Al fondo de las banderas
Al fondo de las banderas
el pueblo familiar sigue esperando,
tiene su copa, su pan, su propia esquina
y escucha los discursos oficiales
como quien habla de más en un entierro.
Son otras sus palabras, son sus actos
sencilla contrición en la tragedia,
serena voluntad, tras ser golpeado,
de otra vez regresas a la luz y a los caminos.
Mi pueblo es ese, mi gente, su destino,
no el que quieren llenar de lentejuelas,
no el que quieren negar cuatro paredes
mientras afuera marcha la dignidad versus el miedo
y aquella libertad que no se vende en los mercados.
Me gusta y lo propago, me avecino
con mis hermanos en el pan que comparece a diario
honesto y limpio en la mesa del almuerzo,
ausente y duro en los rincones del mendigo.
Nos queda batallar, cerrar heridas,
por siempre comprender que nadie sobra,
ni el terco militar que ni se inmuta
ni aquel recién nacido cuyos padres son obreros,
nos queda pronunciar esa verdad de ser hermanos,
en medio del dolor, de las raíces aplastadas,
del sueño por librar como palomas de la plaza
y en cotidiano afán de tierra y patria para todos.
Me sumo a esta canción que hará cambiar el mundo,
o al menos el rincón que mis hermanos pueblan de esperanzas,
por eso parto ya que la mañana se avecina
y veo que aquí vas, alegremente de mi mano.
Se llama porvenir esa ciudad a la que vamos,
se llama Chile el sol que ya la habita con tu canto.
http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/
17 11 13
Al fondo de las banderas
el pueblo familiar sigue esperando,
tiene su copa, su pan, su propia esquina
y escucha los discursos oficiales
como quien habla de más en un entierro.
Son otras sus palabras, son sus actos
sencilla contrición en la tragedia,
serena voluntad, tras ser golpeado,
de otra vez regresas a la luz y a los caminos.
Mi pueblo es ese, mi gente, su destino,
no el que quieren llenar de lentejuelas,
no el que quieren negar cuatro paredes
mientras afuera marcha la dignidad versus el miedo
y aquella libertad que no se vende en los mercados.
Me gusta y lo propago, me avecino
con mis hermanos en el pan que comparece a diario
honesto y limpio en la mesa del almuerzo,
ausente y duro en los rincones del mendigo.
Nos queda batallar, cerrar heridas,
por siempre comprender que nadie sobra,
ni el terco militar que ni se inmuta
ni aquel recién nacido cuyos padres son obreros,
nos queda pronunciar esa verdad de ser hermanos,
en medio del dolor, de las raíces aplastadas,
del sueño por librar como palomas de la plaza
y en cotidiano afán de tierra y patria para todos.
Me sumo a esta canción que hará cambiar el mundo,
o al menos el rincón que mis hermanos pueblan de esperanzas,
por eso parto ya que la mañana se avecina
y veo que aquí vas, alegremente de mi mano.
Se llama porvenir esa ciudad a la que vamos,
se llama Chile el sol que ya la habita con tu canto.
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