Madre:
hasta una pluma que vuela puede dibujar
tu silueta,o el rayo que juega al escondite
entre los muebles,el reflejo del espejo
de un niño,desde los tejados.Sobre la muralla
untada de mar y cielo prolongan tu figura.
Entre las nubes se escurre tu ausencia,
y un abismo de silencios abre sus salientes
al norte de mi pecho.
Aquí donde una nueva vida
se adapta en una dulce
ansiedad de Europa,
tus palabras se opacan como las escamas
del salmón moribundo.
Mi desasosiego me hace pensar
en las aves de paso que chocaban con los faros
en las noches tempestuosas y que junto a mi contabas.
Tambien tu dulzura es una tormenta,
remolinea y no aparece,
y sus reposos son aún más raros.
No sé cómo, extenuada,resistes
en este lago
de soledades donde naufraga mi corazón;tal vez
te salva un amuleto que guardas
junto al lápiz de labios,
la polvera,la lima:un ratón blanco
de marfil;¡y así existes!
Ves,en este silencio en que las cosas
se abandonan y próximas parecen
traicionar su último secreto,
a veces uno espera
descubrir un error en la vida,
el punto muerto del mundo,el eslabón que cede,
el hilo a desenredar que finalmente nos lleve
al centro de una verdad.
La mirada escudriña alrededor,
la mente indaga acuerda desune
en el perfume que desborda
cuando más languidece el día.
Son los silencios en los que se ve
en cada sombra humana,tu sombra que se aleja
como una turbada divinidad.
Me falta la ilusión,y me devuelvo al tiempo,
a las ciudades ruidosas donde el azul se muestra sin tus hombros
solo a pedazos,en lo alto, entre los cipreses.
La lluvia hoy fatiga la tierra,después se agolpa
el tedio del invierno sobre las casas,
la luz sin tu risa se vuelve avara,amarga el alma.
Madre:
Hay una señal perdida en mis noches que oculta tu nombre.
Voy por sus misterios desandando mis locuras
sobre la punta de una aguja.
Hay un ola doblando la esquina de mis lágrimas,
y una gaviota cansada de esperar en la orilla
de los espejismos.
Hay una tarde que nunca regresa,
un chiquillo mofándose de la luna
cuando descubre miles de lunas en tu sonrisa.
Hay una mañana navegando en mis venas,
besando mis huesos, trastocando mi alma
desde tu recuerdo siempre presente.
Hay una luz y su sombra junto a mi ventana abierta,
una nana desafiando la tranquilidad de mi almohada
en lo más alejado de tu garganta donde anidan ruiseñores.
Hay un altar donde cabalga tu foto
y no hay sitio para el polvo.
Ahí frente a tu mirada
rezo mis padres nuestros
para que no desaparezcas nunca.
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