Cita en la nieve

Cita en la nieve

Guardaste el mar sin corazón, oh, desdichado
ir y venir entre las brumas de la noche,
entre las calles náufragas del sueño,
entre los barcos que el amor nunca detuvo en tus arenas.
Hablaste de volver a las ventanas del olvido,
de hacer luz del adiós para empezar las marejadas,
las vueltas del amor con sus desechos en la orilla,
la ciénaga de un pan que antes unió la despedida.
¿Qué quieres del cartón en que encajamos los recuerdos,
las fotos sin sacar, los libros sin palabras,
qué esperas de la flor entre los labios de los días,
ya seca de esperar en los palacios de la ausencia?
No pidas más dolor, que ya la copa no resiste
y bulle rumbo al mar de las mañanas ya perdidas.
Te quise comprender, pero en la esfera no hay paciencia,
no hay fuerzas para alzar de tanto oleaje a los ahogados,
rencores, pensamientos, estrellas hechas de agua,
marañas del dolor que no permiten recovecos.
Aléjate del sol, que me carcomen sus esquirlas,
apégate al papel de peregrino en el silencio,
pues ya no puedo más con la escultura de tus celos
y debes parpadear para alcanzar a dejar irme.
El padre del rencor no se hace cargo de sus vástagos,
el mar siempre se evade de lo que arroja su memoria,
pero no somos más que hermanos maltratados
en la heredad de un abandono que fundamos a pedazos,
por eso nunca más de la maldad de tus oleajes,
nunca más del pie que fue aletargado en la neblina
y que un pantano azul arrellanó entre sus tinieblas.

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13 09 13