¡Arriba las manos!
¡Entréguenmelo todo, es un asalto!
Los tengo encañonados con mi estrella.
Al primero que me hable le doy flores;
al primero que se mueva, mil abrazos.
Yo actúo solo, esa luna no viene conmigo.
No quiero que me miren mientras lloro,
al primero que no me ame le disparo.
¡Aquí, echen aquí sus posesiones!
Las sin valor también me sirven, en mi celda
yo las cambio por la ilusión de lo que nunca fueron.
Echen el odio que han cargado, cual medallas,
la pleitesía a aquellos dioses del mercado,
esa nostalgia en el bolsillo del pañuelo,
ese reloj que no detiene sus orgasmos,
aquel pasado que no enfrentan ni siquiera con el vino,
aquella joya que fue la infancia y les quitaron,
esos anillos hechos de humo, sueño y agua,
pero que guardan en el altar de sus recuerdos.
En esta bolsa que palpita, en el pellejo
de este valor desnudo, pero armado…
¡Aquí, echen aquí lo que no tienen!
También reduzco la ilusión y lo intangible,
la esperanza, el dolor, lo recurrente,
la manía atesorada y bajo llave,
el secreto en la bóveda de sus silencios,
la reliquia del fantasma de lo amado,
la moneda del amigo que perdieron,
la palabra que empeñaron sin un veinte
y que cumplieron pese a la ruina de sus actos.
No activen las alarmas, ya no sirven.
No hay un solo dios que cuide sus tesoros;
nadie vendrá, desconecté cada circuito
de sus cámaras, sus miedos, sus fracasos…
Sólo entre ustedes y yo es este timo,
sólo si colaboran ninguno saldrá herido.
Primero respirar, no huir ni ser un héroe,
no preguntar de más, no resistirse demasiado;
la bella desnudez sería un buen recurso,
la severa verdad otro buen cómplice o aliado,
deben tomar partido raudamente
y decidir qué conservar y qué perder sin lamentarlo.
Ya no hay rehenes, de nade vale aquel seguro,
ni la ventana con cerrojo, ni la cortina con candado.
Cada vez que se levantan más los muros,
somos más blanco fácil de nosotros mismos sin notarlo.
No hay duelos que resuelva un alambrado,
ni traumas que redima un buen gatillo,
los maniatados en el espejo no son otros
que nuestros propios egoísmos y ficciones.
De hecho yo no tengo ni revólver.
Mi recurso más urgente son ustedes
y sólo si se rinden la noche ha fracasado.
¡Arriba, pues, las manos y el cántico y el grito,
muy buena suerte, la asonada ha comenzado!
04 02 10
¡Entréguenmelo todo, es un asalto!
Los tengo encañonados con mi estrella.
Al primero que me hable le doy flores;
al primero que se mueva, mil abrazos.
Yo actúo solo, esa luna no viene conmigo.
No quiero que me miren mientras lloro,
al primero que no me ame le disparo.
¡Aquí, echen aquí sus posesiones!
Las sin valor también me sirven, en mi celda
yo las cambio por la ilusión de lo que nunca fueron.
Echen el odio que han cargado, cual medallas,
la pleitesía a aquellos dioses del mercado,
esa nostalgia en el bolsillo del pañuelo,
ese reloj que no detiene sus orgasmos,
aquel pasado que no enfrentan ni siquiera con el vino,
aquella joya que fue la infancia y les quitaron,
esos anillos hechos de humo, sueño y agua,
pero que guardan en el altar de sus recuerdos.
En esta bolsa que palpita, en el pellejo
de este valor desnudo, pero armado…
¡Aquí, echen aquí lo que no tienen!
También reduzco la ilusión y lo intangible,
la esperanza, el dolor, lo recurrente,
la manía atesorada y bajo llave,
el secreto en la bóveda de sus silencios,
la reliquia del fantasma de lo amado,
la moneda del amigo que perdieron,
la palabra que empeñaron sin un veinte
y que cumplieron pese a la ruina de sus actos.
No activen las alarmas, ya no sirven.
No hay un solo dios que cuide sus tesoros;
nadie vendrá, desconecté cada circuito
de sus cámaras, sus miedos, sus fracasos…
Sólo entre ustedes y yo es este timo,
sólo si colaboran ninguno saldrá herido.
Primero respirar, no huir ni ser un héroe,
no preguntar de más, no resistirse demasiado;
la bella desnudez sería un buen recurso,
la severa verdad otro buen cómplice o aliado,
deben tomar partido raudamente
y decidir qué conservar y qué perder sin lamentarlo.
Ya no hay rehenes, de nade vale aquel seguro,
ni la ventana con cerrojo, ni la cortina con candado.
Cada vez que se levantan más los muros,
somos más blanco fácil de nosotros mismos sin notarlo.
No hay duelos que resuelva un alambrado,
ni traumas que redima un buen gatillo,
los maniatados en el espejo no son otros
que nuestros propios egoísmos y ficciones.
De hecho yo no tengo ni revólver.
Mi recurso más urgente son ustedes
y sólo si se rinden la noche ha fracasado.
¡Arriba, pues, las manos y el cántico y el grito,
muy buena suerte, la asonada ha comenzado!
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Última edición por Andica el Sáb Jun 05, 2010 10:20 am, editado 2 veces (Razón : poema sugerido para la semana por moderador G. Sarmiento)
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