perfumo las siestas mías,
mientras espero a mi amado
que viene al final del día.
Preparo mullido el lecho
verde, para su llegada,
en esta primavera joven,
primera... y sonrojada.
Lo espero con las mejillas
lozanas como granadas,
fragantes como dos rosas
para perfumar su almohada.
En la tarde le preparo
un viento azul de verano,
para que envuelva el silencio
que tallamos con las manos.
Acomodo mis cabellos
con claveles y torzadas,
y aderezo con almendras
mis hombros y mis espaldas.
Al plácido sol de otoño
le copio rojos, naranjas,
en hojarasca en mis manos
para sus manos amadas.
Y cuando ya lo presiento
muy cerquita de la verja,
se que ha traído la lluvia
para humedecer mi tierra.
Y en invierno soy la brasa
oculta entre las cenizas,
que le quema si la toca,
aparentando tan fría.
Y a medianoche en mis brazos,
como cada vez que vuelve,
me da los mejores frutos
de junios y de diciembres.
Y cuando los rojos levantan
y su ausencia es quien viene,
me encuentra perfecta, blanca
y fría como la nieve.
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