Hace tiempo que mi alma
de poeta deshace calendarios
a través de esta infinita
distancia; cercana
para los que regamos,
en bautismos de sangre,
los caminos de la patria…
Evoco imágenes
y fragmentos de tu historia...
Fue en tiempos
en que los ideales florecían…
Cuando con tu compañero
en clandestinas reuniones
y manifestaciones callejeras
trabajaban proyectos y, empeñados
en caricias fértiles, llenaron
el hogar de pañales y esfuerzos...
El fuego, dolor y pólvora
agujereaban los cuerpos;
bandas militares herían
el aire y rompían esperanzas;
congelaba los diálogos
un temor óseo,
apuñalaban las sombras...
Los allanamientos ventilaron
inescrutables, condenables secretos.
Fue necesario ocultarse,
llevar la vida a lo inhóspito,
al campo frío... Otros lo hicieron
en endemoniados aviones...
Crecieron los hijos rodeados
de tierra en soledad, tan pequeños...
Junto al desamparo que duele en las uñas
y se agazapa en las espaldas
como un gigantesco quiste;
mientras en tus ojos
nacía una pena ronca,
dardo o alarido entre sauces
y acequias, que se clavaba
con fuerza en los surcos...
Frágil... Sola con tus hijos...
Tu compañero cada vez más ausente.
Enmudecidos gestos
en el túnel sin savia,
en ese inanimado páramo oculto.
Tras años de ausencias,
dolor, pobreza y muerte
una escuálida democracia
llegó a la Argentina con paso raudo...
Entonces... De nuevo, la ciudad...
Cuando saciaron los militares
su apetito sangriento
pudiste volver con tus hijos.
El país vomitaba proyectos,
maletas y entusiasmos,
o mataban en secreto...
Por las calles rodaban
vocales de desolación
con canto a losa fría;
descuartizando latidos,
respiraciones, ilusiones...
Entraste con paso quedo
para que no te escucharan
y te señalaran, con ese silencio
de hueso que habías
masticado tanto tiempo...
Tu compañero no estaba a tu lado...
Ya ninguna palabra en ustedes
era puente o camino...
Fue necesario componer la vida,
poner entusiasmo en los rincones,
enredar afanes a esplendores nuevos.
¡Cuántas heridas a restañar!
Mientras, la comparsa electoral
armaba el circo entre tanta miseria,
y ruines mercaderes de lo ajeno
vendían esta patria harapienta
de cielos infinitos y rubios trigales…
de poeta deshace calendarios
a través de esta infinita
distancia; cercana
para los que regamos,
en bautismos de sangre,
los caminos de la patria…
Evoco imágenes
y fragmentos de tu historia...
Fue en tiempos
en que los ideales florecían…
Cuando con tu compañero
en clandestinas reuniones
y manifestaciones callejeras
trabajaban proyectos y, empeñados
en caricias fértiles, llenaron
el hogar de pañales y esfuerzos...
El fuego, dolor y pólvora
agujereaban los cuerpos;
bandas militares herían
el aire y rompían esperanzas;
congelaba los diálogos
un temor óseo,
apuñalaban las sombras...
Los allanamientos ventilaron
inescrutables, condenables secretos.
Fue necesario ocultarse,
llevar la vida a lo inhóspito,
al campo frío... Otros lo hicieron
en endemoniados aviones...
Crecieron los hijos rodeados
de tierra en soledad, tan pequeños...
Junto al desamparo que duele en las uñas
y se agazapa en las espaldas
como un gigantesco quiste;
mientras en tus ojos
nacía una pena ronca,
dardo o alarido entre sauces
y acequias, que se clavaba
con fuerza en los surcos...
Frágil... Sola con tus hijos...
Tu compañero cada vez más ausente.
Enmudecidos gestos
en el túnel sin savia,
en ese inanimado páramo oculto.
Tras años de ausencias,
dolor, pobreza y muerte
una escuálida democracia
llegó a la Argentina con paso raudo...
Entonces... De nuevo, la ciudad...
Cuando saciaron los militares
su apetito sangriento
pudiste volver con tus hijos.
El país vomitaba proyectos,
maletas y entusiasmos,
o mataban en secreto...
Por las calles rodaban
vocales de desolación
con canto a losa fría;
descuartizando latidos,
respiraciones, ilusiones...
Entraste con paso quedo
para que no te escucharan
y te señalaran, con ese silencio
de hueso que habías
masticado tanto tiempo...
Tu compañero no estaba a tu lado...
Ya ninguna palabra en ustedes
era puente o camino...
Fue necesario componer la vida,
poner entusiasmo en los rincones,
enredar afanes a esplendores nuevos.
¡Cuántas heridas a restañar!
Mientras, la comparsa electoral
armaba el circo entre tanta miseria,
y ruines mercaderes de lo ajeno
vendían esta patria harapienta
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