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por Recaredo Miér Nov 10, 2010 7:15 am[b]
“Los Hijos del Llanto”
Su odisea.
Postrada en su lecho de miseria
África, hambrienta y joven,
se aprieta el vientre de ébano bruñido,
sin dejar de parir hijos del llanto.
Brazos fuertes, que en pos de su quimera
perseguirán un norte equivocado,
donde la esclavitud ya les espera.
¡Ay! Cruel epopeya;
que al hombre negro eleva a lo más alto,
y sume en su vergüenza al hombre blanco.
Después de su odisea
por selvas tropicales,
por Atlas de granito,
por líbicos desiertos
donde, fueron quedando
tras infinitos males,
los huesos de sus muertos,
llegarán a la mítica frontera.
Alámbricas barreras
con que a Europa las ubres les protegen
de las hambrientas fieras;
mientras ella amamanta a sus cachorros,
ajena al hambre por la que otros mueren.
Altísimas barreras de alambres acerados,
donde el hambre se estrella cada día,
y el mísero africano se desgarra las manos,
en constante y titánica porfía.
¡Fronteras! ¡Fronteras! ¡Fronteras!
Altísimas fronteras.
La del terror, Melilla.
La de Ceuta, del espanto.
Así se las conoce en la otra orilla,
por esa multitud; hijos del llanto.
Recaredo
Su odisea.
Postrada en su lecho de miseria
África, hambrienta y joven,
se aprieta el vientre de ébano bruñido,
sin dejar de parir hijos del llanto.
Brazos fuertes, que en pos de su quimera
perseguirán un norte equivocado,
donde la esclavitud ya les espera.
¡Ay! Cruel epopeya;
que al hombre negro eleva a lo más alto,
y sume en su vergüenza al hombre blanco.
Después de su odisea
por selvas tropicales,
por Atlas de granito,
por líbicos desiertos
donde, fueron quedando
tras infinitos males,
los huesos de sus muertos,
llegarán a la mítica frontera.
Alámbricas barreras
con que a Europa las ubres les protegen
de las hambrientas fieras;
mientras ella amamanta a sus cachorros,
ajena al hambre por la que otros mueren.
Altísimas barreras de alambres acerados,
donde el hambre se estrella cada día,
y el mísero africano se desgarra las manos,
en constante y titánica porfía.
¡Fronteras! ¡Fronteras! ¡Fronteras!
Altísimas fronteras.
La del terror, Melilla.
La de Ceuta, del espanto.
Así se las conoce en la otra orilla,
por esa multitud; hijos del llanto.
Recaredo
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