La amada Rosa teje en sus manos
cuyos dedos incipientes claman a la aurora
ropajes silentes donde los húmidos deseos
responden a la brisa que el amado dora.
Escarlata, recostado en su falda
cual esbelto lecho abriga de ésta rosa
manantial del ego que en su figura amolda
la lentitud de rumiar claveles, ella esboza.
El amado abriga en su último suspiro
la perpetua Rosa que disocia los silencios,
y en su insomne vela, candelabro de zafiro
húmido descifra los cordones de sus lacios
cabellos perfumados, oro de su testa
abriga en sueños las manos del poeta,
Escarlata descubre la pasión de aquesta
Rosa en audición, perfumada su saeta.
Incólumne e inmóvil su gallarda mano
umbrío desasoma su última vertiente,
de sus sacros ruegos al cantar naciente
vano despertar de ella, sus piernas, artesano
sabía amar esa belleza que infligía
versos al alba pura deseos soñolientos
amar la Rosa es pura con todos los alientos
de su gozada aurora, en sus manos no afligía.
Desestimo razón que en soplo soberano
el afianzado eco de su cintura ardiente,
mientras ella tejió la miré sonriente
como Divina Musa de un pájaro mundano.
Y asía el aliento de una tarde
que cabizbajo entre las luces, candelabro
porcelana ardiente y fría que no arde
regalo taza té, caliente, libro abro.
cuyos dedos incipientes claman a la aurora
ropajes silentes donde los húmidos deseos
responden a la brisa que el amado dora.
Escarlata, recostado en su falda
cual esbelto lecho abriga de ésta rosa
manantial del ego que en su figura amolda
la lentitud de rumiar claveles, ella esboza.
El amado abriga en su último suspiro
la perpetua Rosa que disocia los silencios,
y en su insomne vela, candelabro de zafiro
húmido descifra los cordones de sus lacios
cabellos perfumados, oro de su testa
abriga en sueños las manos del poeta,
Escarlata descubre la pasión de aquesta
Rosa en audición, perfumada su saeta.
Incólumne e inmóvil su gallarda mano
umbrío desasoma su última vertiente,
de sus sacros ruegos al cantar naciente
vano despertar de ella, sus piernas, artesano
sabía amar esa belleza que infligía
versos al alba pura deseos soñolientos
amar la Rosa es pura con todos los alientos
de su gozada aurora, en sus manos no afligía.
Desestimo razón que en soplo soberano
el afianzado eco de su cintura ardiente,
mientras ella tejió la miré sonriente
como Divina Musa de un pájaro mundano.
Y asía el aliento de una tarde
que cabizbajo entre las luces, candelabro
porcelana ardiente y fría que no arde
regalo taza té, caliente, libro abro.
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