ya puede oírse el canto de algunos pájaros que saludan con alborozo la llegada de un nuevo día.
    Mientras que el bosque va cobrando vida y color, luego de una noche que como toda noche en el bosque, es sinónimo de inquietud, ella se dirige hacia el espacio desarbolado en donde suele pasar las mañanas de la estación fría.
    Realmente no espera de esta vida mucho más de lo que le pueda llegar a dar. Acepta cada cosa que el destino le pone delante. Pero de pronto aparece el hombre, quien coge una vara con la cual la golpea fuertemente. Su cuerpo cruje como una rama seca. Ahora es solamente un colgajo pendiendo de la vara del hombre. Su cabeza roza la cola, y su lengua bífida cuelga entre los colmillos huecos y aún viscosos por la sangre de su asesino, que muy pronto la acompañará.



    Crimen en una noche de verano

    Agazapados al costado de la ruta, no lejos de la estación de servicio y amparados por la impunidad que les otorga la noche, pacientemente esperan el paso de sus víctimas.
    Les llevó un par de horas de estudio, y antes de eso, unos cuantos días de observación, pero han planeado cuidadosamente esta operación que los llevará hacia su objetivo: los corazones de sus víctimas.
    En el instante preciso comienza la calculada maniobra, que no dura más de un par de minutos.
    Trepan al camión que ha partido desde la estación y lentamente asciende el largo repecho. Las víctimas son tiradas hacia la banquina donde minutos después son devoradas.
    Nada como los rojos y frescos corazones de unas cuantas sandías maduras, en una calurosa noche de verano.



    Del anonimato a la fama

    Cuando tu nombre nada significa, nadie te presta la menor atención, pasas totalmente desapercibido, ignorado. Pero cuando tu nombre tiene cierta reputación, muchos hablan de ti, escuchan tu música, leen tus cuentos, se visten como tú, toman tus opiniones como propias e incluso te felicitan cuando vas por la calle.
    Eso no significa que por arte de magia y de la noche a la mañana te hayas convertido en un músico virtuoso, un hábil deportista, un escritor ingenioso o un excelente actor. El solo hecho de que unas pocas personas hayan puesto sus ojos en ti ha llevado a hacer lo mismo a unas cuantas más, y si quien te dedica su atención es alguien de renombre, luego las personas son muchas más...
    Más tarde puede que un sello discográfico, un club de fútbol, una editorial o una agencia de artistas se interese por tus cualidades, y si la suerte está de tu lado los medios de comunicación traerán consigo esa mágica fórmula de lograr adeptos en forma masiva, y que se conoce como publicidad.

    Los Beatles, esa mágica conjunción de músicos responsables de buena parte de las mejores canciones que nos ha regalado el siglo XX, comenzaron votándose masivamente a sí mismos, consiguiendo la atención que necesitaban para despegar.
    Desde luego que no siempre la cosa se trata de publicidad. Es necesario además tener un buen oído, sensibilidad, perfecta noción del tiempo y la destreza suficiente para ejecutar un instrumento, en el caso de un músico; un estado físico insuperable, dominio del balón, agilidad y buen pie, cuando se trate de un jugador de fútbol; cierto conocimiento de un idioma, memoria y un poquitín de ingenio en aquellas situaciones en que se trate de un escritor; empatía, actitud de diversos tipos y un gran carisma cuando sea un actor. También es necesario poseer (esto es común a todos) Amor por lo que se hace.

    Aun reconociendo que lo hecho por Los Beatles sería una buena treta a efectuar cuando se tiene el sueño de publicar un libro y, lo más importante y difícil, convertirse en un escritor, soy totalmente consciente de que hoy día esa treta es algo complicada de realizar con todo esto de las direcciones ip, los cookies y los spywares.

    Si algún día, una mágica combinación de azar, destino y causa-efecto, me convierte en un escritor, que Dios, Mahoma, Krisna, Visnú, Buda y todos los santos del cielo marchando juntos por el camino del Tao, me libren de la Fama, y de lo que es aún peor... ¡creérmela por haberla conseguido!



