Dulce reparo
Dulce reparo que amilana la suerte con tus labios,
en otro rostro bello, de dulces besos irascibles,
en otro rostro ralo, de vanguardias permisibles
de vagas flores rubias, y senderos sin oprobios…
Dulce reparo, que, enhiesto se condena,
a besar tu hálito enhorabuena, y de ti perdona
los labios que han vestido la suerte que condona,
a besar tu aliento en el soplo airado de tu pena…
Hecho el bienestar de tu dulce atavío
dulce como el viento y la brisa que aun acaba
de enlabiar mi ponderosa y grácil, brava
como enluce tu manantial reclinado desde el brío
y besa con jolgorio el labio azul de mi amorío,
en otra blanca nube, de gloria de amaranto
tan dócil, que restaura, las flores de tu Canto,
y llevan con senderos, los labios con que enfrío…
Tu mirada emerge de las sombras, y arroba la mañana
como un sendero de oro, en núbil resguardo del amanecer,
en que desnudos asuntos, lloran con sus cuerpos vana
ilustración del oro que augura el cielo hasta deshacer,
el claro, el viento, la mañana, que del oro fermenta,
cual nube cristalina, urdida en el paño que aprisiona,
la dócil muralla esbelta de tu corazón, que me apasiona
como el beso y los labios que vertiste a una salada menta…
Busca, el ciego trance, dos espejos: donde rocía
el ojo de mi bien, dos somnolientos cuidados
donde recoge el oro, bravo acierto que lucía,
en otro espejo claro, la oscuridad de tus deseados
párpados de noche, que acobardan el sueño:
son más bien, dos labios en tus ojos, que besan
el aliento de la sombra, que irradia en el Verano,
de tu sueño… Y ponderan la raíz, del árbol que confiesan…
Prudente desvarío, arroba el claro de tu oro,
como un candente decoro, en la fiesta de tu cano
desigual fantasma de dulzura que convida el toro
de mi dulce atavío entintando tu belleza. Sano,
en el oropel dulce de ciegas respuestas entronizadas,
como el mástil que pondera el viento; en nubes claras,
tu risa recoge flores, y tus manos ennovian las agrestes
desnudos lienzos de pavones cual madrigueras raras,
de besos en la liebre de dulzuras silvestres…
Privado amor, que, liberado, con sus alas, anhela
la lluvia de tus labios, que dan aviento a tu cálida
sorpresa, cual el hastío de la noche, que comanda y recela,
el laberinto del pudor donde es vana la sorpresa perdida
de tu sombra, en el hálito fugaz de tu recelo,
combatida en el verano, la furia de tu pelo
en brumas que anteceden el destello de las bocas
que rozan y besan labios de paz, cuanto a las rocas
Cede mi reclamo de océano, donde recoge el viento
sus preces… Y tú, cual la Sirena vengadora,
en tu dulzura alientas el pecho vano, de dulce cegadora,
de inmersa erosión, convidando la paloma de tiento,
en tu sombra de maíz, y de trigo al nacimiento
de un rojo labio que perdura en tu boca, como el cedro,
sofoca la penumbra ciega de una dulce Primavera…
Se dice que tu miel, es el hábito sombrío
de la nieve, que perfuma en tu rostro el camino,
Que besa el destino de tus labios poetas,
como vanos ruiseñores, en jolgorio de las flores,
en dulces atavíos que destellan los claustros
desiguales de la creación: en tus ojos, la mirada
de ambas saetas, desluce coronada la miel que aun prohíbe
el sueño helado de la fiebre que te inhibe,
de soñar un rostro vulnerado que dibuje mi pecho,
en mis ojos, el claro de la Luna me ha deshecho…
Y es triza la charca, de mis pasos noveles, asiduos,
de sombras en mi escarcha, espuma y trizados
cual atavío los segmenta a la hora del oro,
y tu boca es aún la fiesta, que besa con decoro
el rostro de mis ojos, que besan la mirada de mi amor:
en otro rostro ciego, de voces enmarcadas, de bruma
en la belleza desnuda de un atardecer, besando
la diadema que luce el estrado de tus pies,
Con sagrada escritura. Tus ojos son aun dos manantiales
de agua enamorada en tu silencio,
de labios en el astro sempiterno de la gracia,
del preso albor incierto que cunde a la Paloma,
su ciega huida, en el rostro de claustros negados,
ociosos de su bruma, en presos atavíos de noche iluminada,
y tu risa, es el beso, que suma gráciles fantasías a mi nombre,
como un vestido de poetas, de éxitos en la cumbre de tu risa…
Horada el lento caminar, de pisadas, en la siembra
de arenilla en las playas de un amor que se procrea
en la unidad de un cierto amanecer, que te procura
la libre entonación de la noche, en dos labios que acompasan
el rostro bello de tu enlabio, en otra Música hilvanada
de amor… donde las claves, son huidas
de brebajes que libertan el amanecer de dos estrellas…
Y en la sombra, de esta nocturna, azul, bravía
llamarada, es igual la desnuda fortaleza,
a tu coloquio, en llamas, alma de amor, que aún me besa…
Como el río vierte sus espumas, y las piedras alisa,
son tus claros, las mañanas que a mi frente, irisa…
Dulce reparo que amilana la suerte con tus labios,
