Nadie debería morir en primavera.
Pero, el deseo del hombre,
el curso de la vida jamás altera.
Hace años: en una aldea perdida
de Andalucía,
cuando al sol de mayo se abrían las flores,
moría un joven poeta de mal de amores.
Su madre, junto al lecho le consolaba,
respondiendo a las cosas que él preguntaba.
Madre---¡No! Rosa, no vino ayer. ¡Ni esta mañana!
Y, sabe que te encuentras grave en la cama…
Pero ¿Qué te dio hijo; la muy ladina…
Sino, el veneno corvo de sus espinas…
Para quererla tanto como la quieres;
haciendo menosprecio de otras mujeres?
¿No sabes que Niceto ya la ha dejado…?
¿Y que ella, anda ahora
como una gata en celo por los tejados…?
Poeta---¡Yo lo sé todo, madre!
Pero, hágase cargo…
¡Llevo aquí postrado, ya más de un año!
Y ella es tan joven…
Y tan llena de vida…
¡Que no puedo culparla, por más que digan!
Quisiera aborrecerla; pero no puedo.
¡No insista madre!
Porque… ¡Aún la quiero!
Ella no tiene culpa de lo que ha hecho.
Que no se manda, madre, en los sentimientos.
No se le ocurra, madre,
quemar los versos…
Que de ella dejo escritos en mis cuadernos…
Porque, quizá un día…
Acabado el hechizo de su locura;
le de por reencontrarme en mis escrituras.
No se me extrañe, madre;
pues, sé de cierto,
que hay amores que viven después de muertos.
Madre; cuando yo muera,
no llore usted en mi duelo,
que no vale mi vida su desconsuelo.
Madre---Estés tranquilo, hijo…
Que; cuando mueras,
se encargará del llanto la primavera.
Poeta---¿La primavera dices…?
Madre---Es lo que digo.
La primavera, niño, lo hará conmigo.
¿No lo sabías…?
¡Tú siempre estás en “babia”, con tus poesías!
Niño: cuando muere un poeta
lloran las flores,
y en el campo no trinan los ruiseñores;
ni las risas se oyen
de las mocitas,
ni repican campanas en las ermitas.
Y, al medio día,
si se enteran que ha muerto…
También los segadores guardan silencio.
Sólo el bordón se tañe de la guitarra;
porque su triste acento suena a plegaría.
Todo es llanto y dolor,
todo es lamento,
que no sé hacia que mundos lo arrastra el viento.
La luna aquella noche se pondrá luto,
y reinará el silencio más absoluto.
Ni el agua de la fuente más cantarina
romperá los silencios de las esquinas.
Ni ladrido de perro en el muladar;
ni el maullido del gato en el alero,
ni el canto de los grillos bajo el parral
alterarán la noche del triste duelo.
Poeta----No siga madre,
que me entristezco.
Pues no vale mi vida tanto silencio.
Yo quiero que se cante,
y que se ría;
y ante mi cuerpo yerto,
que alguien me recite alguna poesía.
Y aunque, no soy el poeta
que ser quisiera…
Yo no quiero que llore la primavera.
Ni usted tampoco, madre;
ni usted tampoco.
Para tan alto precio; valgo tan poco…
Recaredo.
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