Lúgubre la mirada de mis pasos, la añoranza
de sentir el efluvio de tu pelo, agonizante
por el eco de la lluvia trastocante
el solo verso de los sueños, la templanza.
Eco de maravillas, ultraterrenas de un abismo
la golondrina vuela en mi pecho con las alas
y se parece a la distancia que nos mueve sólo un sismo
el vendaval que elucubra álamos y palas.
Sólo mueve el viento la mirada de la brisa
como un quieto mármol que trasluce horas la noche
como ese paso que penúltimo logra tu sonrisa
la mirada de la nieve, hasta los techos de azabache.
Acaudala mi negro diapasón rodando trechos
de juveniles notas con márgenes estrechos,
hasta que mis pasos aletargan sus suspiros
mueve la noche queda los láudanos, zafiros.
Que la inconstante luna aquieta en mi mirada
los pasos aún tan tenues se ven, de enamorada
recibe de este verso los llantos y las coplas
de un vendaval inmerso, en el desierto soplas...
y mueves el viento, solitario
hasta que veo la luz que yo he alcanzado
los pasos largos de mi légamo al poemario
ya son estrellas de mi alma, elocuente enamorado.
Pero para sentir la noche oscura e inmortal
busco el único zafiro y vendaval.
Así sólo despierten mis ojos, amanecer
de tu aurora que me llama, descender.
de sentir el efluvio de tu pelo, agonizante
por el eco de la lluvia trastocante
el solo verso de los sueños, la templanza.
Eco de maravillas, ultraterrenas de un abismo
la golondrina vuela en mi pecho con las alas
y se parece a la distancia que nos mueve sólo un sismo
el vendaval que elucubra álamos y palas.
Sólo mueve el viento la mirada de la brisa
como un quieto mármol que trasluce horas la noche
como ese paso que penúltimo logra tu sonrisa
la mirada de la nieve, hasta los techos de azabache.
Acaudala mi negro diapasón rodando trechos
de juveniles notas con márgenes estrechos,
hasta que mis pasos aletargan sus suspiros
mueve la noche queda los láudanos, zafiros.
Que la inconstante luna aquieta en mi mirada
los pasos aún tan tenues se ven, de enamorada
recibe de este verso los llantos y las coplas
de un vendaval inmerso, en el desierto soplas...
y mueves el viento, solitario
hasta que veo la luz que yo he alcanzado
los pasos largos de mi légamo al poemario
ya son estrellas de mi alma, elocuente enamorado.
Pero para sentir la noche oscura e inmortal
busco el único zafiro y vendaval.
Así sólo despierten mis ojos, amanecer
de tu aurora que me llama, descender.
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