Autorretrato
Nosotros, los capricornio,
los que rascamos la tierra para llegar al cielo,
los que en el cielo nos seguimos preguntando
si esto era todo y dónde sigue la batalla.
Nosotros, pues, los que arrastramos
conciencia y pies, raíces de árbol duro,
cual Sísifo en la hermosa alevosía,
cual Ícaro en la ploma aventuranza
de un vuelo sin razón a ras de tierra,
nosotros, ya les digo, los vencidos
por propia voluntad, por terco arreglo
de huesos, de melenas, de dedos estirados
y puños ya rasgando el enigma de la aurora,
venimos, ya venimos, como ayer, como mañana,
con rastros del sargazo que nos sacó de los océanos,
con burbuja en las agallas de aquel tiempo de ser peces
y escamas del reptil que meditó en el sol más turbio.
Venimos a buscar la madre en la materia,
la hermana en el reloj que en el altar quedó esperando,
la noche en el balcón de ciertos ojos ya bebidos
y el viejo y fatuo amor en las cornadas de la suerte.
Venimos, como digo, desesperadamente ateos,
prudentes, peligrosos, con un alma entre las piernas
y en las sienes un tambor al que persigue la hojarasca,
la lluvia y hasta el sol de dos mejillas que amanecen,
la propia soledad y sus legiones de dormidos.
No tengo que decir que el mecanismo es defectuoso,
que ya expulsados de aquel vientre la soledad es el camino,
la tierra, sus escuelas, las calles sin sentido,
los años de olvidar para llegar a ser un hombre
y luego un timbre, un timbre, un timbre, suena con las metas,
cumplidas, no cumplidas, pero siempre devorando
seres, almas, estaciones, sueños y juguetes,
deglutiendo como tú cuando te comes la cebolla,
tan sólo que eres tú la tal cebolla o el pedazo
de carne sin sazón que el tiempo muele con miseria,
mandíbulas adentro de un reloj que no comprendes,
pero que habita en tus entrañas con precisión de carnicero.
Por eso voy de vuelta, les decía,
al viejo truco de cavilar montaña arriba,
de en mis dos alas predecir el fin del vuelo,
de conquistarte y para ti conquistar todo
lo que entre dientes no me pides pero esperas.
Felicidad, tú también eres capricornio,
por eso insistes en que rastree entre tus piernas,
por eso exiges que tú y nosotros no cejemos
en persistir en este abrazo con el fuego y con la tierra.
El mundo es nuestra esfera, no durmamos,
un capricornio lo vigila, yo no duermo,
si te desnudas junto a mi sabrás qué digo.
19 05 12
Nosotros, los capricornio,
los que rascamos la tierra para llegar al cielo,
los que en el cielo nos seguimos preguntando
si esto era todo y dónde sigue la batalla.
Nosotros, pues, los que arrastramos
conciencia y pies, raíces de árbol duro,
cual Sísifo en la hermosa alevosía,
cual Ícaro en la ploma aventuranza
de un vuelo sin razón a ras de tierra,
nosotros, ya les digo, los vencidos
por propia voluntad, por terco arreglo
de huesos, de melenas, de dedos estirados
y puños ya rasgando el enigma de la aurora,
venimos, ya venimos, como ayer, como mañana,
con rastros del sargazo que nos sacó de los océanos,
con burbuja en las agallas de aquel tiempo de ser peces
y escamas del reptil que meditó en el sol más turbio.
Venimos a buscar la madre en la materia,
la hermana en el reloj que en el altar quedó esperando,
la noche en el balcón de ciertos ojos ya bebidos
y el viejo y fatuo amor en las cornadas de la suerte.
Venimos, como digo, desesperadamente ateos,
prudentes, peligrosos, con un alma entre las piernas
y en las sienes un tambor al que persigue la hojarasca,
la lluvia y hasta el sol de dos mejillas que amanecen,
la propia soledad y sus legiones de dormidos.
No tengo que decir que el mecanismo es defectuoso,
que ya expulsados de aquel vientre la soledad es el camino,
la tierra, sus escuelas, las calles sin sentido,
los años de olvidar para llegar a ser un hombre
y luego un timbre, un timbre, un timbre, suena con las metas,
cumplidas, no cumplidas, pero siempre devorando
seres, almas, estaciones, sueños y juguetes,
deglutiendo como tú cuando te comes la cebolla,
tan sólo que eres tú la tal cebolla o el pedazo
de carne sin sazón que el tiempo muele con miseria,
mandíbulas adentro de un reloj que no comprendes,
pero que habita en tus entrañas con precisión de carnicero.
Por eso voy de vuelta, les decía,
al viejo truco de cavilar montaña arriba,
de en mis dos alas predecir el fin del vuelo,
de conquistarte y para ti conquistar todo
lo que entre dientes no me pides pero esperas.
Felicidad, tú también eres capricornio,
por eso insistes en que rastree entre tus piernas,
por eso exiges que tú y nosotros no cejemos
en persistir en este abrazo con el fuego y con la tierra.
El mundo es nuestra esfera, no durmamos,
un capricornio lo vigila, yo no duermo,
si te desnudas junto a mi sabrás qué digo.
19 05 12
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