    Mi detector de mordacidades

    Soy una persona que a menudo utiliza la ironía para expresarse, pero debo aclarar que lo hago solo en algunas de las cosas que escribo. En la vida real solo la utilizo con gente conocida o amiga, y entre bromas, ya que es una herramienta que pude llegar no solo a molestar, sino que puede herir a las personas. Y como soy bastante consciente de que existe gente que utiliza el cruel sarcasmo en forma diaria, casi siempre tengo encendido mi detector de mordacidades, sobre todo cuando se trata de algún elogio que pueda recibir, y de los que la mayor parte de las veces descreo, porque además, y dicho sea de paso, soy bastante desconfiado.
    Sin ir más lejos, el otro día me comuniqué telefónicamente con el mandamás de una editorial a la cual había enviado los textos que logré escribir durante seis años. El jefazo, con un altisonante parloteo intelectual que no llegué a comprender del todo me dijo, entre otras palabras que no recuerdo, que me encontraba a la vanguardia de los escritores actuales, que mi trabajo le había resultado de lo más original, ingenioso e inteligente que había leído en los últimos tiempos, y que sería un gran honor para él y su editorial contarme entre sus más prestigiosos literatos.
    Primero solté una risita nerviosa. Luego, una generosa carcajada. Después le agradecí.
    Pero más tarde, y por las dudas, lo mandé a la puta madre que lo parió. Acto seguido en la línea se escuchó un tu, tu, tu, tu, el cual atribuí al pésimo estado de las líneas telefónicas.



    Empleado del Señor

    Mi nombre no importa, basta con decir que soy empleado del Señor, del Sr. Manuel, propietario de una carnicería en la cual trabajo desde hace un par de años. El confió en mí y en mis aptitudes, ya que soy médico especializado en medicina forense, carrera que me llevó nueve años finalizar, aunque no ejerzo. Y si bien llegué a considerar seriamente la idea de ejercer (la prostitución), porque sé que en ella hay dinero seguro, el tiempo pasó y no me decidí. Ahora, con 38 pirulos, creo que ya es algo tarde.
    Cuando mi mujer se enteró de que esa idea estuvo rondando por mi cabeza desde antes de casarnos puso el grito en el cielo, y me preguntó por qué diablos no lo hice. Le respondí que si bien el tamaño de mi sin hueso era imponente, me parecía un poco antihigiénico usarla con cualquier desconocida. Ella me respondió que tenía razón, pero que eso no me impedía ganar algún dinerillo, pues lo único que tenía que hacer era bajarme los pantalones, agacharme, y quedarme quietito dándole la espalda a cualquier desconocido.
    Indignado y levantando mucho la voz le retruqué que para puto yo no servía, porque había probado fresco, mamado y drogado, y ninguna de las tres veces me había gustado.
    Su grito alcanzó entonces el cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter. Hecha una furia me echó el vale cuatro diciéndome que tampoco le gustaba la pocilga de mierda en la que vivíamos, y que sin embargo estaba ahí todos los días. Todos los días nos gritamos, para podernos oírnos, porque vivimos en pleno centro, entre una sala de maquinitas y un boliche de Salsa.
    “Salsa para vivir, salsa para ser feliz” dice una canción de Los Twist, y bailando un twist de Chubby Checker nos conocimos en un baile de disfraces. Ella llevaba un gracioso disfraz de bruja y yo uno de Rock Star. A mí me sedujo ver como montaba su escoba, a ella mi lengua a la Gene Simmons. Y no era de utilería.
    Cuando era niño mis padres me llevaron a consulta médica, porque hablaba con un poco de acento frrancés, arrrastrando demasiado la letra errre, y la doctora creyó que cortando mi frenulum linguae arrreglaría el inconveniente.
    Luego el problema fue otro, pero a los doce años conocí a Kiss y ya no me sentí tan solo. Aunque unos años más tarde mi lengua me permitió estar en compañía de mi mujer.
    Cuando la conocí nunca pensé que su disfraz de bruja era en verdad su atuendo de todos los días, y que su escoba volara de verdad. Claro que ella tampoco imaginó que mi ropa de cuero y tachas, y mi cara pintada como la de un murguista era lo que usaba a diario.
    A diario me solicitaba que utilizara en ella mi “sin hueso”, porque aseguraba que la hacía volar más que su escoba, la que últimamente estaba perdiendo las pajas. De las pajas no voy a hablar, porque considero que es algo muy íntimo. Pero si de confesiones se trata, he de hacer la mía.
    Una tarde corté varias de las cuerdas que unían las pajas de la escoba de mi mujer, y cuando esa noche se fue a una reunión con sus amigas y colegas de la infancia, cayó al suelo desde inestimable altura.
    Cuando llegó el momento de realizar el reconocimiento de su cadáver no tuve problema alguno. Me limité a mirar a mi colega y asentir con la cabeza.
    Su nombre era Alicia Blair. Su nombre de bruja claro, no el real. El mío no importa. Basta con decir que soy empleado del Señor.



