TESTAMENTO A MI HIJO
Amado hijo:
Espejo de mi vida, sueño de mis sueños, sangre de mi sangre y alegría de mi existencia.
Te dejo mis últimas palabras es este papel como epílogo postrero de mi vida. A ti, que has sido la realización de mis sueños de ser padre; la realización de mis planes en este contexto de mi vida. Sí, porque no viniste a esta vida como consecuencia dolorosa de un accidente, o como un remordimiento constante de algún desenfreno pasional.
No, viniste a este mundo porque tu madre y yo lo planeamos; eres el fruto anhelado de un amor profundo, sublime y verdadero.
La fecha de tu nacimiento fue planeada anticipadamente; cuidadosamente escogido el nombre que ahora llevas y al cual respondes. Preparados de antemano tus juguetes, tu ropa, y un lugar donde durmieras.
Cuando no existías más que en nuestras mentes como un deseo esperanzado, fue delineada tu educación espiritual y moral; el respeto al semejante, las ideas de paz y libertad, el amor a Dios, al prójimo y a ti mismo.
Ahora que escucho una voz suave y melodiosa que me llama a lo lejos en el horizonte escribo esta carta, mis últimas palabras quizás, que conforman este TESTAMENTO:
Yo, tu padre, te delego mi poesía que es la llave que te abrirá las puertas de lugares maravillosos. Con ella podrás crear pequeños mundos de fantasía, de sueños y de esperanza; pero de fantasías positivas, de sueños realizables, y de esperanzas no manipuladas sino afirmadas en la verdad.
No hay nadie que no se conmueva al escuchar una frase de amor; y toda frase de amor es poesía que emana del corazón. Todo el universo es un poema escrito por Dios, tú y yo somos poesía de Dios, creación de Dios; y cuando hablamos con El nuestro ser exhala mística poesía.
Te dejo una chispa de poeta; de tu sabiduría y buen juicio depende extinguirla o hacer de ella una llama de armonía, una antorcha libertaria, un faro que guíe, un fuego de hermandad.
Esta chispa puede provocar grandes incendios; o puede iluminar tranquilamente el ambiente de una paz familiar. De ti depende, pues, la catástrofe o el llamamiento a la concordia.
En tu mano está la pluma; en tu interior la chispa de la idea estética. Escribe, crea, transforma este mundo de palabras; esgrime con audacia la herramienta que posees; acaricia al viento con tus palabras y penetra cada mente con un saludo poético y respetuoso.
Todo hombre lleva consigo un poco de tristeza, alguna vieja lágrima, o un grito silencioso. No soy la excepción, y también esto quiero dejarte.
Te dejo mi hambre y sed de justicia la cual es una herencia de mis antepasados que se ha prolongado por los siglos; y con ella te dejo la bienaventuranza pronunciada un día por el Maestro: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”.
Te dejo también la estafeta que hoy todavía está en mi mano, pero que dentro de muy poco tiempo estará en la tuya. Corre con ella; no importa el terreno tú tienes que correr. La vida es una carrera donde sólo paramos para llenar los pulmones de aire fresco y para beber del manantial de Agua Viva, retomar nuevas fuerzas y seguir corriendo.
Pero, ¿Qué es la estafeta? Es la responsabilidad al trabajo encomendado, impuesto no por hombre alguno, sino por la mano divina. La salida y la meta están en Dios.
Corre pues hijo mío. Frente a ti el valle y la montaña, la piedra y los zarzales, la arena y los rosales; el sol bendiciéndote en los cielos, y una mano invisible acariciando tus cabellos.
Nunca mires hacia atrás para conformarte por la distancia recorrida, ni escuches en tu viaje las palabras melosas que traten de apartarte del camino; detente sólo para consolar al afligido, ayudar al necesitado, auxiliar al huérfano y a la viuda. Lo demás es obstáculo, es prueba y tentación; es la mano de la escoria de la vida.
Mientras corres mantén una sonrisa en los labios, pues todos los que así te vean sabrán que corres feliz y que cumples gustoso el trabajo encomendado. También ocupa tu mente en cosas positivas, de triunfo y de victoria. Mira con los ojos de la fe, pues sólo así podrás ver lo invisible, la meta y el premio a tu esfuerzo y perseverancia.
…Y sobre todo, habla con Dios; tú sabes cómo hacerlo. Las distancias pueden acercarse por la palabra; y Dios está tan cerca como para hablarle al oído.
Ahora hijo mío, ponte de pie; levanta la cabeza. ¡Corre, corre hijo mío!...!Que más tarde nos veremos en el cielo!
Tu padre que te ama:
Jonathan Mateos
Amado hijo:
Espejo de mi vida, sueño de mis sueños, sangre de mi sangre y alegría de mi existencia.
Te dejo mis últimas palabras es este papel como epílogo postrero de mi vida. A ti, que has sido la realización de mis sueños de ser padre; la realización de mis planes en este contexto de mi vida. Sí, porque no viniste a esta vida como consecuencia dolorosa de un accidente, o como un remordimiento constante de algún desenfreno pasional.
