Sentada, abro la vieja colina de la sonrisa
y devuelves el secreto mitigado, el último paréntesis
del principio, del paso furtivo
como las hojas prohibidas,
después el instante con su olor indefinible,
la exactitud, lo concluso, tú
silencio más silencio y una danza sin tregua,
el sabor de todo, poco a poco
y mis pies lejos, muy lejos
en alguna página perdida de tus poemas
también corren hacía tu encuentro,
llego y tu llegada es tu punto de salida
mi salida tu meta,
tus brazos relajan el vicio absurdo
la tinta sin color que te ofrece
mi cuerpo, con la ternura que palpita,
la sombra de mi sombra como un fotograma
las llamas del fuego perpetuo
recordando esos lugares y nuestras esquinas,
arrollada por ti mi corazón pulsa
los ritmos exactos, acorralada
mientras mi alma te exulta.
Espero y te digo
-puedes quedarte aquí esta noche-
las sombras se escapan al abrir las puertas
y me vuelvo el doblaje de mi propia voz,
me sumerjo en el espacio abierto
mientras un perfume ocupa la habitación.
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