El árbol ya no existe,
un leñador eterno
le partió el alma.
Habló
del adiós
jamás pronunciado.
"No es vida
no arrullarla entre mis ramas,
no ser su nido de siempre,
no acariciar con una gota de rocío
su cuerpo,
no confundir mi savia antigua
con su sangre de ave nueva".
El árbol ya no existe;
lo miré caer junto a las hojas
del último otoño.
un leñador eterno
le partió el alma.
Habló
del adiós
jamás pronunciado.
"No es vida
no arrullarla entre mis ramas,
no ser su nido de siempre,
no acariciar con una gota de rocío
su cuerpo,
no confundir mi savia antigua
con su sangre de ave nueva".
El árbol ya no existe;
lo miré caer junto a las hojas
del último otoño.
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