Desde tu cielo la fragante mazmorra
de mi silencio,
enarbola tu figura de pez
entre las sirenas
con escamas de diamantes.
Ojos de plata,
la nocturna mirada
de un corazón
en la elocuencia,
albedrío de noche en las sombras diáfanas
de mi corazón en calma.
A desvestir las horas de tu cabello
de madera,
donde la lentitud
de los pasos en la siembra
de la luna
es el albergue de la espuma
de mil mares,
oriundo claustro celeste
de tus ojos viscerales,
de la lluvia,
inmortales.
Copio en la elegante fragancia
tus manos de tules
emulando las centellas de tus ojos
en tu semblante de mañana.
Nácar que florece.
En la estrellada música
que sirve tu cántaro de velas
entretejo tu velada
en los ojos de tu ausencia
mirada gris
ó plata nocturna.
Tu recuerdo acervado de tintes suburbanos
encomian el longevo intento de prender
tizas azules
en las ventanas discretas
de la soledad.
Para ello
me distingo de la condensada frialdad
de la inconstancia
reverbero que tañe la esbeltez
de la forma
en tu semblante, claro.
Pero siento que este trafagón,
este muelle ó puente
donde se aventuraron mis pasos
es un sueño
que dará salida
a un paraíso,
tal vez el ascenso
a una carrera formidable
entre las nubes,
donde tus labios
sean
la tierra que asemeje
las virtudes
del olvido.
de mi silencio,
enarbola tu figura de pez
entre las sirenas
con escamas de diamantes.
Ojos de plata,
la nocturna mirada
de un corazón
en la elocuencia,
albedrío de noche en las sombras diáfanas
de mi corazón en calma.
A desvestir las horas de tu cabello
de madera,
donde la lentitud
de los pasos en la siembra
de la luna
es el albergue de la espuma
de mil mares,
oriundo claustro celeste
de tus ojos viscerales,
de la lluvia,
inmortales.
Copio en la elegante fragancia
tus manos de tules
emulando las centellas de tus ojos
en tu semblante de mañana.
Nácar que florece.
En la estrellada música
que sirve tu cántaro de velas
entretejo tu velada
en los ojos de tu ausencia
mirada gris
ó plata nocturna.
Tu recuerdo acervado de tintes suburbanos
encomian el longevo intento de prender
tizas azules
en las ventanas discretas
de la soledad.
Para ello
me distingo de la condensada frialdad
de la inconstancia
reverbero que tañe la esbeltez
de la forma
en tu semblante, claro.
Pero siento que este trafagón,
este muelle ó puente
donde se aventuraron mis pasos
es un sueño
que dará salida
a un paraíso,
tal vez el ascenso
a una carrera formidable
entre las nubes,
donde tus labios
sean
la tierra que asemeje
las virtudes
del olvido.
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