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por Arropando la huella de esplendor celeste
mi corazón se desvanece en oro y en espuma,
donde grávida resuma la vida un cielo agreste,
presunto de silencio, y huella, y bruma…
Cadencia murmurada en estío y en paloma
que nace cuanto bulle su circo y su dilema
en la fragua que se enluta, y mella y corcovea
la música despliega su horizonte devanea…
En oro y en asilo su nimbo no se esconde,
llamarada de silencio arduo que perdura
y en la fragua a mi centella mi carbón, oscura
lágrima desierta de mi ojo, enciende…
La piel, la voz que ama, la tersura, nadie
el ala contra el ala herida contra nadie
de su sostén la albura sume plata y aún disocia
llamadas en los árboles de voces en las sombras…
Cardumen de pulcro vaivén de sollozo y de alegría
por aquella pura hazaña de perdón y vacua identidad
sobre el alba sobre noche sobre cielos de contrario numen
flamea en su vigor la sombra en el crepúsculo, y arde
en su jovial fuego de centella ufana, la miel
de un águila que trena ó una paloma vendaval
de sólo inmaculada tersa ardua cielo náyade
desnudo celofán, que sobre el alba queda inmóvil…
A su distancia de proscenio la luna vuelve pan,
la higuera de unos salmos donde huellas dan…
» Desde la ventana
» Por qué, la guerra?
» Tu cuerpo se desviste...
» Déjame unir mi mano con la tuya...
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