Las actas del testigo
Pasé a ser uno más, uno que escribe
contra todos los demás que no lo leen,
y es que también escriben, con qué tiempo
habrían de leer si la hoja en blanco los atrapa.
No fui distinto a aquel que llora rosas,
ni al que elevó volcanes en un gesto,
ni a aquella que dobló en dos el ocaso
y en su bolso lo echó para salir a ver la muerte.
No fui distinto al mar que ya se sabe
de memoria nuestras lamentaciones,
nuestro amor, nuestras derrotas, nuestros sueños,
con él yo conversé mientras las olas
borraban de mis huellas el detritus de gaviota,
con él yo me abracé cuando en la noche no hubo estrellas
y en mi tambor guardé su lento son de enamorado,
sus barbas de cristal, su verde lengua
de rey condecorado por una eternidad azul marina.
Volví tras mi ciudad, sin ver que adentro
las torres y edificios me alumbraban,
también la vieja infancia con su río,
donde arrojé feliz pedruscos y barquitos.
En ese resplandor bebí las fuentes
de un mundo maltratado por las letras,
que encuentra más dolor que compromiso
y más explotación que un digno trato.
Por eso caminé con muchas dudas,
qué era mejor, la flor o su florero,
el pez o el pescador, la mala sangre
o el limpio levantarse en la mirada.
Sé que no hay conclusión, que todo pasa,
que nada quedará tras la tormenta,
pero si un ojo abrí no fue por tuerto,
fue por verme aguzar el horizonte que buscaba.
Si acaso lo encontré no sé decirles,
pero alegre canté tras la verdad de los escritos,
mi verbo dejo aquí, lo pongo en la mañana,
el sol verá qué hará, yo sólo sigo
junto a ustedes y a mis sombras mi camino.
http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/
21 07 13
Pasé a ser uno más, uno que escribe
contra todos los demás que no lo leen,
y es que también escriben, con qué tiempo
habrían de leer si la hoja en blanco los atrapa.
No fui distinto a aquel que llora rosas,
ni al que elevó volcanes en un gesto,
ni a aquella que dobló en dos el ocaso
y en su bolso lo echó para salir a ver la muerte.
No fui distinto al mar que ya se sabe
de memoria nuestras lamentaciones,
nuestro amor, nuestras derrotas, nuestros sueños,
con él yo conversé mientras las olas
borraban de mis huellas el detritus de gaviota,
con él yo me abracé cuando en la noche no hubo estrellas
y en mi tambor guardé su lento son de enamorado,
sus barbas de cristal, su verde lengua
de rey condecorado por una eternidad azul marina.
Volví tras mi ciudad, sin ver que adentro
las torres y edificios me alumbraban,
también la vieja infancia con su río,
donde arrojé feliz pedruscos y barquitos.
En ese resplandor bebí las fuentes
de un mundo maltratado por las letras,
que encuentra más dolor que compromiso
y más explotación que un digno trato.
Por eso caminé con muchas dudas,
qué era mejor, la flor o su florero,
el pez o el pescador, la mala sangre
o el limpio levantarse en la mirada.
Sé que no hay conclusión, que todo pasa,
que nada quedará tras la tormenta,
pero si un ojo abrí no fue por tuerto,
fue por verme aguzar el horizonte que buscaba.
Si acaso lo encontré no sé decirles,
pero alegre canté tras la verdad de los escritos,
mi verbo dejo aquí, lo pongo en la mañana,
el sol verá qué hará, yo sólo sigo
junto a ustedes y a mis sombras mi camino.
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