Era una tarde de enero, cuando al salir de la playa, juntaba sin darme cuenta, la placidez con las ansias, sal, arena y el aroma de los pinos adyacentes, convocaban la frescura de un “Dejarse llevar”.
Nos cruzamos dos miradas que yo enfoqué en tu figura, tersa piel muy bien bronceada por el sol de aquel verano, tus ojos verde aceituna se quedaron en mi mente y ya avanzada la noche la noche los encontré en aquel bar. Tú estabas con tus amigos mientras que yo desde la barra, no dejaba de mirarte tan solo por contemplarte.
Se me ocurrió que esa piel me sabría a primaveras y un aroma de jazmines se me antojó en tus cabellos, puse atención en tu escote donde asomaban las dunas y me detuve en tus ojos que me miraban de nuevo.
Lo cierto es que terminamos al llegar la madrugada, reclinados en la barra con unas copas demás.
Sol, arena, sal y luna, compartimos la ternura la pasión y la armonía, prometimos mutuamente ni pensar en el mañana, día a día, noche a noche, reiniciamos una historia, arrullados por el canto de las olas en la playa y el rumor de los pinares, conversando con la noche, entre sábanas mojadas por la pasión y el deseo, o tirados en la arena bebiéndonos las estrellas.
Con una copa demás se me escapó una noche un “te quiero”, que se esfumó en el silencio como el humo de un cigarro, nos abrazamos callados sin hablar una palabra y tus ojos no brillaron como solían brillar, esquivamos la mirada y sin que tu digas nada comprendí que sollozabas.
Como todo aquel enero, se fue yendo lentamente, era tiempo de partir y ambos hicimos maletas, la cabaña se enfriaba, se apagaron esas risas, la sonrisa de tus labios se teñía de tristeza y tus besos me quemaron como brasas encendidas, estabas diciendo adiós y me envolviste en tus brazos, te aseguraste esa noche de tatuarme bien la piel, fue una noche apasionada con esquirlas de tristeza, en silencio nos dijimos tantas cosas con el alma, con las manos revivimos, cada noche que tuvimos, las miradas embebidas de una creciente nostalgia, se esforzaban reprimiendo un “Jamás te olvidaré”.
Caminando de la mano, a la Terminal llegamos, nos tomamos un café, nos miramos a los ojos, y en ese beso profundo nos prometimos mañanas, que sabíamos que nunca llegaríamos a ver.
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