Nada hay tan irrazonable como atribuirle al Estado poderes sobre la creación artística. La esterilidad es una característica del poder político ya que su esencia es la dominación del Hombre, independientemente de su ideología.
El arte se nutre siempre del lenguaje social que nace de la idiosincrasia del pueblo que, a su vez, es reflejo de una determinada visión del mundo; la esencia de su nacimiento y crecimiento es la libre expresión. El Estado vive de ese lenguaje; un Estado puede imponer una visión, abortar la aparición de otras, exterminar aquellas que le hacen sombra pero carece de la fecundidad para crear una. Cuando trata de imponer determinado estilo solo logra corromperlo, deformarlo y asfixiarlo. Cuanto más tiránico es, cuanto más invade todas las actividades humanas más languidece el arte que se convierte en actividad servil y mecánica, causa de aburrimiento perpetuo. Un estilo artístico es algo vivo, una manifestación de la libertad humana, pura creatividad dentro de determinada dirección, nacido de las tendencias profundas de la sociedad; es hasta cierto punto imprevisible como el crecimiento del árbol. Todo estilo oficial niega la espontaneidad creadora.
El Estado absolutista impide que se manifieste a pleno la infinita variedad de la vida la cual es reemplazada por una máscara repetida como en un juego de espejos. Los rostros humanos son impregnados por rasgos pétreos de un yo abstracto que sustituye un estilo que avanza como una melodía utilizando los mismos elementos en múltiples combinaciones, cada una más bella que otra. El arte se convierte, entonces, en un aburrido y gris remedo, situación que se da en los imperios, una repetición de gestos, como en un ritual, que sólo puede despertarnos un perenne bostezo.
El arte se nutre siempre del lenguaje social que nace de la idiosincrasia del pueblo que, a su vez, es reflejo de una determinada visión del mundo; la esencia de su nacimiento y crecimiento es la libre expresión. El Estado vive de ese lenguaje; un Estado puede imponer una visión, abortar la aparición de otras, exterminar aquellas que le hacen sombra pero carece de la fecundidad para crear una. Cuando trata de imponer determinado estilo solo logra corromperlo, deformarlo y asfixiarlo. Cuanto más tiránico es, cuanto más invade todas las actividades humanas más languidece el arte que se convierte en actividad servil y mecánica, causa de aburrimiento perpetuo. Un estilo artístico es algo vivo, una manifestación de la libertad humana, pura creatividad dentro de determinada dirección, nacido de las tendencias profundas de la sociedad; es hasta cierto punto imprevisible como el crecimiento del árbol. Todo estilo oficial niega la espontaneidad creadora.
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