Memoria de tu luz, cuerpo bohemio…
Memoria de tu luz, cuerpo bohemio,
andante si la noche perpetúa,
en otro parangón, si no es un sueño…
Ya caigo en tu dulzura, recordándote…
Presente tú en mi pluma y en mis ojos,
aquélla la distancia separándonos,
y en la miseria arroja de tinieblas,
el corazón me miente doblegándonos…
Tu lengua ya transcurre en el ocaso,
del cual nunca me hiriera en estas flores;
si tromba de tu Arte mide en beso
aquél preludio austero de tus ángeles…
Tu boca es heroísmo de algún tedio,
que vanas esperanzas incurrieran
en aquel lobo casto que pluguiera,
no así las artimañas del engaño…
Ó las cuentas pasadas de tus manos,
en otras invisibles noches claras;
ó cuál de tu Parnaso hostil me cuadras,
aquella parsimonia no pausada…
Aquéllas golondrinas son el medio,
mediante de mi voz, calcula el viento;
y en la mirada atroz de un cautiverio,
el sueño es más veloz que último asedio…
El cuerpo en la memoria, no es tu cuerpo,
de las cuales cenizas son del fuego:
aquéllas sombras rémoras que el tedio,
de tus ojos-diademas, nacen bellos…
Eternos laberintos son tu ágora,
que cinturones mágicos de estrellas,
en el Oriente saben de tus huellas,
y asir mi pluma en alza junto a ellas…
El cuerpo de tu imagen no sombría,
acerca tu cintura día a día,
y en la precoz violeta noche oscura,
de los atardeceres clandestinos,
enlabian de tu forma dos abriles,
para fructificar aquél Noviembre…
La imagen de tu cuerpo, es así sola
es como la batalla malherida
De tu sombra que clámides prohibidas,
son cuna de tus labios, de mis días…
Tu cuerpo se embellece tras la copla
de la distancia ebúrnea que no cabe,
a ser de la distancia sola ave
que va tras las distancias de tu boca,
y en tus pechos heraldos, me provoca…
El cuerpo, no ya así de tu mixtura,
Evanescente ardid, comanda níveo
de tu figura, sombra de brillantes,
que las palabras besan impactantes…
Así, bajo tus cejas, tus viriles,
de coloridos sueños, cual espejos,
de la virtud, adoptan ya de lejos,
el cuerpo en tu reparo espeluznante;
que la sombra de tus ojos resiste…
El cuerpo de tus ojos y embelesos,
acaba con los sueños deambulantes,
y en tu cadencia hermosa, sólo antes
enciendes con tu cuello la ventura…
Encauzas con el arco de tu estrella,
la sombra que el diamante perpetúa,
y en el contraste, ósculo del Tiempo,
tu vanagloria es Arte en núbil cuerpo…
No así, ya no conozco tu belleza;
el cuerpo de tu rosa es vana presa…
Alejandro Rodrigo Flagel
Memoria de tu luz, cuerpo bohemio,
andante si la noche perpetúa,
en otro parangón, si no es un sueño…
Ya caigo en tu dulzura, recordándote…
Presente tú en mi pluma y en mis ojos,
aquélla la distancia separándonos,
y en la miseria arroja de tinieblas,
el corazón me miente doblegándonos…
Tu lengua ya transcurre en el ocaso,
del cual nunca me hiriera en estas flores;
si tromba de tu Arte mide en beso
aquél preludio austero de tus ángeles…
Tu boca es heroísmo de algún tedio,
que vanas esperanzas incurrieran
en aquel lobo casto que pluguiera,
no así las artimañas del engaño…
Ó las cuentas pasadas de tus manos,
en otras invisibles noches claras;
ó cuál de tu Parnaso hostil me cuadras,
aquella parsimonia no pausada…
Aquéllas golondrinas son el medio,
mediante de mi voz, calcula el viento;
y en la mirada atroz de un cautiverio,
el sueño es más veloz que último asedio…
El cuerpo en la memoria, no es tu cuerpo,
de las cuales cenizas son del fuego:
aquéllas sombras rémoras que el tedio,
de tus ojos-diademas, nacen bellos…
Eternos laberintos son tu ágora,
que cinturones mágicos de estrellas,
en el Oriente saben de tus huellas,
y asir mi pluma en alza junto a ellas…
El cuerpo de tu imagen no sombría,
acerca tu cintura día a día,
y en la precoz violeta noche oscura,
de los atardeceres clandestinos,
enlabian de tu forma dos abriles,
para fructificar aquél Noviembre…
La imagen de tu cuerpo, es así sola
es como la batalla malherida
De tu sombra que clámides prohibidas,
son cuna de tus labios, de mis días…
Tu cuerpo se embellece tras la copla
de la distancia ebúrnea que no cabe,
a ser de la distancia sola ave
que va tras las distancias de tu boca,
y en tus pechos heraldos, me provoca…
El cuerpo, no ya así de tu mixtura,
Evanescente ardid, comanda níveo
de tu figura, sombra de brillantes,
que las palabras besan impactantes…
Así, bajo tus cejas, tus viriles,
de coloridos sueños, cual espejos,
de la virtud, adoptan ya de lejos,
el cuerpo en tu reparo espeluznante;
que la sombra de tus ojos resiste…
El cuerpo de tus ojos y embelesos,
acaba con los sueños deambulantes,
y en tu cadencia hermosa, sólo antes
enciendes con tu cuello la ventura…
Encauzas con el arco de tu estrella,
la sombra que el diamante perpetúa,
y en el contraste, ósculo del Tiempo,
tu vanagloria es Arte en núbil cuerpo…
No así, ya no conozco tu belleza;
el cuerpo de tu rosa es vana presa…
Alejandro Rodrigo Flagel
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