La risa verdadera
Registro una obsesión por la alegría,
que todo sea alegre, hasta la pena,
la rabia, la amargura, la mentira,
alegre el sollozar por cada muerto
y sangrar por la herida alegremente.
Es bueno, bien lo sé, quién no querría
ante un golpe poner mejilla alegre,
ante un dolor atesorar la risa
y exigir al que sufre ser festivo.
Pero no ocurre así, la vida duele,
el parto, la opresión, el abandono,
cómo reír del pie que, sin zapato,
se queda en la mitad de su trayecto,
cómo regocijarse del delito,
del falso proceder de los circenses
que ríen simplemente por no hundirse en el llanto
y aplauden al final por no darse un martillazo.
Y aún así se finge el simulacro
de que todo es verdad si hay más sonrisas,
de que hay que dibujárselas al alma
aunque a tropiezos marche la esperanza,
nadie quiere encontrar un rostro triste,
ni menos comprender que es todo un caos,
que no ha llegado el pan a cada pobre
ni menos la justicia a cada hermano,
que hay muchos que roban las castañas
sin siquiera ofrecer manos de gato,
que en realidad dolida está la cosa
y odiosa y con más rabia y con estigmas,
que es más por esconder la gran tristeza
que pintas esa vaga alegre luna,
que de haber un hombro en que confiarse
sabríase la sal que quema el huerto,
la lágrima que ahoga tus anhelos
y la verdad de un mundo obsesionado.
Dejen que cada pena tome un rumbo,
que cada soledad llene su ruedo,
no vale disfrazarse de mentiras,
mejor es sollozar hasta calmarse,
hasta la libertad de verse el rostro
y entonces sorprender un nuevo mundo,
una nueva verdad en que de todo el duelo
crezca la dicha en que empezar la fiesta,
que se enjuaguen las lágrimas del cielo derribado,
que se cure la herida del tiempo detenido
y la espada que aparta la alegría de tu boca
y el color de tiniebla de los niños que amanecen,
será entre los honestos que se luzca
la paciencia y su esbozo de caricia,
la calma y su conquista de más calma
y el reino en el que al fin del corazón salga la fuerza.
Que florezca lentamente la risa verdadera
como una primavera que se abre con regalos,
como una flor que tiembla, contenta de su orgullo
y de, en su frágil pie, ir levantando en paz su cielo.
Así aquella obsesión tendrá un sincero alivio
y esta vez alegre, alegre, ciertamente alegre,
vendrá aquí el porvenir a repartirnos su sonrisa.
http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/
30 09 14
Registro una obsesión por la alegría,
que todo sea alegre, hasta la pena,
la rabia, la amargura, la mentira,
alegre el sollozar por cada muerto
y sangrar por la herida alegremente.
Es bueno, bien lo sé, quién no querría
ante un golpe poner mejilla alegre,
ante un dolor atesorar la risa
y exigir al que sufre ser festivo.
Pero no ocurre así, la vida duele,
el parto, la opresión, el abandono,
cómo reír del pie que, sin zapato,
se queda en la mitad de su trayecto,
cómo regocijarse del delito,
del falso proceder de los circenses
que ríen simplemente por no hundirse en el llanto
y aplauden al final por no darse un martillazo.
Y aún así se finge el simulacro
de que todo es verdad si hay más sonrisas,
de que hay que dibujárselas al alma
aunque a tropiezos marche la esperanza,
nadie quiere encontrar un rostro triste,
ni menos comprender que es todo un caos,
que no ha llegado el pan a cada pobre
ni menos la justicia a cada hermano,
que hay muchos que roban las castañas
sin siquiera ofrecer manos de gato,
que en realidad dolida está la cosa
y odiosa y con más rabia y con estigmas,
que es más por esconder la gran tristeza
que pintas esa vaga alegre luna,
que de haber un hombro en que confiarse
sabríase la sal que quema el huerto,
la lágrima que ahoga tus anhelos
y la verdad de un mundo obsesionado.
Dejen que cada pena tome un rumbo,
que cada soledad llene su ruedo,
no vale disfrazarse de mentiras,
mejor es sollozar hasta calmarse,
hasta la libertad de verse el rostro
y entonces sorprender un nuevo mundo,
una nueva verdad en que de todo el duelo
crezca la dicha en que empezar la fiesta,
que se enjuaguen las lágrimas del cielo derribado,
que se cure la herida del tiempo detenido
y la espada que aparta la alegría de tu boca
y el color de tiniebla de los niños que amanecen,
será entre los honestos que se luzca
la paciencia y su esbozo de caricia,
la calma y su conquista de más calma
y el reino en el que al fin del corazón salga la fuerza.
Que florezca lentamente la risa verdadera
como una primavera que se abre con regalos,
como una flor que tiembla, contenta de su orgullo
y de, en su frágil pie, ir levantando en paz su cielo.
Así aquella obsesión tendrá un sincero alivio
y esta vez alegre, alegre, ciertamente alegre,
vendrá aquí el porvenir a repartirnos su sonrisa.
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