que vomita verbos de fuego,
esos escondites extraordinarios
como sudores del alma
que cuelgan como flores de tus balcones.
De las palabras cuelgan mis pellejos,
soy un adicto, he dicho
y no sabría hacer otra cosa más que amarte
cuando vi tus ojos en mis selvas
y las letras de mis versos aparecieron muertas
en la orografía de tus montañas,
porque no soy un hombre decente
cuando se trata de tu carne.
Soy un adicto a no contar el tiempo
cuando digo tu nombre
que me tajea como navajas.
Me crece un aire criminal
de escribirte con verbos de fuego,
ahorcarme con la mirada de tus ojos
a medio cerrarse en flores.
Soy un adicto a esa boca
como un poema que se incendia
si no terminas por amarme.
Desciendo hasta ese tu torso furiosamente
y me he dejado de eufemismos:
soy un adicto que vomita verbos de fuego
incendiándote esta noche ,te he dicho,
cuando cerraste definitivamente los ojos
y abriste la boca para devorarme
como una loba.
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