Esto que escribo no es un poema
ni una carta
ni un pensamiento.
Aunque se titule
“pensamiento número ocho”.
Es sólo un pretexto,
una aventura en travesura para obligarte a pensar en mí.
Por lo menos el tiempo que te lleve leer estas palabras.
Y ahí estas…
Leyendo de nuevo y recordándome.
Y aquí estoy yo,
metido en tu mente una vez más…
Robándote minutos de tu vida y espacio en tu recuerdo…
¿Cómo me ves adentro?
Tal vez sentado con la mente en blanco
fumando un cigarrillo delincuente.
O quizá como gente normal
mirándote
embelezado en tu belleza
y guiñándote un ojo.
Puede ser que me imagines cantando
con una guitarra con la forma exacta de tu cuerpo.
O dibujando a mi viejo señor corazón
o fabricándote un verso.
O simplemente besando tu vientre.
Besando tu cuello,
besando tus manos que me acarician en silencio.
Y acariciando tus labios con un beso.
Es hermoso estar dentro de ti,
en medio de tu cerebro.
Que bello es ser un recuerdo.
Y me asalta otra duda…
¿Cómo me estarás leyendo?
¿Sola en tu cuarto?
¿Acostada en tu cama?
¿Por la tarde?
¿Una mañana?
Seguramente te besó la soledad
o algún duende amigo dejó esta hoja en tu camino.
Y me asalta otra pregunta…
¿En dónde realmente estaré yo cuando leas todo esto?
¿Sacando adelante a un paciente?
¿Estudiando, siempre estudiando?
¿Rescatando canciones de la nada?
¿Pintando?
¿Retando al mundo?
¿Preso?
¿Estaré sano o enfermo?
¿Estaré muerto?
Pero eso no importa…
Por que la mejor parte de mí la tienes dentro.
Pero por el momento no hablemos de eso
sólo bésame ahora en tu recuerdo
que yo siempre estoy haciendo lo mismo,
siempre te beso.
Cuando despierto,
cuando duermo,
cuando me desvelo.
¿Cómo me ves ahora?
¿Con el corazón destrozado como cuando te largas con otro?
¿Me ves con fiebre y solo a las tres de la mañana haciéndote de nuevo un poema?
¿Me ves mirándote en silencio a los ojos?
¿Durmiéndome en tu pecho?
¿Enseñándome a bailar?
¿Regalándote unas flores?
Pero esta hoja se termina y en realidad todo era un pretexto,
una aventura en travesura
para obligarte a pensar en mí.
¿Por qué no me llamas?
Llama y di:
“Te invito a observar a esa Luna llena y fría en medio de una noche callada,
hasta que el día sangre y llore como un recién nacido en nuestra madrugada…”
Y me tendrás contigo toda una eternidad.
Quetzalcoatl Vallejo.
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