Así quedó Cupido después de la miseria:
desencajado y roto como un juguete inexistente,
atravesado por su propia bilis indomable,
desesperado en la visión de sus flechas ya perdidas.
Qué te llevó, qué nos llevó a ver tu cita con un otro,
con un tercero que no es nadie pero deja
un moretón sin calma en la solapa del orgullo,
una sangría en el balcón de aquellos labios exclusivos,
una visión de un imposible que se adentra en tus caderas.
¿Qué ha de llevar las costas de regreso hasta mis playas,
tus hojas a mi otoño, tu sed y tu deseo
a mi embestida desnudez de rey en tus comarcas?
¿Qué han de decir mis ojos si a tu lado perciben
un fantasma que vino y que se queda aunque se marche,
que se instala entre nosotros con más sombras que un espino
y con la pobre fe de un Dios ya sin iglesia?
Dígase al menos que la verdad es siempre un puente,
que si se alzan dos abismos con ella han de escalarse
y no dejar jamás que las lecciones nos suscriban
a un porvenir distinto de una mañana en que renaces.
Dígase con claridad que el amor por sí no basta,
ni aquellas embestidas para dejarlo sin corona,
que como sea se mueve la montaña tras tus pasos,
que busco junto a ti nuevo jardín a la alegría.
Dígase pues que sin bastar es lo que funda
la hermosa construcción de un tiempo en pleno vuelo.
Dígase que el amor es lo que salva a este Cupido
y su flecha lo que busca condecorar de ti mi ruta.
Después de la miseria el hombre sólo tiene dicha,
la dicha es lo que ofrezco en comunión con tu regreso.
22 07 10
desencajado y roto como un juguete inexistente,
atravesado por su propia bilis indomable,
desesperado en la visión de sus flechas ya perdidas.
Qué te llevó, qué nos llevó a ver tu cita con un otro,
con un tercero que no es nadie pero deja
un moretón sin calma en la solapa del orgullo,
una sangría en el balcón de aquellos labios exclusivos,
una visión de un imposible que se adentra en tus caderas.
¿Qué ha de llevar las costas de regreso hasta mis playas,
tus hojas a mi otoño, tu sed y tu deseo
a mi embestida desnudez de rey en tus comarcas?
¿Qué han de decir mis ojos si a tu lado perciben
un fantasma que vino y que se queda aunque se marche,
que se instala entre nosotros con más sombras que un espino
y con la pobre fe de un Dios ya sin iglesia?
Dígase al menos que la verdad es siempre un puente,
que si se alzan dos abismos con ella han de escalarse
y no dejar jamás que las lecciones nos suscriban
a un porvenir distinto de una mañana en que renaces.
Dígase con claridad que el amor por sí no basta,
ni aquellas embestidas para dejarlo sin corona,
que como sea se mueve la montaña tras tus pasos,
que busco junto a ti nuevo jardín a la alegría.
Dígase pues que sin bastar es lo que funda
la hermosa construcción de un tiempo en pleno vuelo.
Dígase que el amor es lo que salva a este Cupido
y su flecha lo que busca condecorar de ti mi ruta.
Después de la miseria el hombre sólo tiene dicha,
la dicha es lo que ofrezco en comunión con tu regreso.
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