Aquella vez, fue la última vez, que abrí la puerta.
Que le robé al ojal colores del arco iris.
Supuse llano el verdor; supuse muerta mi sed
mi gracia fue un aljibe roto y vacío
de mi mocedad.
Los olores del jazmín se transfiguraban.
Lo lejos y distante era hoy más lejos.
A la bruma nacarada la perpetuidad de los álamos
albergaba una rosa, una huida, una sonrisa impiadosa.
Era la última vez del vuelo de paloma y ruiseñor
decorando la sombra de los cielos
en alcurnia salvaje.
Era la última campanada de silencio.
Era la última vorágine con alas.
Era mi encuentro, tu luz, y tu florida cineasta
sobre la bandurria gris, la cálida espuma te seguía
hasta el lugar que fue hora
hacia tu rostro.
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