Las Cartas del Ermitaño
El ermitaño sacó a pasear su esqueleto por la playa, y las moscas
lo acecharon como buitres zumbando alrededor de su cráneo.
Se tropezó con una caracola que melodeaba cánticos lastimeros a las sirenas
quienes tejían con sus cabellos rojos redes eternas
que los peces usaban como hamacas para tomar la siesta
Conmovido por la nostalgia en el aire, el ermitaño se sentó al lado de una tortuga
que se tiró a tomar el sol boca arriba porque el médico le dijo que tenía el ombligo muy pálido.
Y conversaron por largas horas acerca de sus vidas, sus anhelos, quebrantos y sinsabores.
Tocaron el tema del amor y el ermitaño suspiro en silencio, y se alejó de sus labios,
y los ojos se le desprendieron de sus cuencas para buscar unas cartas olvidadas en el ático.
Y cuando encontró las cartas, se dió cuenta que eran cartas prehistóricas
cargadas de toneladas de promesas, y de lágrimas.
Riachuelos derramados sobre el papel formando figuras de amantes
que se buscaban a hurtadillas en la noche para entregarse sus sueños.
Aquellos que una madrugada se perdieron uno al otro en un camino sin estrellas.
Y las promesas se apolillaron en el papel acumulándose en montañas infinitas
que aplastaron los recuerdos con su peso.
El ermitaño trato de cargar la montaña en su espalda pero no pudo.
Entonces derramó lágrimas de cenizas de sus cuentas vacías
porque tuvo que olvidar para siempre aquellas cartas de antaño en el ático.
El ermitaño sacó a pasear su esqueleto por la playa, y las moscas
lo acecharon como buitres zumbando alrededor de su cráneo.
Se tropezó con una caracola que melodeaba cánticos lastimeros a las sirenas
quienes tejían con sus cabellos rojos redes eternas
que los peces usaban como hamacas para tomar la siesta
Conmovido por la nostalgia en el aire, el ermitaño se sentó al lado de una tortuga
que se tiró a tomar el sol boca arriba porque el médico le dijo que tenía el ombligo muy pálido.
Y conversaron por largas horas acerca de sus vidas, sus anhelos, quebrantos y sinsabores.
Tocaron el tema del amor y el ermitaño suspiro en silencio, y se alejó de sus labios,
y los ojos se le desprendieron de sus cuencas para buscar unas cartas olvidadas en el ático.
Y cuando encontró las cartas, se dió cuenta que eran cartas prehistóricas
cargadas de toneladas de promesas, y de lágrimas.
Riachuelos derramados sobre el papel formando figuras de amantes
que se buscaban a hurtadillas en la noche para entregarse sus sueños.
Aquellos que una madrugada se perdieron uno al otro en un camino sin estrellas.
Y las promesas se apolillaron en el papel acumulándose en montañas infinitas
que aplastaron los recuerdos con su peso.
El ermitaño trato de cargar la montaña en su espalda pero no pudo.
Entonces derramó lágrimas de cenizas de sus cuentas vacías
porque tuvo que olvidar para siempre aquellas cartas de antaño en el ático.
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