Mi mano
fue tan mía
que alcanzó tu mejilla entre la nieve
del amanecer.
No tuve otro sol
que tu nocturna estrella
desafiando el claroscuro de mi rubor ungido
entre la bruma,
pero tu canto hermoso
se situó en las arenillas
de mis huellas, de mis pasos claros
y encendieron la aurora
con tu mirada
de miel.
Vacié
aquella noche los enigmas
de los árboles copiosos
y en la selva
de mi amor
radiante quedo
abstraído
en tu necesaria
presencia.
Flor,
que acabada de abrir
todos sus pétalos
al sol
en el aire puro canta
su sonrisa
como un despierto y alegre
manantial
del que bebo
asido de tus manos
y al constante sonreír
de las estrellas…
Ayer a las 7:07 am por jorge enrique mantilla
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