    Sueños

    El hombre cerró el libro que acababa de leer y por unos instantes una sonrisa iluminó su semblante. Sus ojos brillantes observaron el sol, que lentamente comenzaba a ocultarse en el horizonte.

    – Un mundo perfecto es imposible –pensó–, mejor quizás sí, pero la perfección esta vedada al hombre.

    Entrada ya la madrugada apagó la luz y se dispuso a dormir. En su mente imaginó un mundo mejor, hasta que el sueño profundo se apoderó de sus sueños...

    El otro hombre cerró el libro que acababa de leer y por unos instantes una sonrisa iluminó su semblante. Sus ojos brillantes observaron los últimos rayos de sol, que lentamente comenzaba a ocultarse entre los rascacielos.

    – Un mundo perfecto... Claro que sí, en eso estoy –pensó, divertido por la idea–. Entonces levantó el tubo y llamó a uno de sus socios para contarle que la crisis económica mundial continuaba según lo planeado, que lo de Irán estaba más cerca, y que lo de Haití había sido todo un éxito.



    El quinto

    Fileteaba un trozo de carne cuando se hizo un tajo en la yema del dedo. Soltó una puteada y fue en busca de una gaza con la cual vendarse el índice. Momentos después y con el mismo cuchillo intentó abrir un paquete de galletitas, pero la punta zafó del nylon y se la clavó en la frente, un par de centímetros sobre la ceja izquierda. Más caliente que adolorido lo tiró con tal furia y buena puntería que fue a quedar clavado en su pie derecho. Rabioso, de media vuelta y con la zurda, le encajó una patada a la silla que tenía a su espalda, con lo que obtuvo una fractura expuesta de tibia y peroné.
    Ya en el hospital, furioso vociferaba que demandaría al terapeuta que tenía la culpa de todo porque la estúpida terapia no había dado resultado.
    El médico tratante le suministró 20 mg de haloperidol no sin antes, y por las dudas, colocarse un barbijo a modo de máscara.



    Las luces en el cielo

    La infernal cohetería acalló el seco estampido del disparo, que resonó por un instante en sus oídos. Aun confundido y un tanto mareado a causa del estruendo producido por el arma, miró hacia el cielo, donde decenas de estelas ascendían velozmente hasta estallar en miles de coloridas lucecitas que morían casi al instante de haber nacido.
    De eso se trata todo, pensó.

    – El nacimiento y la muerte son dos puntos de un corto recorrido que parece no tener sentido, un brevísimo trayecto en la inmensidad del espacio-tiempo que, tal como las lucecitas rojas que se desvanecen en la nada tan solo segundos después de haber nacido, es solo un minúsculo suspiro apenas perceptible, el pestañeo de los ojos que oyen un estruendo.

    Guardó el arma y dirigió la mirada hacia la sangre que manaba del orificio en el pecho de un hombre que, tirado en el suelo y con los ojos desmesuradamente abiertos, parecía contemplar extasiado los fuegos artificiales que estallaban en la noche y surcaban el cielo en todas direcciones, como quien por no saber hacia donde dirigir la mirada puede verlo todo.

    – No son más que pequeñas lucecitas que nacen y mueren, todo se trata del tiempo interactuando con el espacio, partículas de un punto en el libro inconmensurable de la historia del universo, otro nombre que borrar de mi lista, tan solo uno más que debía morir, como mueren esas lucen en el cielo y como yo mismo he de morir en algún momento determinado.

