Desnudo aroma que invade noche suave
cual lento murmullo de esperanza contrahecha,
la dulce mirada tuya cual ébano no cabe
en la soledad. Apogeo en mi mitad deshecha
cual ufana juventud el letargo ensimismado
de la rubia diapasón tal el letrado
zigzagueo de la sal, anochecido
cual sediento embiste de la cal que me ha dormido…
Tus piernas son la llave del murmullo del temprano
juvenil eco de pausas amorosas,
que en el légamo de una tarde el artesano
sabe admirar de la lumbre alas sabrosas:
pues el alba sabe admirar el firmamento
del juglar cual soliloquio de una noche
trementina de verano y tu portento
la algarabía de nacer tu miel aceche.
Pies de ruiseñor suave endrinas los adentros
de la jovial desesperanza que me arroba
la lentitud de tus navíos y tus pechos
genera cauces suaves donde no hay quien roba
de la noche tu silencio. Es el frenesí cual admirarte
una sombra vespertina en el arribo
cual juglar en el ala de quererte
y en el cauce de tus pies que yo derribo.
Púrpura rosa que me congela el arrebato
cual sueño no es andar de mis pisadas
la que alea en sombras murmuradas
el equinoccio de las selvas que recato.
Y los frutos de tu cuerpo en este bosque
como diáfanos lugares donde mi bajel inunda
son porcelana y sombra iracunda
que pretenden beber hasta la última gota de tu toque.
Frenesí que no despierta únicamente,
cual albedrío quizás, pacientemente.
cual lento murmullo de esperanza contrahecha,
la dulce mirada tuya cual ébano no cabe
en la soledad. Apogeo en mi mitad deshecha
cual ufana juventud el letargo ensimismado
de la rubia diapasón tal el letrado
zigzagueo de la sal, anochecido
cual sediento embiste de la cal que me ha dormido…
Tus piernas son la llave del murmullo del temprano
juvenil eco de pausas amorosas,
que en el légamo de una tarde el artesano
sabe admirar de la lumbre alas sabrosas:
pues el alba sabe admirar el firmamento
del juglar cual soliloquio de una noche
trementina de verano y tu portento
la algarabía de nacer tu miel aceche.
Pies de ruiseñor suave endrinas los adentros
de la jovial desesperanza que me arroba
la lentitud de tus navíos y tus pechos
genera cauces suaves donde no hay quien roba
de la noche tu silencio. Es el frenesí cual admirarte
una sombra vespertina en el arribo
cual juglar en el ala de quererte
y en el cauce de tus pies que yo derribo.
Púrpura rosa que me congela el arrebato
cual sueño no es andar de mis pisadas
la que alea en sombras murmuradas
el equinoccio de las selvas que recato.
Y los frutos de tu cuerpo en este bosque
como diáfanos lugares donde mi bajel inunda
son porcelana y sombra iracunda
que pretenden beber hasta la última gota de tu toque.
Frenesí que no despierta únicamente,
cual albedrío quizás, pacientemente.
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