VIVIR.

En la edad adulta
se ve cómo se eleva y crece
un muro entre la vida y la muerte
y de medianero una escalera
que cada vez más desnuda
es investida por un poder único,
el sueño que va atrayendo
el amor realizado del deseo,
pero a partir de un cierto peldaño
es un incierto avance
pues ya no se sostienen las barandas
de ese dormir consecuente,
y después el desorden
el reposo de las profundidades
la inyección del campo
de hombres y mujeres bien dotados
pero incapaces de medir
su áspero ascetismo.
Y vivir se convierte
en la conquista que a medias expresamos
de forma totalmente incompleta,
a una falta de lealtad
cuando se desarrolla
una extrañeza legítima.