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por Enigmático fluir que acompasa el firmamento
en el oro del rubor, en el sol del elemento
que en el vano solo azul del alba del pigmento
azul la nieve cae y es sol el filamento…
Paciente la discorde llamarada no fluctúa
cuando al ébano la sal es sal que interactúa
en el plectro del rubor que aciago no encandila
en el fresno al ruiseñor, en el alba que destila.
Blasón de nieve, púrpura ornamento
de desigual amparo, que fluye al desacierto
del místico fluir la noche al tegumento
del mar en el azogue del místico despierto...
Y en el fluir de su verano la sandalia
que el mineral resabio conjuga hasta su vuelo,
arrima en el soneto la mar de un oro en celo
la noche del fluir ¡Qué noche, Amalia!
Intrépida latencia que sopesa en mil embargos
la nube del cristal, cristal amagos
que soplan al latir llantos desiertos
y bruman en los ciegos mares descubiertos
quiméricas las sales y las ostras que se enlutan
sabiendo cual sabor emblemático sostienen
y asienten en el joven resplandor cuando disfrutan
légamo al candil del alma que retienen…
Fresca cual pradera azul del mar no bastaría
conjugar al incipiente archipiélago del alba
del solo frenesí, descalzo cual la selva
de un ralo mineral que escudre y hablaría
cual sólo firmamento del ciento por helar
la dócil que despierta entre tus labios
y es candela al asir a tus resabios
del solo mar adverso que frenético telar
Ambiguo amaga y sulfura el bienestar
de un águila que trena y que basta con soñar
y admira entre tus hijos el bien consume el mal
de un estro que repara la fortuna desigual
silbido que repara y conjuga al admirar
la nieve, las olas, y el alba que del mar
retiene su quebranto y lucha por amar
cual víspera lo baña todo, al despertar.
Reía; pero al fluir cuanto el alma disgrega,
desperté de aquél sueño al que el ojo no se apega.
en el oro del rubor, en el sol del elemento
que en el vano solo azul del alba del pigmento
azul la nieve cae y es sol el filamento…
Paciente la discorde llamarada no fluctúa
cuando al ébano la sal es sal que interactúa
en el plectro del rubor que aciago no encandila
en el fresno al ruiseñor, en el alba que destila.
Blasón de nieve, púrpura ornamento
de desigual amparo, que fluye al desacierto
del místico fluir la noche al tegumento
del mar en el azogue del místico despierto...
Y en el fluir de su verano la sandalia
que el mineral resabio conjuga hasta su vuelo,
arrima en el soneto la mar de un oro en celo
la noche del fluir ¡Qué noche, Amalia!
Intrépida latencia que sopesa en mil embargos
la nube del cristal, cristal amagos
que soplan al latir llantos desiertos
y bruman en los ciegos mares descubiertos
quiméricas las sales y las ostras que se enlutan
sabiendo cual sabor emblemático sostienen
y asienten en el joven resplandor cuando disfrutan
légamo al candil del alma que retienen…
Fresca cual pradera azul del mar no bastaría
conjugar al incipiente archipiélago del alba
del solo frenesí, descalzo cual la selva
de un ralo mineral que escudre y hablaría
cual sólo firmamento del ciento por helar
la dócil que despierta entre tus labios
y es candela al asir a tus resabios
del solo mar adverso que frenético telar
Ambiguo amaga y sulfura el bienestar
de un águila que trena y que basta con soñar
y admira entre tus hijos el bien consume el mal
de un estro que repara la fortuna desigual
silbido que repara y conjuga al admirar
la nieve, las olas, y el alba que del mar
retiene su quebranto y lucha por amar
cual víspera lo baña todo, al despertar.
Reía; pero al fluir cuanto el alma disgrega,
desperté de aquél sueño al que el ojo no se apega.
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