No, viniste a este mundo porque tu madre y yo lo planeamos; eres el fruto anhelado de un amor profundo, sublime y verdadero.
La fecha de tu nacimiento fue planeada anticipadamente; cuidadosamente escogido el nombre que ahora llevas y al cual respondes. Preparados de antemano tus juguetes, tu ropa, y un lugar donde durmieras.
Cuando no existías más que en nuestras mentes como un deseo esperanzado, fue delineada tu educación espiritual y moral; el respeto al semejante, las ideas de paz y libertad, el amor a Dios, al prójimo y a ti mismo.
Ahora que escucho una voz suave y melodiosa que me llama a lo lejos en el horizonte escribo esta carta, mis últimas palabras quizás, que conforman este TESTAMENTO:
Yo, tu padre, te delego mi poesía que es la llave que te abrirá las puertas de lugares maravillosos. Con ella podrás crear pequeños mundos de fantasía, de sueños y de esperanza; pero de fantasías positivas, de sueños realizables, y de esperanzas no manipuladas sino afirmadas en la verdad.
No hay nadie que no se conmueva al escuchar una frase de amor; y toda frase de amor es poesía que emana del corazón. Todo el universo es un poema escrito por Dios, tú y yo somos poesía de Dios, creación de Dios; y cuando hablamos con El nuestro ser exhala mística poesía.
Te dejo una chispa de poeta; de tu sabiduría y buen juicio depende extinguirla o hacer de ella una llama de armonía, una antorcha libertaria, un faro que guíe, un fuego de hermandad.
Esta chispa puede provocar grandes incendios; o puede iluminar tranquilamente el ambiente de una paz familiar. De ti depende, pues, la catástrofe o el llamamiento a la concordia.
En tu mano está la pluma; en tu interior la chispa de la idea estética. Escribe, crea, transforma este mundo de palabras; esgrime con audacia la herramienta que posees; acaricia al viento con tus palabras y penetra cada mente con un saludo poético y respetuoso.
Todo hombre lleva consigo un poco de tristeza, alguna vieja lágrima, o un grito silencioso. No soy la excepción, y también esto quiero dejarte.
Te dejo mi hambre y sed de justicia la cual es una herencia de mis antepasados que se ha prolongado por los siglos; y con ella te dejo la bienaventuranza pronunciada un día por el Maestro: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”.
Te dejo también la estafeta que hoy todavía está en mi mano, pero que dentro de muy poco tiempo estará en la tuya. Corre con ella; no importa el terreno tú tienes que correr. La vida es una carrera donde sólo paramos para llenar los pulmones de aire fresco y para beber del manantial de Agua Viva, retomar nuevas fuerzas y seguir corriendo.
Pero, ¿Qué es la estafeta? Es la responsabilidad al trabajo encomendado, impuesto no por hombre alguno, sino por la mano divina. La salida y la meta están en Dios.
Corre pues hijo mío. Frente a ti el valle y la montaña, la piedra y los zarzales, la arena y los rosales; el sol bendiciéndote en los cielos, y una mano invisible acariciando tus cabellos.
Nunca mires hacia atrás para conformarte por la distancia recorrida, ni escuches en tu viaje las palabras melosas que traten de apartarte del camino; detente sólo para consolar al afligido, ayudar al necesitado, auxiliar al huérfano y a la viuda. Lo demás es obstáculo, es prueba y tentación; es la mano de la escoria de la vida.
Mientras corres mantén una sonrisa en los labios, pues todos los que así te vean sabrán que corres feliz y que cumples gustoso el trabajo encomendado. También ocupa tu mente en cosas positivas, de triunfo y de victoria. Mira con los ojos de la fe, pues sólo así podrás ver lo invisible, la meta y el premio a tu esfuerzo y perseverancia.
…Y sobre todo, habla con Dios; tú sabes cómo hacerlo. Las distancias pueden acercarse por la palabra; y Dios está tan cerca como para hablarle al oído.
Ahora hijo mío, ponte de pie; levanta la cabeza. ¡Corre, corre hijo mío!...!Que más tarde nos veremos en el cielo!
Tu padre que te ama:
Jonathan Mateos
Miér Abr 17, 2024 4:52 pm por caminandobajolalluvia
» Déjame unir mi mano con la tuya...
Miér Abr 17, 2024 4:50 pm por caminandobajolalluvia
» Tu rostro...
Lun Abr 15, 2024 3:55 am por caminandobajolalluvia
» Memoria de tu luz, cuerpo bohemio...
Mar Abr 09, 2024 9:05 pm por caminandobajolalluvia
» Mi ciudad
Jue Abr 04, 2024 1:08 pm por caminandobajolalluvia
» Mujer -reclamo tus rosas-
Jue Abr 04, 2024 1:02 pm por caminandobajolalluvia
» La huella del amor...
Jue Abr 04, 2024 1:01 pm por caminandobajolalluvia
» Desnuda cadencia...
Jue Abr 04, 2024 12:59 pm por caminandobajolalluvia
» Son claveles...
Jue Abr 04, 2024 12:55 pm por caminandobajolalluvia