Para Lucila
Tocan las aves, contornos selváticos y testas puras de ozono, aire de Tormenta,
la tormenta de tus labios…
Buscan sedientos hechizos, la gualdrapa de mi suerte, vociferando las mieles
de un asta que se levanta hasta incorporarme.
Por ti. Por ti refreno la angustia invisible, el canto renovador de mi ansia infinita,
perturba tu cuerpo de soledad?
Ascuas mudas dan de beber a mi payaso, el que cría Misterios en mi ruina…
Mi boca sentencia palomas infinitas en su legumbre de campo, de cerúlea divinidad
ó clepsidra misteriosa, en un Querube de cuerpo…
Mi roto almenar, invoca tu desánimo, busca tu nieve y procura evanescer la figura sostenida en tus versos de sombra…
Mi rota ala
vuela por la mitad de mi imperio, de mi cosmogonía celeste, para abrevar de tus lunas
la plausible, dolorosa cúspide maniatada del olvido ultraterreno…
Mi boca busca en tu vino, el labio apacible y terso
de una rosa
ebria de ti.
Mi boca, -a parte de amar- enciende el pegaso divino de tu hoyo profano
el que dejaste en tu mano,
dialectos invisibles de contorno roto.
Mi boca –que es la presencia unísona del verbo en tu miel- difunde la tarea de desvestirte de almendras,
de jugar a la noche espejada,
de reír el silencio divino
en coplas de amante:
ó ya de ruiseñor.
Mi boca entusiasta, define tus labios, como besos orlados de viento, cardumen ensillado de páramo y verso;
de cirio, doblegando el altar de mis máculas y mis pruebas adolescentes y trovas,
en tu misterio sonoro
de búsqueda y luto.
Adoncella mis ojos en la nieve profana: tu inmensidad es sosiego de mi ángel, que embiste,
la luna a plausible soledad,
a incordio de noche,
a preámbulo cïego,
a panoja gris
de centella enlazada…
Tu trova adelgaza la ruina de mi madero profano, en tu nombre de viento colapso
los sismos, y visto de siempre, tu risa desnuda de besos…
Afirmo con el canto de mi voz veranïega, tu solo altruismo de vana soledad,
de búsqueda indecible,
a través del tiempo.
Mis ojos no lloran cabestros de impávido sesgo, de rota salmuera en el vino
del arduo estupor palacïego,
-aquella negación- profana y desnuda de verso,
y de rota diadema, de claro y aversión…
Me juega un Silencio, la palabra que busca tu aliento
la consigna estática y muda
a través de las estrellas y el tiempo,
de lo unívoco y trasto de lluvia que embiste el meteoro ruin de tu Apocalipsis,
de tu nevado sollozo de Canto, donde confirman mis alas en dúctiles
senderos de sublime connotación y perfume de Universos desnudos…
Mis rotas alas, desvisten la lluvia,
y buscan en tus senos
altivas sonoridades, altivas respuestas.
Anega mi boca el inmerso navío efímero, vacuo, de una lluvia indemne,
de bendición sobre la casta, sobre el vano confín de universos perennes a tu encanto
de sombra…
Mi boca, aleja de sendero de júbilo, aquélla tarde de sol, donde embiste la palabra y la Odisea desnuda en el viento divino,
cabestrillo de plata, que vacila en el tiempo
su indemne figura
de ángel y
oprobio de Luna.
La Tormenta es ahora una nevisca divina
sobre los claros avernos de vanilocuidad y Justa armada en el tiempo Vecino,
de rojo suspiro,
y de ego trazado, atravesado por la sombra del júbilo, y trinchando la Aurora
tu vuelo nevado
me aduce comportamientos encintos de búsqueda y pan…
Mi beso es en ti vulnerado. Oscila mi cuerpo tatuado de besos de lluvia
en torno a una ciudad Desbordante…
Mi roja Clepsidra, mueve tus alas de lenta promesa,
acentuando las gotas, en Castalias, grises y azules…
Tocan las aves, contornos selváticos y testas puras de ozono, aire de Tormenta,
la tormenta de tus labios…
Buscan sedientos hechizos, la gualdrapa de mi suerte, vociferando las mieles
de un asta que se levanta hasta incorporarme.
