Sentada aquí en mi silla, sumergida en mis recuerdos más profundos,
Aquellos que jamás olvidare,
Pues quedaran sembrados por siempre en mi interior,
Creciendo como el roble… imposible de torcer;
El recuerdo de aquel día… en que al oír aquel canto de sirenas,
Transformado en llanto, y sentir por vez primera,
Aquella sensación que ya jamás nadie logro hacerme vivir.
Fue sin duda alguna, como la gloria misma que te trae la
Felicidad más absoluta;
Todo aquel camino atravesado,
Alfombrado de delicados pétalos de rosas,
Los cuales vienen a ser los planes a futuro con aquel nuevo ser;
El sentir su calor y su corazón acelerado junto al mío de emoción.
Es ahí en ese momento mágico donde todos aquellos miedos,
Antes de aquel momento desaparecen,
Como una nube negra al salir el sol;
Al escuchar aquel silencio inexplicable alrededor de tanta gente,
Que me hizo creer que solo existíamos ella y yo.
Todos esos bellos momentos volvieron a mí,
Como vertiente caída del cielo que esa noche sentada en mi silla logre sentir;
Acompañada del silencio de aquella noche mágica,
Observando el camino que muchas veces de la mano junto a ellas camine, camino… y donde en algún momento dado, ellas con sus hijos lo harán también.
Descubro que todo aquel miedo que hasta el día de hoy a veces merodea deseando enloquecerme,
No es más que el examen que todos los días arma la tolerancia y la paciencia para probar mi fuerza y mi fe;
Pues a pesar de descubrir todos los días que la vida seguirá siendo sin dudas dolorosa,
Pues tengo bien sabido “que todo lo que hace dios, lo hace para bien”
Y más aun recordando aquel bello momento, que me hace comprender;
Que como el dolor que experimenta la mujer al dar a luz,
Confiamos que será superado por el bien que trae.
Si fue posible que en una sola noche,
Con la vista perdida en aquel camino desierto,
Sobre una silla con la mirada al cielo,
Aya logrado sentir la gloria misma de descubrir,
De que a pesar de que muchas veces el miedo te quiera hacer creer que nada lo puede vencer,
Como vertiente caída del cielo vienen a ti… momentos con los que logras comprender, que no hay pesar alguno que no lo quite un querer…
Aquellos que jamás olvidare,
Pues quedaran sembrados por siempre en mi interior,
Creciendo como el roble… imposible de torcer;
El recuerdo de aquel día… en que al oír aquel canto de sirenas,
Transformado en llanto, y sentir por vez primera,
Aquella sensación que ya jamás nadie logro hacerme vivir.
Fue sin duda alguna, como la gloria misma que te trae la
Felicidad más absoluta;
Todo aquel camino atravesado,
Alfombrado de delicados pétalos de rosas,
Los cuales vienen a ser los planes a futuro con aquel nuevo ser;
El sentir su calor y su corazón acelerado junto al mío de emoción.
Es ahí en ese momento mágico donde todos aquellos miedos,
Antes de aquel momento desaparecen,
Como una nube negra al salir el sol;
Al escuchar aquel silencio inexplicable alrededor de tanta gente,
Que me hizo creer que solo existíamos ella y yo.
Todos esos bellos momentos volvieron a mí,
Como vertiente caída del cielo que esa noche sentada en mi silla logre sentir;
Acompañada del silencio de aquella noche mágica,
Observando el camino que muchas veces de la mano junto a ellas camine, camino… y donde en algún momento dado, ellas con sus hijos lo harán también.
Descubro que todo aquel miedo que hasta el día de hoy a veces merodea deseando enloquecerme,
No es más que el examen que todos los días arma la tolerancia y la paciencia para probar mi fuerza y mi fe;
Pues a pesar de descubrir todos los días que la vida seguirá siendo sin dudas dolorosa,
Pues tengo bien sabido “que todo lo que hace dios, lo hace para bien”
Y más aun recordando aquel bello momento, que me hace comprender;
Que como el dolor que experimenta la mujer al dar a luz,
Confiamos que será superado por el bien que trae.
Si fue posible que en una sola noche,
Con la vista perdida en aquel camino desierto,
Sobre una silla con la mirada al cielo,
Aya logrado sentir la gloria misma de descubrir,
De que a pesar de que muchas veces el miedo te quiera hacer creer que nada lo puede vencer,
Como vertiente caída del cielo vienen a ti… momentos con los que logras comprender, que no hay pesar alguno que no lo quite un querer…
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