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por Cereales en tus cabellos dormidos
Ooh, dime, tú, arcángel de voz matutina,
la sobria endecha que tramonta liviana
a tu sombra inmortal, de risa vespertina
y en el cauce sediento lenta escarcha vana
la sombra sedienta de mañana, asida
por el paisaje trémulo adiós, colorida!
Ooh, dime, tú, sombra enardecida!
Si el color de tu vate acecha tu luna gemida!
Risas, de Oro, en tu testa llorosa, cual bucles
heraldos, consuelan amantes donceles
de nuncias sombras pueriles, bermejan tus crestas,
cual anochecen tus bocas, mojadas de platas enhiestas…
Sombras, platëadas en azur, distante la noche
préstase al alba solícito vuelo,
de rostro que anida en vespertino recelo,
a tu voz afluente de risa de sombra, y fantoche…!
Helado ángel, cabellos de cereal, dormidos de luna
que acendran fluido panal, desnudo en la Odisea,
liviana en tu boca, y labios encriptan su bruna
noche de Solimán aguado en el rostro, desea
la sombra de la voz, que enristra dulzura
henchida para sostener el arrebato que causa,
tu goce en la siembra; sonrisa que nívea y tan pura
enlabia la cera del Oro que busca y recrea la pausa…
Aduce su viril, nocturno, en oro y plata candil de amanecer,
entre sombra y Oro, taimado fue mi albedrío,
irisando la copla gemida del ala prudente desafío
anochece y revuela con el canto en Filomela su resplandecer,
ardiente, nevando un coloquio inmerso
cual asida, trémula bizarría, retoma su verso:
caduco a su vestal, sonoro: engaza su súplica nevada
y en coloquio enamorado resplandece el Oro de su amada…
Tu pluma, sedienta de sílabas y versos, doblega la Música
y en sombras, niegan tus voces, la marmórea y plana altivez
del claro del papel, en Oro, en su nevado chapitel de lírica:
así, desnudo en tu glosa, liviana, herbórea, cual su mudez
resopla candente la Lira: anocheciendo en el alba
la claridad prudente de tu desnuda estrella,
cual alba desafía su querella, y luce su cascalba
claridad, que entona la desnudez de tu bella…
Tramonta, la Obra, celando el oropel al descuido:
y en tu alma, y corazón, da Música al sonido…!
Ooh, dime, tú, arcángel de voz matutina,
la sobria endecha que tramonta liviana
a tu sombra inmortal, de risa vespertina
y en el cauce sediento lenta escarcha vana
la sombra sedienta de mañana, asida
por el paisaje trémulo adiós, colorida!
Ooh, dime, tú, sombra enardecida!
Si el color de tu vate acecha tu luna gemida!
Risas, de Oro, en tu testa llorosa, cual bucles
heraldos, consuelan amantes donceles
de nuncias sombras pueriles, bermejan tus crestas,
cual anochecen tus bocas, mojadas de platas enhiestas…
Sombras, platëadas en azur, distante la noche
préstase al alba solícito vuelo,
de rostro que anida en vespertino recelo,
a tu voz afluente de risa de sombra, y fantoche…!
Helado ángel, cabellos de cereal, dormidos de luna
que acendran fluido panal, desnudo en la Odisea,
liviana en tu boca, y labios encriptan su bruna
noche de Solimán aguado en el rostro, desea
la sombra de la voz, que enristra dulzura
henchida para sostener el arrebato que causa,
tu goce en la siembra; sonrisa que nívea y tan pura
enlabia la cera del Oro que busca y recrea la pausa…
Aduce su viril, nocturno, en oro y plata candil de amanecer,
entre sombra y Oro, taimado fue mi albedrío,
irisando la copla gemida del ala prudente desafío
anochece y revuela con el canto en Filomela su resplandecer,
ardiente, nevando un coloquio inmerso
cual asida, trémula bizarría, retoma su verso:
caduco a su vestal, sonoro: engaza su súplica nevada
y en coloquio enamorado resplandece el Oro de su amada…
Tu pluma, sedienta de sílabas y versos, doblega la Música
y en sombras, niegan tus voces, la marmórea y plana altivez
del claro del papel, en Oro, en su nevado chapitel de lírica:
así, desnudo en tu glosa, liviana, herbórea, cual su mudez
resopla candente la Lira: anocheciendo en el alba
la claridad prudente de tu desnuda estrella,
cual alba desafía su querella, y luce su cascalba
claridad, que entona la desnudez de tu bella…
Tramonta, la Obra, celando el oropel al descuido:
y en tu alma, y corazón, da Música al sonido…!
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