Cristóbal le dio un tierno beso en su mejilla.
- ¿Cómo anda, Doña Eusebia?
- Más o menos Don Cristóbal, se me acaba de ir un nieto pa´ España che, ¡pucha que lo tiró con este bosque, ya no da para más!, mire, mi nieto es Licenciado en Cacería Nocturna Especializada y se tuvo que ir, por que acá no hay trabajo, estoy enojadísima, tengo unas ganas loca de hacerle un piquete al intendente, pero ¿qué vamos a hacer?, nada, como siempre, el Martincito ya se fue, ya es tarde.
Metió la mano en el bolso de compras que lleva siempre colgado en su ala para sacar un pañuelito y secarse las lágrimas cuando cae de la bolsa una pequeña caja de metal bellamente labrado con un enooooorme candado.
- ¡OH cierto!
Alzó la caja, la limpió y la volvió meter dentro del bolso, levantó la vista y lo ve al zorro que la miraba con una extrañable curiosidad.
- ¡Ay cierto Don Cristóbal usted me puede ayudar!, mire usted, me encontré esta cajita en el medio del monte y no pude abrirla, la verdad me mata la curiosidad, por ahí es algo valioso, muy importante, ¿podría ayudarme?
Se lo acercó a Cristóbal, este lo tomó con sumo cuidado, sacó unos lentes redonditos y se los puso, el puma lo vio y lanzó una carcajada estridente que retumbo por todo el bosque.
- ¿Qué te pasa Fortunato, porque te reís así? Le pregunta con el ceño fruncido Cristóbal.
- Es que es la primera vez que veo un zorro corto de vista.
Cristóbal se sacó los lentes bruscamente.
- ¿Y vos qué?, te recuerdo que no es normal que haya pumas vegetarianos.
- ¡Discúlpame hermano, me he comportado como una bestia incivilizada!.
Cristóbal meneó su cabeza, es más creo que adivine su pensamiento en ese momento, ¡es difícil tratar con animales!
- Mire Doña Eusebia parece ser un alhajero de plata, eso si muy antiguo, tal vez sea español por su ornamenta, ahora este candado es lo que me extraña, normalmente los alhajeros poseen cerradura, tal vez esta caja guarda algo muy valioso, no sé ¿quiere que intentemos abrirlo o la dejamos así como está para que usted lo abra solita en su casa?
Toto se acercó rápidamente a Don Cristóbal y a Doña Eusebia, y no quiero pasar por arrogante pero adiviné y no por arte de magia que intenciones tenía en esos momentos nuestro pequeño y peludo amiguito, jejeje… ¿y quién no?
- Mire doña Eusebia, usted solita no podría hacerlo, imagínese semejante candado, démelo a mí, en mi cuevita tengo muchas herramientas, seguro que algunas de ellas me servirá, confié en mí Doña Eusebia para mañana la tiene abierta.
Cristóbal viejo zorro, sostiene la caja con fuerza y miró muy seriamente a la comadreja, este agarró la caja y comenzó a tironear con una sonrisa disimulada, de pronto el zorro tiró fuerte y a la comadreja se le escapó de las manos el cofre.
- Creo que esto debe decidirlo Doña Eusebia, ¿no le parece Don Toto Recolector?
Toto fue retrocediendo despacito y con las manitos hacia atrás.
- Por supuesto, por supuesto, no hay drama, no tengo ningún problema, por favor no quiero que piense mal de mí.
Fortunato le sacó al zorro la cajita de forma sorpresiva.
- ¡Déjemelo a mí Doña Eusebia, necesita una persona audaz y con mucha fuerza y ese soy yo!
Cristóbal le saca el cofre al puma y mirándolo muy serio le dice.
- Escúcheme Don Fortunato Calcatierra, ¿realmente cree que usted podría abrir este complicado candado?
Fortunato lo mira de reojo, cruza los brazos y sonríe nervioso.
- Esteee... mmm… no, la verdad creo que no hermano.
Cristóbal acercándose a la lechuza le da la caja.
