Me diste cien vidas en sólo un instante,
y todas vividas con ardiente pasión.
Ahora cien muertes quieren brindarme
una paz que no quiero, si perdiera tu amor.
Me aferro a tus ojos, que aún quieren mirarme.
Me aferro a una tabla que es mi salvación.
Y a Dios le pido que pueda quedarme
y mantenga encendido este roto corazón.
Ya no tengo palabras para expresarte
la dicha que siento al estar junto a ti…
¡Que tarde en llegar la hora postrera
y que tarde la tierra en verme partir!
Me diste cien vidas en sólo un instante
y todas prendidas de un tierno candor.
Ahora cien muertes quieren cruzarse
y llevarse consigo el tiempo mejor.
Me aferro a tus noches, que todas me esperan.
Me aferro a tu risa, que aún ríe en mí…
¡Que tarde en llegar la tristeza y la pena
y que tarden tus labios en despedirse de mí!
G.S.A.
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