Recuerdo tú voz en mi agonía,
y la noche me abraza con su soledad;
De mi ojo cae una gota fría,
y me entrego a Dios pidiendo piedad.
Recuerdo el clavel de tu cuerpo,
tú mirada de orquídea enmarañada,
que se fugo de mis brazos y escapo,
y tras ella me dejo, el alma perturbada.
Un sueño te regale envuelto en una estrella,
hoy el cielo es oscuro y sangra por tu ausencia;
Hoy el eco de tu risa, ya no destella,
y mi carne llora sin tu presencia.
Miro mi rostro, condenado al suplicio,
que tiñe al ocaso y lo pinta de alcohol;
Y el macabro destino repite su desprecio,
condenando mí ruego a lo profundo del seol
Te extrañó, cuanto te extrañó;
Que muero cada día, sin tu amor,
es este mi martirio, esta mi condenación.
Mj
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