El buen gigante
Comiendo sangre y manzanas
va creciendo el buen gigante,
no hay poder que lo suplante,
sus iras nunca son vanas.
Se indigna con las mañanas
porque el sol cruza de largo,
se indigna con cada cargo
que presumen sin cumplir
y con el justo vivir
que así da un dejo de amargo.
Nació de una gris tormenta
y de una huérfana triste,
creció y comió cuanto existe
y no eligió vestimenta.
Sean ramas u osamenta
va cubierto a las ciudades,
devora tantas maldades
que se sacia su apetito,
pero siempre hay más delito
con que llenar sus edades.
Un día lo amó una reina,
el mismo día él la amó,
pero la muerte llegó
y por poco lo despeina.
El mismo a la bella peina,
recostada en plenitud,
él mismo tocó el laúd
y hasta las fieras lloraron
cuando llorando lo hallaron
aferrado al ataúd.
Desde entonces furia y pena,
desde entonces pena y furia,
todo y quebranto y penuria
todo penuria y arena.
La lágrima que serena
lo calma solo y de noche
no tiene más que un derroche
y es el del alma partida,
por allí sangró la herida
del alba a la medianoche.
Un día ya no lo vieron,
se volvió río entre montes,
semilla en los horizontes
de los que todo perdieron.
Pero olvido no le dieron
ni las torres ni los frutos,
quedó entre los estatutos
su figura y su leyenda,
quien no cree que lo entienda
tras leer estos tributos.
http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/
26 10 12
Comiendo sangre y manzanas
va creciendo el buen gigante,
no hay poder que lo suplante,
sus iras nunca son vanas.
Se indigna con las mañanas
porque el sol cruza de largo,
se indigna con cada cargo
que presumen sin cumplir
y con el justo vivir
que así da un dejo de amargo.
Nació de una gris tormenta
y de una huérfana triste,
creció y comió cuanto existe
y no eligió vestimenta.
Sean ramas u osamenta
va cubierto a las ciudades,
devora tantas maldades
que se sacia su apetito,
pero siempre hay más delito
con que llenar sus edades.
Un día lo amó una reina,
el mismo día él la amó,
pero la muerte llegó
y por poco lo despeina.
El mismo a la bella peina,
recostada en plenitud,
él mismo tocó el laúd
y hasta las fieras lloraron
cuando llorando lo hallaron
aferrado al ataúd.
Desde entonces furia y pena,
desde entonces pena y furia,
todo y quebranto y penuria
todo penuria y arena.
La lágrima que serena
lo calma solo y de noche
no tiene más que un derroche
y es el del alma partida,
por allí sangró la herida
del alba a la medianoche.
Un día ya no lo vieron,
se volvió río entre montes,
semilla en los horizontes
de los que todo perdieron.
Pero olvido no le dieron
ni las torres ni los frutos,
quedó entre los estatutos
su figura y su leyenda,
quien no cree que lo entienda
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