Por ti. Por ti refreno la angustia invisible, el canto renovador de mi ansia infinita,
perturba tu cuerpo de soledad?
Ascuas mudas dan de beber a mi payaso, el que cría Misterios en mi ruina…
Mi boca sentencia palomas infinitas en su legumbre de campo, de cerúlea divinidad
ó clepsidra misteriosa, en un Querube de cuerpo…
Mi roto almenar, invoca tu desánimo, busca tu nieve y procura evanescer la figura sostenida en tus versos de sombra…
Mi rota ala
vuela por la mitad de mi imperio, de mi cosmogonía celeste, para abrevar de tus lunas
la plausible, dolorosa cúspide maniatada del olvido ultraterreno…
Mi boca busca en tu vino, el labio apacible y terso
de una rosa
ebria de ti.
Mi boca, -a parte de amar- enciende el pegaso divino de tu hoyo profano
el que dejaste en tu mano,
dialectos invisibles de contorno roto.
Mi boca –que es la presencia unísona del verbo en tu miel- difunde la tarea de desvestirte de almendras,
de jugar a la noche espejada,
de reír el silencio divino
en coplas de amante:
ó ya de ruiseñor.
Mi boca entusiasta, define tus labios, como besos orlados de viento, cardumen ensillado de páramo y verso;
de cirio, doblegando el altar de mis máculas y mis pruebas adolescentes y trovas,
en tu misterio sonoro
de búsqueda y luto.
Adoncella mis ojos en la nieve profana: tu inmensidad es sosiego de mi ángel, que embiste,
la luna a plausible soledad,
a incordio de noche,
a preámbulo cïego,
a panoja gris
de centella enlazada…
Tu trova adelgaza la ruina de mi madero profano, en tu nombre de viento colapso
los sismos, y visto de siempre, tu risa desnuda de besos…
Afirmo con el canto de mi voz veranïega, tu solo altruismo de vana soledad,
de búsqueda indecible,
a través del tiempo.
Mis ojos no lloran cabestros de impávido sesgo, de rota salmuera en el vino
del arduo estupor palacïego,
-aquella negación- profana y desnuda de verso,
y de rota diadema, de claro y aversión…
Me juega un Silencio, la palabra que busca tu aliento
la consigna estática y muda
a través de las estrellas y el tiempo,
de lo unívoco y trasto de lluvia que embiste el meteoro ruin de tu Apocalipsis,
de tu nevado sollozo de Canto, donde confirman mis alas en dúctiles
senderos de sublime connotación y perfume de Universos desnudos…
Mis rotas alas, desvisten la lluvia,
y buscan en tus senos
altivas sonoridades, altivas respuestas.
Anega mi boca el inmerso navío efímero, vacuo, de una lluvia indemne,
de bendición sobre la casta, sobre el vano confín de universos perennes a tu encanto
de sombra…
Mi boca, aleja de sendero de júbilo, aquélla tarde de sol, donde embiste la palabra y la Odisea desnuda en el viento divino,
cabestrillo de plata, que vacila en el tiempo
su indemne figura
de ángel y
oprobio de Luna.
La Tormenta es ahora una nevisca divina
sobre los claros avernos de vanilocuidad y Justa armada en el tiempo Vecino,
de rojo suspiro,
y de ego trazado, atravesado por la sombra del júbilo, y trinchando la Aurora
tu vuelo nevado
me aduce comportamientos encintos de búsqueda y pan…
Mi beso es en ti vulnerado. Oscila mi cuerpo tatuado de besos de lluvia
en torno a una ciudad Desbordante…
Mi roja Clepsidra, mueve tus alas de lenta promesa,
acentuando las gotas, en Castalias, grises y azules…
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