…De tu mirada...
Cual hubo en el cielo, ó su mayor Artífice,
hechos que languidecían en tus ojos amantes:
cual hubo gladios de amor, que a mis ojos, vitalice,
en tu lecho de sombra, donde se izan, danzantes,
tu movimiento a la Luz, que procede
a desafiar el instante de mi amor, vulnerado
por el comando de los cielos que precede:
tu mirada; hecha ardor, por si el aciago enamorado…
Redobla en tus pasos de licor, de bella Trova
reluciente, la armoniosa, altiva cumbre
donde tu voz estanca mi Sol, y roba
el pretencioso mar que abunda de tu lumbre…
No. No, sin la frescura de tus labios,
que no olvidan acérrimos momentos, y cautivan,
estas heraldas coplas carmesíes de tus sabios,
y ponderosos, bravos lápices y plumas, que derriban…
Sólo el silencio que la pluma nunca olvida,
trazando la encomienda de un sol que es viva Vida,
arredrando una sombra de este amor, que perpetúa,
sólo el silencio de este vientre, que lacera:
y llama, clamando: tu virtud, de Primavera
que acera, cual la belleza enajenara, y acentúa
el predio amante de tu figura, -así, la clámide abrigara-
tu golondrina amable, ya sin el sueño que olvidara…
Sólo deslíes el amor, ó desencadenado:
de los lazos furtivos de un amor, que no te ha amado
todavía; ya sin el ego nupcial que aquellas trovas,
irisadas en vertientes, ocluían, como parva, aquél pretérito:
de amor que su vanguardia desmesura, en noche idéntica a sus curvas;
por el reclamo ruiseñor, ó a donde abreva de su mérito,
no ya la luna diserta de fugadas notas, y aclara:
la voz del mar, en otra risa, que adorara…
Fraguadas noches, encarecidas de fulgor,
ya son paupérrimos azotes, de un sólo fulgor,
asedio, que vislumbrara una comarca cïega
de estridencia vulnerable, y palacïega
de idéntico tambor: en solo asedio de fortuna:
cálida, siempre, y bajo hirïente amalgama
de la noche, en sólo bruma, y comarca ninguna,
que ajetrea el limbo descuidado que te ama…
Sudores, y encaprichos, con el mar que bambolëa,
y ultima de batalla, aún sorda pelea,
que la voz del alba en ruiseñores, deletrea,
y figura, y medra con su tálamo el amor, que ya prohíjo,
sentencia el dolor, incubando la sal, y el roto imán prefijo:
que la boca muerde; en otra boca ilesa, y un alma desëa…
Como el trasto acicalado de aquél nombre atiborrado
de frecuente mar atado, de solícito Sol enajenado…
Tiento, y tacto, y toco la palabra de tu boca:
donde el Sol no te toca; y veo el resplandor que me sofoca.
Cual hubo en el cielo, ó su mayor Artífice,
hechos que languidecían en tus ojos amantes:
cual hubo gladios de amor, que a mis ojos, vitalice,
en tu lecho de sombra, donde se izan, danzantes,
tu movimiento a la Luz, que procede
a desafiar el instante de mi amor, vulnerado
por el comando de los cielos que precede:
tu mirada; hecha ardor, por si el aciago enamorado…
Redobla en tus pasos de licor, de bella Trova
reluciente, la armoniosa, altiva cumbre
donde tu voz estanca mi Sol, y roba
el pretencioso mar que abunda de tu lumbre…
No. No, sin la frescura de tus labios,
que no olvidan acérrimos momentos, y cautivan,
estas heraldas coplas carmesíes de tus sabios,
y ponderosos, bravos lápices y plumas, que derriban…
Sólo el silencio que la pluma nunca olvida,
trazando la encomienda de un sol que es viva Vida,
arredrando una sombra de este amor, que perpetúa,
sólo el silencio de este vientre, que lacera:
y llama, clamando: tu virtud, de Primavera
que acera, cual la belleza enajenara, y acentúa
el predio amante de tu figura, -así, la clámide abrigara-
tu golondrina amable, ya sin el sueño que olvidara…
Sólo deslíes el amor, ó desencadenado:
de los lazos furtivos de un amor, que no te ha amado
todavía; ya sin el ego nupcial que aquellas trovas,
irisadas en vertientes, ocluían, como parva, aquél pretérito:
de amor que su vanguardia desmesura, en noche idéntica a sus curvas;
por el reclamo ruiseñor, ó a donde abreva de su mérito,
no ya la luna diserta de fugadas notas, y aclara:
la voz del mar, en otra risa, que adorara…
Fraguadas noches, encarecidas de fulgor,
ya son paupérrimos azotes, de un sólo fulgor,
asedio, que vislumbrara una comarca cïega
de estridencia vulnerable, y palacïega
de idéntico tambor: en solo asedio de fortuna:
cálida, siempre, y bajo hirïente amalgama
de la noche, en sólo bruma, y comarca ninguna,
que ajetrea el limbo descuidado que te ama…
Sudores, y encaprichos, con el mar que bambolëa,
y ultima de batalla, aún sorda pelea,
que la voz del alba en ruiseñores, deletrea,
y figura, y medra con su tálamo el amor, que ya prohíjo,
sentencia el dolor, incubando la sal, y el roto imán prefijo:
que la boca muerde; en otra boca ilesa, y un alma desëa…
Como el trasto acicalado de aquél nombre atiborrado
de frecuente mar atado, de solícito Sol enajenado…
Tiento, y tacto, y toco la palabra de tu boca:
donde el Sol no te toca; y veo el resplandor que me sofoca.
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