Al fin el mejor fruto luego de tanto cultivar,
ahora solamente remembranza me consume
a pesar pueden escuchar mi más bello cantar,
desde el alma mía lo hago por el mejor perfume.
Y sin embargo estoy gustando la terrible nada
las hojas protegen mis necesidades menores,
la naturaleza nada me tiene condicionada,
hallo cocos que son jugosos frutos reparadores.
Monto un flaco zopenco sin saber que no era mío
sobre el lomo disfruté una cuanta selva tropical,
desafié la naturaleza en total albedrío
en la paz del desierto colapsé a computo cabal.
Apuré la marcha de la bestia llevándome acuesta,
mi guapo amigo no resistió la atroz odisea
al pobre animal mi obsesión la vida le cuesta,
en la puerta del oasis murió, bendito sea.
A cambio de todo aquello me estrellé en la duna,
reprimí mis adicciones y exacerbar mis virtudes,
estaba preparado para llegar hasta la luna
tener unos hijos y asumir responsabilidades.
Vestigio estelar en ninguna ciudad será visible,
lejana tierra mía, donde esperando está una mujer,
agua que saciaría mi sed, pero es imposible,
es vertiente del poniente sin alba ni atardecer.
Autor: Alcibíades Noceda Medina
ahora solamente remembranza me consume
a pesar pueden escuchar mi más bello cantar,
desde el alma mía lo hago por el mejor perfume.
Y sin embargo estoy gustando la terrible nada
las hojas protegen mis necesidades menores,
la naturaleza nada me tiene condicionada,
hallo cocos que son jugosos frutos reparadores.
Monto un flaco zopenco sin saber que no era mío
sobre el lomo disfruté una cuanta selva tropical,
desafié la naturaleza en total albedrío
en la paz del desierto colapsé a computo cabal.
Apuré la marcha de la bestia llevándome acuesta,
mi guapo amigo no resistió la atroz odisea
al pobre animal mi obsesión la vida le cuesta,
en la puerta del oasis murió, bendito sea.
A cambio de todo aquello me estrellé en la duna,
reprimí mis adicciones y exacerbar mis virtudes,
estaba preparado para llegar hasta la luna
tener unos hijos y asumir responsabilidades.
Vestigio estelar en ninguna ciudad será visible,
lejana tierra mía, donde esperando está una mujer,
agua que saciaría mi sed, pero es imposible,
es vertiente del poniente sin alba ni atardecer.
Autor: Alcibíades Noceda Medina
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