Tus ojos son cauces por donde deviene la sonrisa
calma hasta el despertar
mudo el silencio
tácita huella que pernocta el latir
de tu sonroso
y
baña el murmurar tu semblante claro
bellísimo atuendo de sol entre
la luna
que aquieta el suspirar
del manto de la espuma
en un negro silencio
que clama por huir
a despertares ciegos
robando el permanente
retrato de la aurora.
La nieve emerge de tu canto
como una espiral anonadada de sigilo que me envuelve
y da certeros rasgos que yacen al desierto en la promesa
de un único volar en el desvelo
…y el sueño que prepara madejas de oro en rama oculta de noche
es el desventurado corazón que te sosiega
y acuna en su bandada el verano de tu túnica desnuda…
Penetra el llanto ciego
un sueño vacilante en el amparo
que duerme tras el hecho de soñar
tu reparo,
Juglar con ala en vilo y semántica de oro
perpetuamente añoro
su inercia cual espada del sofreno de la lucha
de los mares sobre el sol iridiscente de la espuma
como gallarda noche que separa el aliciente en una noche
y resbala y cae por el Olimpo su bandera inerte de fracaso
y nieva, y perdura su silencio,
como un vago adueñar verdes malezas en el riego
de unos cántaros dormidos que se apremian
a bosquejar una sonrisa en la soñada blancura de tu néctar…
Durmiente ébano de sol,
de sorda albura,
sobre la prismática vertiente montañosa que doblega el viento
y remonta vuelo el celar la diurna espera
su música que añeja verdes púas,
donde llama al viento la madeja
de sus alas
bordeando las espumas y flagrando horizontes trasunidos,
derramados en un ápice de bruma
sobre el llanto
sobre el canto,
sobre flores
que rehúsan la noche y sus estrellas
y se visten de plata en ciertos vuelos
donde cabe admirar los egoístas
nudos
que adelgazan la sombra
sólo a veces,
y se nievan de pragmática
blancura.
Orquídeas
arremeten el sendero de sus noches
donde el alba es prisionera
hasta que devuelva el oro de los soles
su llamada
a la elocuencia de su voz
en la pantera
del viento.
Y sobre el León del mediodía
sus acres solideces hacen bruma
de un carbón
que es fuego al agua y agua al fuego
y sobre el destilado fruto de las gotas
sube nuevamente hasta los cielos
y derrota aquella nube, Sol
y nota.
Es la esmeralda, de tu verde pradera, que te ciega
por la indómita fragancia en su hermosura
que no te deja ver más que su cintura
donde el cielo no rebasa la flor
la flor el cielo,
donde cabe admirar por lo bello la bandera de las nubes
oro que irradia al tegumento de los días su distancia
con el calor que emanan los cipreses,
y la hierba bajo tus pies, bajo tu sombra
hasta que de nuevo
sale el Sol
sobre los astros.
Muero y resucito, resucito y muero
sobre la doble campana de viento que subyace en el otoño de tu nombre,
y el águila me trena, el pájaro responde
la lluvia en su dormir balancea su sueño acomodando su simiente
en el olivo,
y adormecen a esta hora tus cantares
que son sombra a mi tributo hacia las horas
que devuelve el Sol hacia tus penas,
y son penas de sol tu claro a oscuras.
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