Volveré, encintando la vincha azul del soliloquio
por donde se viste tu comisura lenta de arrobo nacarado
y la templanza del ruido fogoso y la bandera,
la miel del carbunclo helado, la sombra, y Primavera
dulce en tu atavío, y pronuncia llanto alegre…
Lo dulce del beso se repara en mi cimiento
y truena en mí el albor de besos desiguales y equidistantes de tu nombre
por donde sigue la palabra, arreando la vajilla de un entorno enamorado
y blande y atesora lentas crines, de crepúsculo invitado
el silo de la bandada gris de espuma marina leve y más tardía en mi semblante,
tras las horas de fuegos marinos en el alba, y el espacio de luz que atraviesa momentos vespertinos,
sobre la estepa clara, la bóveda sin verso y el atavío del verano,
donde se ríen los ocasos en mutuos resplandores,
besándose,
en un solo oro que encima el verde, el ultramar, el frío y la consigna
el bienaventurado destello del vulgar ladrón de una sonrisa desatada,
en la miel desde tu seno y en la hora tardía de amor, tan desvestida…
Brinda el ego del sonido vulgar atravesando la noche ensimismada,
por sobre el ala contra el ala que desëa
y recibe la mira de la escoba azul de mármoles cerrados
en oprobio,
en lento arrecife de coral encintos en la noche, tapiados de Verano
y singular belleza donde trovan tus labios…
Para mí, se ríen las cortinas envueltas en silencio trazumado de música
donde la herida del viento es la princesa
que me atavía en el clavel,
la palabra precisa, el resplandor celeste, el ciego ademán de perfumes envueltos en la bruma, en el trago, respiración forzada que leve inunda corazones
de suspiros en la opulencia de la Luna…
…Y mi mar recibe baños de azor, destemplado un paraíso sin tu nombre,
en el aliento de la noche, donde bräma mi corazón hendido en el pasado,
y muriendo en la agonía de la Vida, herido a la desbocada locura de mi amor,
donde clama y vitupera un llano albergue de oscura nitidez donde el albor de la nieve abruma…
Fuegos artificiales en el horizonte de un rapto de cielo, levado en tus brazos
castos en la Aurora,
el Cielo Azul encima los destellos de primavera sepultada
en tu nombre de gaviota carmesí, donde dan vueltas golondrinas
festejando el Universo...
Y llamea el bocado, la lima, el cedrón, la bandera de la niebla de la noche
en las brasas hendidas en el frío de un corazón rojo de perdidos mares,
caracolas que vuelven al desëo de la Luna
regresando a la miel ultraterrena de un ardor preciso en el centelleo
de clamores de izadas celosías de viento, y su bandera de aves…
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