Espejar la noche es:
Mojar el sueño oscuro de tus labios
empapados de rocío, de centellas
que sólo abrevan su brillo donde sellas
el único beso despiadado, astrolabios
que separan la medida de lo ausente
en la ciénaga del mar de lo celeste,
y hunde en tus ojos la agonía, peste
de los cambios que se dan, tan de repente...
Morir de sombra cuando el albor es infinito,
en la huella de tu sol tan nacarado
haciéndote el amor so destemplado
en el sol que desnuda lo que he escrito...
Y en tu brillo, mi remanso se parece
a las odres de aquél vino donde llega
a tus labios aquella pasión veraniega
de voz única de luz que no decrece...
Templar tu oro es:
Vibrar al son de una única guitarra
que enciende el ébano de sol, de algarabía
donde te nace una canción, solemne vía
que azora con su canto cimitarra...
Y en el vuelo de su llanto, su murmullo
hace sol el verano el pedregullo
de tu risa imitando la bandada
que te orilla y te ha visto enamorada...
Mi canción es de verano en el desïerto
de sol tibio, nacarado y descubierto,
de presente arquitectura sobre el alba
que rocía mi verdín desnudo en selva...
Y en la cueva de mi amor hay galanura
para asirte de tu voz y tu ternura,
para vestirte de esmeraldas descubiertas,
y enamorarme de vos, cuando despiertas...
Mi élitro es el viento, tu crisálida las flores
donde el brillo de tu beso es cristalino
y en tus fauces el albor adamantino
sólo sesga de miel tantos amores...
Y el verano de tu flor más deseäda,
se orilla en sol, del sol, enamorada
y en tu cintura baila lenta alcurnia
de tu recelo brindándote colonia...
Tu trovador desvelo es sobre el alba:
Aquella flor que engaña mi soltura,
engavillando de aquél monte, mi silencio
donde muda mi amar mi sombra, me distancio
de tus besos cuando hay celaje en tu figura...
Y aquél cirro, aquélla nube, que de agua
la flor llueve y es de nácar, su voz su lenta flora
que disipe mi canción y es tu figura
el ámbar cristalino que es rubor tu noche ambigua,
Sobre el mellado albor, de distancia bruna
caliginosa, separada, la tenaz fortuna
de tus aires trovadores en el süeño,
que hacen cuerdas las llagas de tu dueño,
-niño errante- que besa tus labios nacarados
en el cielo de tu rubio sol nevado,
al asir de tu pelo el desconsuelo abovedado
sobre el rubio metal que son oros acerados...
Y en tu brillo, se muda desde el cielo:
Aquella lluvia de vestir, undosa calma,
resplandece en la lluvia de mi alma...
Mojar el sueño oscuro de tus labios
empapados de rocío, de centellas
que sólo abrevan su brillo donde sellas
el único beso despiadado, astrolabios
que separan la medida de lo ausente
en la ciénaga del mar de lo celeste,
y hunde en tus ojos la agonía, peste
de los cambios que se dan, tan de repente...
Morir de sombra cuando el albor es infinito,
en la huella de tu sol tan nacarado
haciéndote el amor so destemplado
en el sol que desnuda lo que he escrito...
Y en tu brillo, mi remanso se parece
a las odres de aquél vino donde llega
a tus labios aquella pasión veraniega
de voz única de luz que no decrece...
Templar tu oro es:
Vibrar al son de una única guitarra
que enciende el ébano de sol, de algarabía
donde te nace una canción, solemne vía
que azora con su canto cimitarra...
Y en el vuelo de su llanto, su murmullo
hace sol el verano el pedregullo
de tu risa imitando la bandada
que te orilla y te ha visto enamorada...
Mi canción es de verano en el desïerto
de sol tibio, nacarado y descubierto,
de presente arquitectura sobre el alba
que rocía mi verdín desnudo en selva...
Y en la cueva de mi amor hay galanura
para asirte de tu voz y tu ternura,
para vestirte de esmeraldas descubiertas,
y enamorarme de vos, cuando despiertas...
Mi élitro es el viento, tu crisálida las flores
donde el brillo de tu beso es cristalino
y en tus fauces el albor adamantino
sólo sesga de miel tantos amores...
Y el verano de tu flor más deseäda,
se orilla en sol, del sol, enamorada
y en tu cintura baila lenta alcurnia
de tu recelo brindándote colonia...
Tu trovador desvelo es sobre el alba:
Aquella flor que engaña mi soltura,
engavillando de aquél monte, mi silencio
donde muda mi amar mi sombra, me distancio
de tus besos cuando hay celaje en tu figura...
Y aquél cirro, aquélla nube, que de agua
la flor llueve y es de nácar, su voz su lenta flora
que disipe mi canción y es tu figura
el ámbar cristalino que es rubor tu noche ambigua,
Sobre el mellado albor, de distancia bruna
caliginosa, separada, la tenaz fortuna
de tus aires trovadores en el süeño,
que hacen cuerdas las llagas de tu dueño,
-niño errante- que besa tus labios nacarados
en el cielo de tu rubio sol nevado,
al asir de tu pelo el desconsuelo abovedado
sobre el rubio metal que son oros acerados...
Y en tu brillo, se muda desde el cielo:
Aquella lluvia de vestir, undosa calma,
resplandece en la lluvia de mi alma...
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