    Recogió el casquillo, buscó en los bolsillos del hombre hasta dar con la llave y se la guardó. Luego, con el paso lento y sin dejar de observar las luces en el cielo, se encaminó hacia la escalera y bajó a la calle, mezclándose al fin con la gente que despedía el año de forma estruendosa.

    No pudo ver el nacimiento de aquella luz, un fogonazo que brotó a su espalda y le hizo sentir un frío intenso recorrer todo su cuerpo. Durante unos instantes desesperados contempló el cielo buscando la estela de luz, pero cayó de rodillas sobre la acera, luego su cara golpeó el pavimento y aquel fuego que lo atravesó de lado a lado fue a morir incrustado en una pared.

    De eso se trata todo, pensó por última vez, y mientras alguien revisaba sus bolsillos, cerró los ojos y se quedó contemplando aquella oscuridad impenetrable que, curiosamente, parecía estar formada por pequeños puntitos que semejaban luces en el cielo.



    En cualquier lugar del mundo

    Parado sobre la arena californiana de Hermosa Beach, y como casi todos los días, James contempló la puesta del sol sobre el Pacífico, mientras en el cielo la luna creciente lentamente iba tomando posesión de la noche.
    No lejos de la central nuclear de Ascó y sentada a orillas del Ebro, que mansamente corre hacia su delta, Mercedes observó divertida la loca carrera de las nubes en el cielo.
    Habiendo despegado del aeropuerto de Niigata, y desde la ventanilla del avión que la regresó a Seúl, Mizuki disfrutó de la limpidez del cielo sobre el disputado Mar de Japón.
    A la sombra de la Estación Ferroviaria de Terenos, que lo resguardó del sol en un tórrido mediodía de marzo en Mato Grosso do Sul, Luzio descansó su vista en el campo de soja que se extiende hacia el sur.
    En sus mentes, los pensamientos se detuvieron. Sin recuerdos ni expectativas, entregados y absortos en la contemplación del paisaje y el disfrute del momento, encontraron respuestas que no buscaban al descubrir la inexplicable magia que todos los días nos ofrece el Universo, del mismo modo en que hace unos minutos me fue revelada mientras contemplaba la inmensidad de la luna llena sobre los viñedos.


    CONTINUARÁ...



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    Mensaje por darkdubito Lun Oct 29, 2012 8:04 pm

    Aunque ya había tenido la oportunidad de leer "las luces en el cielo" y "la lucha de un guerrero" en tus entregas anteriores -Trabajos excelentes ciertamente- Me quedo nuevamente sorprendido y gratamente impresionado con tu enorme capacidad narrativa y creadora amigo.

    Si algún día, una mágica combinación de azar, destino y causa-efecto, me convierte en un escritor, que Dios, Mahoma, Krisna, Visnú, Buda y todos los santos del cielo marchando juntos por el camino del Tao, me libren de la Fama, y de lo que es aún peor... ¡creérmela por haberla conseguido!

    No debes dudarlo, pues YA eres un tremendo escritor. Es cierto que en el modelo actual de sociedad -¿involución?- los títulos de nobleza y fama, a veces, los dan intereses creados reñidos con todo principio siempre se puede navegar en el alma de las personas cual albatros en el amanecer merced lo que la capacidad que tenemos para insuflarle vida a las letras nos permite. Y tú, eres un ave en libertad que vuela muy alto..

    Espectacular secuencia de escritos.

    Gracias por compartirlo
    Gusto leerte.

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    Mensaje por deliapc Mar Jun 11, 2013 1:48 pm

    Hola Aljamod!!
    Me parecen excelentes tus relatos aunque te confieso que solo he leido una parte.
    Una sugerencia...No publiques tanto de una sola vez, fíjate, es la tercera vez que entro tratando de leer todo para darte mi opinión
    pero no legro hacerlo y supongo que a muchos compañeros les ha pasado lo mismo a juzgar por la cantidad de vistos que tiene y los pocos comentarios.
    También es la forma en que les damos oportunidad a los demás compañeros de ser leidos (es una aspiración de todos...).

    Gracias por compartir tu arte.


    _________________
    Delia

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