Tengo el oficio de andar cantando lágrimas demasiado gruesas
cuando un perfume me ahorca
cual si fuese una infame turba
mientras la noche masturba un sol inmenso sobre las sábanas
con una mujer borracha de sueños.
Entonces,
trato de dibujar en sus senos
la creación del mundo
con un calor que llueve enloquecido
hasta dejarme cortado como trozos de hombre sobre las mantas.
Clavo este blues en ella
como una mancha de humedad interminable que no quisiera
y sin embargo
sólo le transito por algunas aristas.
La mujer se me duerme
pero el saxo sigue sonando
mientras el mundo gira y gira su marcha
como una catedral de ojos solos.
Ella está dormida
y yo con la noche boca arriba
me hundo en el techo
mirándola de vez en vez.
Las consumaciones siguen siendo sitios que nadie conoce.
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sergio cassarino
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