- ¡Mire Doña Eusebia!, usted decide que hacer con ella, yo que usted lo llevaría a un cerrajero confiable para que no dañe el candado, le recuerdo que el candado es también antiguo.
- ¡Ay Don Cristóbal, la verdad no se si tengo ganas de gastar mis pocos pesos de la jubilación en este alhajero, ábralo usted acá, hágame el favor!
Cristóbal puso el cofre arriba de una roca, comenzó a mover el candado e intentando aflojar alguna bisagra.
- No la verdad que a pesar de ser vieja aún está en buenas condiciones.
Fortunato se acercó a Cristóbal.
- ¡A ver, déjame a mí!
Comenzó a tirar del candado, hace una fuerza impresionante pero nada y lo deja en las manos del zorro.
-¿La verdad…? No se puede hermano.
Toto sacó del bolsillo un fierrito
- ¡A ver, a ver déjenme intentarlo.
Metió el fierrito adentro del candado hizo un vaivén lo sacó de nuevo sopló dentro del candado.
- ¡Está sucio!, ¿vio? Dice seriamente.
Volvió a meter el fierrito hizo otro vaivén y de pronto se escuchó un clic y es más, les digo que… ¡ yo le tenía fe a este bichito!
- ¡Ya está!, ¿vamos a ver que hay dentro?
Cristóbal se acercó respetuosamente a la comadreja.
- Esteeee, Don Toto, ¿no le parece que le corresponde a Doña Eusebia abrirla?
Toto lo miró sorprendido
- ¡Claro, claro, claro, claro por supuesto!, lo encontró ella y está en todo su derecho, es lógico, yo lo único que hice fue el favor claro, esteeee...
Fortunato apareció de sorpresivamente lo empuja hacia un costado, trae a la lechuza del brazo y la pone de frente a la caja, él se coloca al lado muy ansioso moviendo sus garras.
- ¡Por favor Toto córrete que tiene que pasar Doña Eusebia!
Cristóbal le gritó, yo como viejo quebracho que no me gustan estas impertinencias, también lo hubiera hecho, ¡que mal educado este puma herbohisterico!
- ¿Cómo anda, Doña Eusebia?
- Más o menos Don Cristóbal, se me acaba de ir un nieto pa´ España che, ¡pucha que lo tiró con este bosque, ya no da para más!, mire, mi nieto es Licenciado en Cacería Nocturna Especializada y se tuvo que ir, por que acá no hay trabajo, estoy enojadísima, tengo unas ganas loca de hacerle un piquete al intendente, pero ¿qué vamos a hacer?, nada, como siempre, el Martincito ya se fue, ya es tarde.
Metió la mano en el bolso de compras que lleva siempre colgado en su ala para sacar un pañuelito y secarse las lágrimas cuando cae de la bolsa una pequeña caja de metal bellamente labrado con un enooooorme candado.
- ¡OH cierto!
Alzó la caja, la limpió y la volvió meter dentro del bolso, levantó la vista y lo ve al zorro que la miraba con una extrañable curiosidad.
- ¡Ay cierto Don Cristóbal usted me puede ayudar!, mire usted, me encontré esta cajita en el medio del monte y no pude abrirla, la verdad me mata la curiosidad, por ahí es algo valioso, muy importante, ¿podría ayudarme?
Se lo acercó a Cristóbal, este lo tomó con sumo cuidado, sacó unos lentes redonditos y se los puso, el puma lo vio y lanzó una carcajada estridente que retumbo por todo el bosque.
- ¿Qué te pasa Fortunato, porque te reís así? Le pregunta con el ceño fruncido Cristóbal.
- Es que es la primera vez que veo un zorro corto de vista.
Cristóbal se sacó los lentes bruscamente.
- ¿Y vos qué?, te recuerdo que no es normal que haya pumas vegetarianos.
- ¡Discúlpame hermano, me he comportado como una bestia incivilizada!.
Cristóbal meneó su cabeza, es más creo que adivine su pensamiento en ese momento, ¡es difícil tratar con animales!