en otro rostro bello, de dulces besos irascibles,
en otro rostro ralo, de vanguardias permisibles
de vagas flores rubias, y senderos sin oprobios…
Dulce reparo, que, enhiesto se condena,
a besar tu hálito enhorabuena, y de ti perdona
los labios que han vestido la suerte que condona,
a besar tu aliento en el soplo airado de tu pena…
Hecho el bienestar de tu dulce atavío
dulce como el viento y la brisa que aun acaba
de enlabiar mi ponderosa y grácil, brava
como enluce tu manantial reclinado desde el brío
y besa con jolgorio el labio azul de mi amorío,
en otra blanca nube, de gloria de amaranto
tan dócil, que restaura, las flores de tu Canto,
y llevan con senderos, los labios con que enfrío…
Tu mirada emerge de las sombras, y arroba la mañana
como un sendero de oro, en núbil resguardo del amanecer,
en que desnudos asuntos, lloran con sus cuerpos vana
ilustración del oro que augura el cielo hasta deshacer,
el claro, el viento, la mañana, que del oro fermenta,
cual nube cristalina, urdida en el paño que aprisiona,
la dócil muralla esbelta de tu corazón, que me apasiona
como el beso y los labios que vertiste a una salada menta…
Busca, el ciego trance, dos espejos: donde rocía
el ojo de mi bien, dos somnolientos cuidados
donde recoge el oro, bravo acierto que lucía,
en otro espejo claro, la oscuridad de tus deseados
párpados de noche, que acobardan el sueño:
son más bien, dos labios en tus ojos, que besan
el aliento de la sombra, que irradia en el Verano,
de tu sueño… Y ponderan la raíz, del árbol que confiesan…
Prudente desvarío, arroba el claro de tu oro,
como un candente decoro, en la fiesta de tu cano
desigual fantasma de dulzura que convida el toro
de mi dulce atavío entintando tu belleza. Sano,
en el oropel dulce de ciegas respuestas entronizadas,
como el mástil que pondera el viento; en nubes claras,
tu risa recoge flores, y tus manos ennovian las agrestes
desnudos lienzos de pavones cual madrigueras raras,
de besos en la liebre de dulzuras silvestres…
Privado amor, que, liberado, con sus alas, anhela
la lluvia de tus labios, que dan aviento a tu cálida
sorpresa, cual el hastío de la noche, que comanda y recela,
el laberinto del pudor donde es vana la sorpresa perdida
de tu sombra, en el hálito fugaz de tu recelo,
combatida en el verano, la furia de tu pelo
en brumas que anteceden el destello de las bocas
que rozan y besan labios de paz, cuanto a las rocas
Cede mi reclamo de océano, donde recoge el viento
sus preces… Y tú, cual la Sirena vengadora,
en tu dulzura alientas el pecho vano, de dulce cegadora,
de inmersa erosión, convidando la paloma de tiento,
en tu sombra de maíz, y de trigo al nacimiento
de un rojo labio que perdura en tu boca, como el cedro,
sofoca la penumbra ciega de una dulce Primavera…
Se dice que tu miel, es el hábito sombrío
de la nieve, que perfuma en tu rostro el camino,
Que besa el destino de tus labios poetas,
como vanos ruiseñores, en jolgorio de las flores,
en dulces atavíos que destellan los claustros
desiguales de la creación: en tus ojos, la mirada
de ambas saetas, desluce coronada la miel que aun prohíbe
el sueño helado de la fiebre que te inhibe,
de soñar un rostro vulnerado que dibuje mi pecho,
en mis ojos, el claro de la Luna me ha deshecho…
Y es triza la charca, de mis pasos noveles, asiduos,
de sombras en mi escarcha, espuma y trizados
cual atavío los segmenta a la hora del oro,
y tu boca es aún la fiesta, que besa con decoro
el rostro de mis ojos, que besan la mirada de mi amor:
en otro rostro ciego, de voces enmarcadas, de bruma
en la belleza desnuda de un atardecer, besando
la diadema que luce el estrado de tus pies,
Con sagrada escritura. Tus ojos son aun dos manantiales
de agua enamorada en tu silencio,
de labios en el astro sempiterno de la gracia,
del preso albor incierto que cunde a la Paloma,
su ciega huida, en el rostro de claustros negados,
ociosos de su bruma, en presos atavíos de noche iluminada,
y tu risa, es el beso, que suma gráciles fantasías a mi nombre,
como un vestido de poetas, de éxitos en la cumbre de tu risa…
Horada el lento caminar, de pisadas, en la siembra
de arenilla en las playas de un amor que se procrea
en la unidad de un cierto amanecer, que te procura
la libre entonación de la noche, en dos labios que acompasan
el rostro bello de tu enlabio, en otra Música hilvanada
de amor… donde las claves, son huidas
de brebajes que libertan el amanecer de dos estrellas…
Y en la sombra, de esta nocturna, azul, bravía
llamarada, es igual la desnuda fortaleza,
a tu coloquio, en llamas, alma de amor, que aún me besa…
Como el río vierte sus espumas, y las piedras alisa,
son tus claros, las mañanas que a mi frente, irisa…
Ayer a las 7:07 am por jorge enrique mantilla
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