Yo, tú, nosotros, la ternura
Yo que no tengo ni patente de poeta,
si apenas el ombligo cortado en el infierno,
ni lloro soledades ni extiendo maldiciones,
a lo más creo sí en que es la aurora indesmentible,
(por cada día un sol, un canto, una escalera
y que la noche te sorprenda en un recuento emocionado).
Yo que vivo al fin al tres y al cuatro,
peleando con mi orgullo, mi pareja, mis zapatos,
inseparable del horror que tiende a diario la apatía,
tímido al azar, indiferente a repetir mentiras,
espléndido al hallar manzanas en tu pelo
y espadas en tu voz cuando me hablas de lo injusto.
Yo, otra vez, el mismo que no pudo
escaparse de su sombra, su espejo, sus costumbres,
que olvida quién no soy cuando tu angustia es lo que importa
y bebe la oquedad de un trago con espinas,
amando tu verdad de rosa inmejorable,
de fiel circulación en los palacios de tu propia forma,
de tu amor, de tu verdad, de la extensión de tus heridas,
de tu esperanza sin fronteras ni horario en la contienda.
Yo, finalmente, que no soy aquí el que importa,
quisiera solamente decirte que te quiero,
que el tiempo y su crueldad de río que se escurre
no borrará el océano en que guardo tus recuerdos,
que el hongo en la ciudad, la inquina del ministro,
la propia soledad con sus matices en la almohada,
no son ni ya serán motivos de vergüenza,
de espanto, de invasión, de fuga en el mutismo.
Yo pido simplemente que tu sueño me ilumine
y que un nosotros permanezca donde anide la ternura.
28 06 10
Yo que no tengo ni patente de poeta,
si apenas el ombligo cortado en el infierno,
ni lloro soledades ni extiendo maldiciones,
a lo más creo sí en que es la aurora indesmentible,
(por cada día un sol, un canto, una escalera
y que la noche te sorprenda en un recuento emocionado).
Yo que vivo al fin al tres y al cuatro,
peleando con mi orgullo, mi pareja, mis zapatos,
inseparable del horror que tiende a diario la apatía,
tímido al azar, indiferente a repetir mentiras,
espléndido al hallar manzanas en tu pelo
y espadas en tu voz cuando me hablas de lo injusto.
Yo, otra vez, el mismo que no pudo
escaparse de su sombra, su espejo, sus costumbres,
que olvida quién no soy cuando tu angustia es lo que importa
y bebe la oquedad de un trago con espinas,
amando tu verdad de rosa inmejorable,
de fiel circulación en los palacios de tu propia forma,
de tu amor, de tu verdad, de la extensión de tus heridas,
de tu esperanza sin fronteras ni horario en la contienda.
Yo, finalmente, que no soy aquí el que importa,
quisiera solamente decirte que te quiero,
que el tiempo y su crueldad de río que se escurre
no borrará el océano en que guardo tus recuerdos,
que el hongo en la ciudad, la inquina del ministro,
la propia soledad con sus matices en la almohada,
no son ni ya serán motivos de vergüenza,
de espanto, de invasión, de fuga en el mutismo.
Yo pido simplemente que tu sueño me ilumine
y que un nosotros permanezca donde anide la ternura.
28 06 10
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