- Mire Doña Eusebia parece ser un alhajero de plata, eso si muy antiguo, tal vez sea español por su ornamenta, ahora este candado es lo que me extraña, normalmente los alhajeros poseen cerradura, tal vez esta caja guarda algo muy valioso, no sé ¿quiere que intentemos abrirlo o la dejamos así como está para que usted lo abra solita en su casa?
Toto se acercó rápidamente a Don Cristóbal y a Doña Eusebia, y no quiero pasar por arrogante pero adiviné y no por arte de magia que intenciones tenía en esos momentos nuestro pequeño y peludo amiguito, jejeje… ¿y quién no?
- Mire doña Eusebia, usted solita no podría hacerlo, imagínese semejante candado, démelo a mí, en mi cuevita tengo muchas herramientas, seguro que algunas de ellas me servirá, confié en mí Doña Eusebia para mañana la tiene abierta.
Cristóbal viejo zorro, sostiene la caja con fuerza y miró muy seriamente a la comadreja, este agarró la caja y comenzó a tironear con una sonrisa disimulada, de pronto el zorro tiró fuerte y a la comadreja se le escapó de las manos el cofre.
- Creo que esto debe decidirlo Doña Eusebia, ¿no le parece Don Toto Recolector?
Toto fue retrocediendo despacito y con las manitos hacia atrás.
- Por supuesto, por supuesto, no hay drama, no tengo ningún problema, por favor no quiero que piense mal de mí.
Fortunato le sacó al zorro la cajita de forma sorpresiva.
- ¡Déjemelo a mí Doña Eusebia, necesita una persona audaz y con mucha fuerza y ese soy yo!
Cristóbal le saca el cofre al puma y mirándolo muy serio le dice.
- Escúcheme Don Fortunato Calcatierra, ¿realmente cree que usted podría abrir este complicado candado?
Fortunato lo mira de reojo, cruza los brazos y sonríe nervioso.
- Esteee... mmm… no, la verdad creo que no hermano.
Cristóbal acercándose a la lechuza le da la caja.
- ¡Mire Doña Eusebia!, usted decide que hacer con ella, yo que usted lo llevaría a un cerrajero confiable para que no dañe el candado, le recuerdo que el candado es también antiguo.
- ¡Ay Don Cristóbal, la verdad no se si tengo ganas de gastar mis pocos pesos de la jubilación en este alhajero, ábralo usted acá, hágame el favor!
Cristóbal puso el cofre arriba de una roca, comenzó a mover el candado e intentando aflojar alguna bisagra.
- No la verdad que a pesar de ser vieja aún está en buenas condiciones.
Fortunato se acercó a Cristóbal.
- ¡A ver, déjame a mí!
Comenzó a tirar del candado, hace una fuerza impresionante pero nada y lo deja en las manos del zorro.
-¿La verdad…? No se puede hermano.
Toto sacó del bolsillo un fierrito
- ¡A ver, a ver déjenme intentarlo.
Metió el fierrito adentro del candado hizo un vaivén lo sacó de nuevo sopló dentro del candado.
- ¡Está sucio!, ¿vio? Dice seriamente.
Volvió a meter el fierrito hizo otro vaivén y de pronto se escuchó un clic y es más, les digo que… ¡ yo le tenía fe a este bichito!
- ¡Ya está!, ¿vamos a ver que hay dentro?
Cristóbal se acercó respetuosamente a la comadreja.
- Esteeee, Don Toto, ¿no le parece que le corresponde a Doña Eusebia abrirla?
Toto lo miró sorprendido
- ¡Claro, claro, claro, claro por supuesto!, lo encontró ella y está en todo su derecho, es lógico, yo lo único que hice fue el favor claro, esteeee...
Fortunato apareció de sorpresivamente lo empuja hacia un costado, trae a la lechuza del brazo y la pone de frente a la caja, él se coloca al lado muy ansioso moviendo sus garras.
- ¡Por favor Toto córrete que tiene que pasar Doña Eusebia!
Cristóbal le gritó, yo como viejo quebracho que no me gustan estas impertinencias, también lo hubiera hecho, ¡que mal educado este puma herbohisterico!
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