No hubo forma de que sostuvieras mi nombre,
en el tajo que dejó tu despedida,
y en el desborde que causó tu silencio,
mis lágrimas,
perdieron su compostura.
No hubo forma,
no, no lo hubo,
fue un adiós atroz la vuelta de tu espalda,
un murmullo grave insoportable a mis oídos,
ese leve e insinuado movimiento de tus labios,
que percibí cuando me matabas en tu partida.
No, no hubo forma,
no logré escucharte.
Dios quiera que no se equivoque el bendito viento,
ese viento que se levantó aquella tarde,
él me dijo que te oyó cuando te ibas,
con una melancolía en tus ojos somnolientos,
y con un dolor en tu pecho evidente,
decías,
y repetías…
“Tal vez,
tal vez amor en otra vida…”
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