Umbrío sin la mar, acorde a tu cintura
el reverso del lugar en la mazmorra
del incipiente quieto estar que te atizborra
la luna en queso extrae de la Sevilla
un horizonte de rumiar excelsos frutos
que atraen velamen de sostenes, astros.
Al ver que la palabra desmedida en los acentos
de Madrid acopia su furor el cielo abierto
y en el sincero abrazo de fragor despierto
la luna en St Jodard aclara el cielo.
Y la nieve de los alpes, la juventud del terciopelo
en Hamburgo los cipreses vuelan alto
y se afianza el pájaro en negra cornisa dibujado
como un equinoccio ciego rostro alto.
Sonrisa veloz,
aún decidiendo en el frambueso
de la colina que el cauce por espeso agría
la noche sempiterna gracia asía
la vela infunde oro que tañe en melancolía.
De sastres vuela incienso que desdoro
como un júbilo templado la diadema
de un frío mármol en la gema
del dibujo de un niño abrazo los contornos.
Y en las sílabas errantes la memoria de tus besos
que soltaron carmesíes noches archipiélagos brumosos
en la noche asiduos, escandalosos,
como la comarca de dos campanas dormidas.
Y se atranca la noche en la partida,
el puntapié inicial del fútbol a la pelota,
agrava un lienzo tal que esculpe epifanía
de silvestre frescura.
Hora en tu cintura.
el reverso del lugar en la mazmorra
del incipiente quieto estar que te atizborra
la luna en queso extrae de la Sevilla
un horizonte de rumiar excelsos frutos
que atraen velamen de sostenes, astros.
Al ver que la palabra desmedida en los acentos
de Madrid acopia su furor el cielo abierto
y en el sincero abrazo de fragor despierto
la luna en St Jodard aclara el cielo.
Y la nieve de los alpes, la juventud del terciopelo
en Hamburgo los cipreses vuelan alto
y se afianza el pájaro en negra cornisa dibujado
como un equinoccio ciego rostro alto.
Sonrisa veloz,
aún decidiendo en el frambueso
de la colina que el cauce por espeso agría
la noche sempiterna gracia asía
la vela infunde oro que tañe en melancolía.
De sastres vuela incienso que desdoro
como un júbilo templado la diadema
de un frío mármol en la gema
del dibujo de un niño abrazo los contornos.
Y en las sílabas errantes la memoria de tus besos
que soltaron carmesíes noches archipiélagos brumosos
en la noche asiduos, escandalosos,
como la comarca de dos campanas dormidas.
Y se atranca la noche en la partida,
el puntapié inicial del fútbol a la pelota,
agrava un lienzo tal que esculpe epifanía
de silvestre frescura.
Hora en tu cintura.
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